¡Vamos a cortar la calle de una vez! No lo dijeron los Jordis. Lo decía la marquesa Esperanza Aguirre al frente de los CDR de Madrid que rodeaban la sede del PSOE en Madrid. Los Comités de Defensa del Régimen quieren demostrar que, como decía Fraga, la calle es suya. Arrojo no les falta, aunque sí algo de técnica. Les falta algo de mili con los milis aún para cantar aquello de los Lendakaris Muertos que decía “soy un veterano de la kale borroka, dame mi pensión o te parto la boca”. Me han dicho que ese tema siempre lo tararean para sí los diputados de Bildu cuando se reúnen con Santos Cerdán. Ya están mayores para ciertas cosas y les pesa cuando ven que la juventud vasca cada vez se les parece menos.
El caso es que la fachaborroka de anoche no fue para tanto. Con desgana y poco ímpetu, las Unidades de Intervención Policial hicieron usaron anoche gases lacrimógenos. Una irritación ocular es siempre preferible a saltarle un ojo a un hijo del barrio de Salamanca. Balas de goma para los antifas de Vallecas y para los indepes catalanes; para la cayetanada gasecitos de esos que nos traen unas pocas lágrimas de facha. Hay quien entrega sus ojos por la independencia o los servicios públicos y quien solo entrega sus lágrimas por España; siempre ha habido clases.
Perdonen el choteo pero, como agitadores callejeros, los de la cayetanada son un chiste. Está claro que su repertorio es otro. En los 70 mandaban pistoleros a las manifestaciones antifranquistas para asesinar estudiantes. Que se lo digan a la familia de Arturo Ruiz, que tiene que ver cómo el pistolero que asesinó a quemarropa a un joven desarmado vive como dios en Argentina, con guardaespaldas, con pistola al cinto y presumiendo de que los servicios de inteligencia españoles le han protegido siempre.
De momento los fachas no mandan pistoleros a por nosotros. No les hace falta. Tienen sicarios más eficaces en la prensa y en los juzgados. Comparados con los jueces y periodistas golpistas la cayetanada borroka y los CDR de Aguirre son una astracanada: Martínez el facha y Torrente defendiendo la Constitución española y el derecho de defensa de Israel. Qué maravilla sería verles junto a Pilar Rahola y los sionistas del partido de Puigdemont envueltos en banderas de Israel gritando juntos “muerte a Hamás”. Las derechas catalana y española otra vez unidas como en el 36.
Pero entonces llega la Quinta columna y García Castellón, el juez español más honrado de la historia con permiso de Salvador Alba, les recuerda a los indepes sionistas que su amor a Israel no les va a salvar; que no son más que vulgares terroristas, y que los CDR quizás no tendrán ni media hostia ni medio gas lacrimógeno, pero que él es juez de la Audiencia Nacional y que aunque sus colegas se rían de él por cornudo, por mal instructor, por feo y le llamen “Manolito” él es juez de la Audiencia Nacional y hace lo que le sale de la toga.
Un juez me dijo una vez que para joder a un juez hacen falta muchos jueces. Le llamé ayer para preguntarle una duda: ¿Qué pasa, que en España los hijos de los magistrados ya no pueden irse de putas tranquilamente? ¿Los pijos ya no pueden violar putas? ¿Qué está pasando en España? Ten cuidado, Iglesias, me dijo y me advirtió: es raro que en España se ordene el registro de la casa del hijo del presidente del TC porque una mujer llegue a una comisaría a presentar una denuncia. Esto es España, como bien sabes. ¿Ajuste de cuentas entre magistrados cayetanos y magistrados progres? le pregunto. Yo no te he dicho nada, pero esto me huele mal, me dice. ¿Sabes qué te digo? -le contesto- que me da igual. Cuando se trata de perjudicar a Irene Montero no hay diferencia entre magistrados cayetanos y magistrados progres. Así que con su pan se lo coman los jueces del PSOE y del PP. Putas y togas, podría llamarse la próxima serie de Sorogoyen.
La investidura saldrá, pero sospecho que lo que va a venir después va a ser mucho más duro que lo que vivió este país durante la Transición. La situación internacional difícilmente podría ser más inquietante y ya no hay una solución de consenso como la que permitió la Constitución del 78, el Estado autonómico y los pactos de la Moncloa. Durante muchos años dijimos que nuestra época recuerda a los tiempos de la República de Weimar. No se imaginan lo que lamento que tuviéramos razón.