Leer
19/09/2025
Director adjunto en el ARA
3 min

En tiempos tan audiovisuales y tan estresados, leer se ha convertido en un acto singular y casi revolucionario. A contracorriente. El tiempo de leer es un tiempo precioso, que requiere voluntad y determinación. "¿Tienes tiempo para leer? ¡Caray! ¿Y cómo te lo haces?", me dice la gente. Yo les respondo: "¿No tienes tiempo para leer? ¡Caray! ¿Y cómo te lo haces?"

Sin leer, ¿cómo se lo hace para estar de verdad bien informados? ¿Cómo se lo hace para no sentirse al margen de la sabiduría universal? ¿Cómo se lo hace para no hacer el ridículo cuando opina? ¿Cómo se lo hace para sumergirse en la vida más allá de su prosaica y limitada experiencia? ¿Cómo estimula su imaginación? ¿Cómo se enriquece con nuevas palabras y viejas palabras olvidadas? ¿Cómo se lo hace para pensar a fondo las cosas que pasan y les pasan? Leer es hablar con uno mismo y con el mundo, es un diálogo sereno y maravilloso. Nos hace tolerantes. Es un placer lento, es un descubrimiento constante, es un viaje infinito. Requiere esfuerzo y hábito, sí. Ahora bien: la recompensa es asombrosa, maravillosa.

La escuela tiene un problema de compresión lectora con los chicos y chicas. Leen poco y, por tanto, leen mal. Y de ahí se derivan muchos otros déficits que se arrastran a lo largo de su vida de estudiantes, y más allá. La lectura no nos hace necesariamente buenas personas, pero nos da oportunidades y, por supuesto, sí que nos hace mejores estudiantes. No saber leer bien de entrada ya te desmotiva, echas la toalla más fácilmente.

Hoy en día todo el mundo tiene claro que debe cuidar su cuerpo: debe hacer ejercicio –salir a correr, ir al gimnasio, a la piscina– y debe alimentarse bien. ¿Por qué tanta gente no cuida su cerebro, por qué la ejercita tan poco con la lectura, que es el mejor gimnasio mental? La lectura sincopada y fragmentaria que hacemos con el móvil no es suficiente. Es como hartarse de comida rápida precocinada. Hablo de la lectura reposada y concentrada, con un libro en la mano y sin prisas. Ésta es la buena, la sana. Y la placentera. Cuando te acostumbras, leer pasa de ser una obligación a ser un placer. Un placer sencillo y barato: las bibliotecas están llenas de libros gratis. No hace falta ser ni rico ni intelectual, para leer. Está al alcance de todos.

¿Cómo podemos hacerlo para tener adolescentes y jóvenes que sean lectores? Ésta es la cuestión. La gran cuestión que seguro que se debatirá en la Semana del Libro en Catalán que ahora comienza. Es la pregunta clave para el progreso social, económico y cultural, para hacer un mejor país y un mundo. ¿Nos la hacemos suficiente esta pregunta? ¿Se la hace el gobierno? ¿Se la hacen los maestros? ¿Se la hacen los padres? El señor Trump se ve que no ha leído un libro desde hace décadas. Se nota. Es un humano notoriamente carente.

En las escuelas e institutos catalanes arrastramos un bajo nivel de comprensión lectora desde hace quince años, estamos por debajo de la media española y europea. Figuramos en un sitio destacado entre los países que más hemos retrocedido. ¡Vergüenza y problemás! La Fundación Bofill ha realizado un informe al respecto, un documento que debería ser de lectura obligada para todos los políticos y docentes. Dice unas cuantas obviedades. No voy a entrar aquí aquí en detalles. Sólo me fijaré en una obsesión que hace años que me traigo: las bibliotecas escolares, que en la mayoría de los casos son o bien precarias o inexistentes. Hace décadas que las reclamamos. Y nada. En los últimos años en los centros no han parado de entrar ordenadores e iPads y desaparecer libros. Ahora se retiran los móviles. ¿Volverán los libros?

Me dicen que hay conversaciones entre las conselleries de Cultura y Educación para contratar bibliotecarios que, desde las bibliotecas públicas, se encarguen de dinamizar la lectura en las escuelas e institutos. Incluso hay una cifra sobre la mesa: 300 nuevos profesionales. Cada uno tendría varios centros a su cargo. Sería un inicio. Queremos bibliotecarios entusiastas, necesitamos maestros que lean mucho y encomienden a los alumnos el gozo de la lectura, queremos políticos y periodistas –y influencers y deportistas y cocineros...– que lean y hagan bandera.

¿De verdad no tiene tiempo para leer? ¿Y cómo sobrevive tan a la intemperie?

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