Dos hermanas de 54 y 64 años se suicidaron horas antes de ser desahuciadas en el distrito de Sant Andreu de Barcelona.
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La noticia ha pasado en segundo plano, como suelen hacerlo las noticias referidas a este tipo de hechos (en el mejor de los casos, porque la mayoría pasan inadvertidas): dos hermanas que vivían en el distrito de Sant Andreu de Barcelona, ​​en un piso en la calle Navas de Tolosa, se suicidaron la madrugada del pasado lunes, horas antes de ser desahuciadas de su domicilio. Tenían 54 y 64 años, dejando cartas de despedida en las que explicaban que habían decidido dejar de vivir ante la imposibilidad de resolver su problema. No habían pagado el alquiler del piso desde marzo de 2021 y debían a la propiedad poco más de nueve mil euros.

Los hechos han merecido una manifestación en la plaza Sant Jaume y la condena de entidades como la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), el Sindicato de Alquiladoras o el Sindicato de Vivienda de la Sagrera. Desde el Ayuntamiento han explicado que los técnicos municipales habían acudido en varias ocasiones al piso, pero que no fue posible contactar con las dos mujeres. Les dejaron mensajes, que ellas no contestaron. No dudamos de que esto sea cierto: al contrario de lo que algunos piensan, la pobreza es compleja, y tratar con pobres puede ser difícil. A la gente le da vergüenza ser pobre, y le asusta tener que dar explicaciones para serlo.

No los mismos técnicos ni la misma oficina, pero sí el mismo Ayuntamiento que no fue capaz de contactar con dos vecinas de Sant Andreu con un impagado, no tuvo problemas para contactar con la Fórmula 1 y asfaltar el paseo de Gràcia para que un grupo de cotxarros fueran a quemar rueda. Era una exhibición que permitió exclamar al alcalde, Jaume Collboni, que "Barcelona ha vuelto". Quería decir que la ciudad volvía a entrar en los circuitos de ciudades del mundo que acogen y organizan lo que llaman eventos deportivos, aunque sigue habiendo una distancia importante entre unos Juegos Olímpicos y una fantasmada gobernada por mafiosos. Insisto: no eran las mismas personas del Ayuntamiento, pero sí el mismo Ayuntamiento. Y el alcalde y el equipo de gobierno sí son los mismos, tanto por la Fórmula 1 como para las hermanas de la calle Navas de Tolosa. Mientras los McLaren y Aston Martin echaban humo y ruido justo en el centro de Barcelona, ​​las dos mujeres de Sant Andreu se iban poniendo de acuerdo para escribir sus cartas e irse de este mundo.

Habrá quien encuentre demagógico este artículo: no lo es. Habla de prioridades de gobierno, y aún antes que eso, del cumplimiento de la ley. El derecho a una vivienda digna está recogido en la Constitución: dejar personas a la intemperie es, pues, inconstitucional. Pero además, un ayuntamiento (sobre todo un ayuntamiento llamado de izquierdas, o progresista) debe decidir qué prioriza: asistir a sus pobres o complacer a ricos foráneos. La aporofobia, el odio a los pobres, no se manifiesta sólo cuando unos colgados agreden a una mendiga hasta matarla (como al crimen del cajero, recreado recientemente en la novela Hiperrabia, de Ferran Grau). También lo hace cuando las instituciones abandonan a los ciudadanos en sus momentos de necesidad.

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