Tiempos de inflación

3 min
Temps de inflación

La crisis financiera de 2008, la pandemia y ahora la guerra son la raíz de un fenómeno que nos ha sorprendido y que ha desconcertado a los expertos: la carrera desbocada de la inflación. James Powell, el presidente de la Reserva Federal, lo ha expresado así: “Pienso que ahora entendemos mejor hasta qué punto entendemos poco la inflación”. Le tenemos que agradecer la sinceridad, pero es poco tranquilizador dadas sus responsabilidades. En el mundo del análisis económico, el episodio que vivimos es de los que harán reputaciones. Apuntaos de momento el nombre de Jason Furman, un economista del círculo de Larry Summers, pero más joven, que hace tiempo que nos dice que esta vez sería diferente. No solo en cuanto a la inflación. En un tuit reciente decía: “En los últimos dos trimestres: PIB, -1%; ocupación, +2%. No habíamos visto nunca una desconexión como esta en los datos”. Son tiempos interesantes...

A grandes rasgos, en el combate contra la inflación, ahora prioritario, se desplegarán políticas de dos tipos: las que pretenden enfriar la actividad económica, que serán, como tradicionalmente han sido, las monetarias y fiscales, y las que pretenden incidir sobre las expectativas y los efectos acumulativos, desde la muy aconsejable política de rentas (salarios privados, beneficios, salarios públicos, pensiones...) que propugna el Banco de España hasta las más dudosas basadas en el control de precios. Ahora bien, como el entorno económico –cambio climático, guerra, pospandemia, cambios tecnológicos– es nuevo, la instrumentación fina de las políticas tendrá que ser creativa. Como de costumbre en situaciones similares de adaptación a grandes cambios, nos esperan innovaciones importantes y sorpresivas. Son tiempos en los que riachuelos periféricos se convierten en corriente central.

En cuanto a la política monetaria ya sabemos que los tipos de interés aumentarán. Tarde o temprano tenía que pasar. Aquí solo dejaré constancia de mi curiosidad por ver cómo se apaña el BCE para cumplir el objetivo de reducir la inflación al 2% en media temporal, sin inducir por el camino una nueva crisis del euro impulsada por las primas de riesgo de algunos Estados miembros. No tengo ninguna duda de que el BCE dispone de la artillería y el talento para conseguirlo. Pero, claro, importa mucho si lo puede hacer controlando el daño colateral. Este es el reto y, para mí, la gran incógnita.

En cuanto a la política fiscal, la preeminencia del objetivo de contención de la inflación llevará a un periodo de limitación de déficits y, por lo tanto, de estrés fiscal, más o menos agudo dependiente de la situación inicial en cada estado. Sobre esto, tres observaciones.

1. Los fondos Next Generation se financian con déficit europeo mutualizado. Me pregunto si una parte del gasto militar no acabará también así. Fuera lógico, pienso, que la voluntad de limitación de déficits llevara a revisar los ritmos de llegada de los fondos en los estados receptores. La UE no renegará del compromiso adquirido, capital también para las agendas verde y digital. Pero no sería una mala medida si la llegada se espaciara en el tiempo: menos presión expansiva sobre la economía de los receptores y, sobre todo, más calma para invertir bien. Comprometer tanto gasto en tres años no favorece una selección cuidadosa de proyectos.

2. Felizmente, se está conformando una conciencia social muy predispuesta a garantizar un nivel de bienestar digno a todos los miembros de la sociedad. Conseguirlo pide gasto público. Ahora bien, el estrés fiscal, con componentes coyunturales y estructurales, la limita y, en particular, hará muy difícil expandir la política social por la vía de subvenciones no condicionadas a la renta o la riqueza. Es una tensión que se resolverá por políticas a la vez personalizadas y anónimas. Siempre que se disponga de un marco jurídico que ofrezca garantías y seguridad –por aquí puede llorar la criatura–, las tecnologías de la información lo podrán hacer posible.

3. La imposición correctora se está extendiendo, ya sea, por ejemplo, para reducir densidad del tráfico o para minimizar emisiones de CO. Se dice a menudo que su finalidad no es recaudar. Es así, pero es un hecho que hay iniciativas que ingresan y otras que gastan. El estrés fiscal llevará a favorecer las que ingresan. Para disminuir las emisiones de CO podemos aumentar los impuestos sobre la gasolina o subvencionar la compra de vehículos eléctricos. La segunda política sería más popular, pero con carácter masivo no será factible. La lógica fiscal llevará hacia la primera. Al final tendremos las dos y la narrativa será que la primera política es la que hace posible que también tengamos la segunda.

stats