El síndrome del escritor

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Capote con algunas de sus invitadas

Después de la primera temporada de la serie Feud, en HBO, sobre la rivalidad de las divas de Hollywood Bette Davis y Joan Crawford (interpretadas por las grandes Susan Sarandon y Jessica Lange), la segunda temporada se ha estrenado con el título Los cisnes de Capote.

En estos capítulos –con un reparto igualmente impresionante encabezado por Naomi Watts–, se recrea el episodio real de la amistad y posterior traición del autor deA sangre fría con algunas mujeres de la alta sociedad neoyorquina.

Fue durante la década de los setenta que Truman Capote empezó a frecuentar las cenas y las fiestas de la buena sociedad de Nueva York. Le invitaban por su simpatía y ocurrencia, casi como una especie de bufón de la corte. Pero algunas de esas mujeres establecieron una amistad real. Le tenían confianza, le necesitaban como consejero y consuelo, y le confesaban sus secretos más íntimos, quizás porque no se fiaban de su marido ni de sus amigas, porque estaban muy solas.

Todo fue bien mientras Truman Capote era un autor de éxito, que había triunfado con la novela A sangre fría, pero llegó el declive, provocado especialmente por el alcoholismo, y el escritor perdió su inspiración. Ya no podía escribir y se le comían las deudas. Entonces escribió una historia titulada La Côte Basque, 1965, haciendo referencia a uno de los restaurantes más frecuentados por él y sus amigas, escenario de múltiples confidencias, y la publicó en la revista Esquire.

Capote llamaba a sus amigas de clase alta “los cisnes” porque, como estas aves, debajo de una apariencia elegante y delicada, debían nadar frenéticamente sin descanso para mantenerse flotando en la buena sociedad de Nueva York.

Al ver sus secretos aireados en Esquire, los cisnes se sublevaron y condenaron Capote al ostracismo social. En la serie, el amigo que intenta interceder por el autor rechazado y desesperado dice que, para un escritor, observar y después narrar es un gesto tan natural como respirar.

Esto me hizo pensar en una especie de placa que alguien me regaló, donde dice: “Careful, or you'll end up in my novel”: Ten cuidado, o acabarás en mi novela. Es una broma recurrente entre mis amigos. Ellos también saben que, de una u otra forma, los escritores nos alimentamos de las historias que sentimos.

Siempre he procurado respetar escrupulosamente la privacidad de mis amigos y conocidos cuando me dan confianza. Temo, sin embargo, que en un grado u otro algunas de las historias que he visto, oído o vivido de cerca, acaban escolándose en mis novelas, tan disfrazadas como quieras, pero están ahí.

Con esto no quiero exculpar a Capote, pero sí tratar de comprenderlo y confesar que, si te dedicas a escribir, vas por el mundo con los ojos y las orejas abiertos, porque la naturaleza humana es una –quizás la única– grande inspiración permanente.

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