Con dos Champions seguidas, tres en total, y los cuatro títulos de la temporada en el saco y bien atados, el equipo femenino de fútbol del Barça es la admiración del mundo del deporte y se ha convertido ya en una escuadra de leyenda. Porque, además, para conseguirlo, el equipo de Giráldez tuvo que superar la prueba más dura de todas, vencer al Lyon invencible en un rostro o cruz de noventa minutos. Y le ganó con un triple despliegue: el del fútbol colectivo que saben practicar, una preparación física exuberante y, sobre todo, una fortaleza psicológica digna de estudio. No es fácil resistir a un equipo como el francés, que desmoraliza porque no necesita hacer gran cosa para imponerse.
Ver marcar a Alexia el 2-0 recién salida al campo fue de éxtasis, pero el partido que jugaron Aitana Bonmatí y Mariona Caldentey fue de Balón de Oro. Aitana fue en todas partes, oportuna, solidaria y efectiva. Verla cómo orientaba el cuerpo, cómo abría, pausaba o aceleraba el juego fue asistir a una clase magistral.
Y luego, por supuesto, está el impacto social de una final como la de Bilbao, con 50.000 espectadores. Las chicas se han convertido en pocos años en un inesperado motivo de orgullo barcelonista. Arrastran a los estadios un tipo de afición aún más familiar que el equipo masculino y mucho más amistosa y pacífica, y eso, sumado a la inteligencia ya la verdad que desprenden cuando hablan en las entrevistas, convierte a este equipo en motor y exponente una feminización e igualación de la sociedad que hace bien a todo el mundo. Es un Barça dulce cuando canta feliz el Sweet Caroline, y que tiene alma y fortaleza de mujer.