Si una cosa nos habría tenido que dejar clara la pandemia de covid-19 es la importancia de tener un sistema de salud pública sólido y a la vez flexible, preparado para eventualidades que ya sabemos seguro que pasarán. Aun así, estamos inmersos en una dinámica perversa: nos faltan médicos y enfermeras, y todo indica que nos faltarán más. Parece que todavía no hemos aprendido la lección del coronavirus y, si no lo hacemos rápidamente, seremos demasiado frágiles ante una futura pandemia.
El presidente del Colegio de Médicos de Barcelona, Jaume Padrós, explica que hace una década que alertan de la situación, pero que ahora ya es urgente, porque en cuatro años se jubilarán 6.000 médicos. La presidenta del Colegio de Enfermeras, Paola Galbany, añade que en los próximos cinco años se jubilarán entre 6.000 y 8.000 compañeras suyas. Sobre la mesa hay un cóctel demoledor que mezcla las jubilaciones de trabajadores del baby boom, la precariedad –que se ensaña especialmente con las enfermeras; muchas se pasan años haciendo de temporeras de la salud–, las pocas plazas en las universidades –y un 30% las copan estudiantes del resto del Estado, muchos de los cuales se marcharán a ejercer afuera– y la falta de planificación con MIR durante la última crisis económica.
Conocemos las causas del problema, que no solo afecta al sistema público de salud, sino también al privado y, de hecho, ya provoca que los centros compitan entre ellos para fichar profesionales. Ahora hay que abordar las soluciones pensando a medio y a largo plazo. Porque no solo nos hace falta un sistema de salud preparado para una nueva crisis como la del covid, también tiene que estar a punto para abordar los retos de futuro que ya están previstos. Uno de los más destacados es el envejecimiento progresivo de la población, que hará que haya más ciudadanos que necesitarán cuidados.
Las posibles soluciones pasan por reformar el sistema de especialidades –ahora encallado en el centralismo estatal–, pero también por ofrecer más plazas universitarias, tanto para médicos como para enfermeras, para revisar el sistema de selección de los alumnos y para mejorar las condiciones laborales tanto de médicos como de enfermeras. Que haya profesionales que acaben dejando el oficio por su precariedad dice mucho de las condiciones de trabajo a las que están sometidas las enfermeras, una pieza clave del sistema de salud a quienes se tendría que tener mucho más en cuenta. A la vez, tampoco nos podemos permitir que una buena parte de los médicos que se forman en Catalunya, con el gasto que supone hacerlo, acaben ejerciendo afuera. Unas buenas condiciones de trabajo, también para los nuevos graduados, podría ayudar a hacer que se quisieran quedar.
No es nada fácil solucionar el problema de la falta de profesionales sanitarios, es verdad, y no se podrá hacer de un día para el otro. Pero es imprescindible ponerlo sobre la mesa. Y por eso hay que empezar por hablar claro, y no solo de las administraciones. Las empresas privadas del sector también están implicadas en esta situación.