Por último, la crisis entre Sumar y Compromís se ha pospuesto, o se ha guardado en el cajón de las crisis inoportunas, hasta nueva orden. Compromís ha dicho, eso sí, que pronto piensa "reevaluar" su acuerdo con Sumar, y mantener sus exigencias de tener libertad de voto y voz propia en el Congreso de Diputados. Particularmente, se entiende, cuando se tratan temas que afectan directamente al País Valenciano, como la gestión de la DANA y de la reconstrucción, o la guerra sucia que el gobierno de Mazón, apuntalado por Vox, mantiene contra el valenciano y la enseñanza y los medios públicos.
Esto (que Compromís no rompa con Sumar) no ocurre porque la gente de Compromís sean ingenuos, gorros o se hayan acomodado a la poltrona y la pagueta. Hablar es fácil, tuitar es aún más fácil, despreciar o rebajar el trabajo de los demás es extraordinariamente fácil. Pero Compromís es un partido dignísimo, lleno de gente con la que no es necesario estar siempre de acuerdo para valorar su importancia. Sucede algo parecido con MÁS por Mallorca o MÁS por Menorca, formaciones sin las cuales la realidad política de los Països Catalans sería aún más precaria y jodida de lo que ya es. No siempre me gustaron las declaraciones o las decisiones de Mònica Oltra cuando era vicepresidenta del Gobierno del Botánico, pero eso no quita que esos ocho años de gobiernos progresistas fueron más valiosos de lo que algunos patriotas de sofá quieren creer y hacer creer. Evidentemente, tampoco quita nada a la dolorosa situación actual de Mònica Oltra, pendiente todavía de un nuevo juicio en el calvario judicial y de difamaciones que le inflige la derecha ultranacionalista.
Sucede que las cosas suelen ser algo más complicadas de lo que sugieren las frases lapidarias, los juicios implacables y los anatemas. Sumar fue una candidatura que se preparó en poco más de un mes, para que las izquierdas de todo el estado tuvieran un instrumento para responder de algún modo, en las generales del 27 de julio del 23, la derrota sufrida en las autonómicas y municipales del 28 de mayo. Se habían perdido, justamente, la Generalitat Valenciana y el Govern Balear, y no se habían perdido perder exactamente por goleadas del PP, sino porque se habían desmovilizado a los votantes de los espacios que se suelen llamar "a la izquierda del PSOE". En las generales los resultados permitieron armar a la frágil mayoría que volvió a investir presidente a Pedro Sánchez. Ahora, las posibilidades son aún más inciertas, con un bajón manifiesto de Sumar en las encuestas. Sin embargo, el camino que no cae en el pozo ciego del trumpismo hispánico sigue pasando por la suma de fuerzas progresistas, incluyendo necesariamente a las izquierdas vascas, gallegas, catalanas, valencianas y baleares. Incluyendo, también, Junts y el PNV, así como la izquierda española capaz de defender la diversidad lingüística, cultural y nacional. De lo contrario, podemos discutirnos tanto como queramos, pero —en un contexto de resurgimiento iliberal, autoritario y neofascista en toda Europa y Occidente— no haremos más que facilitar la propia destrucción.