15/05/2024
2 min

Conmovida por tenerla delante, a Juliette Binoche apenas le salían las palabras en el momento de darle la Palma de Oro de Honor del Festival de Cine de Cannes a Meryl Streep. A punto de cumplir 75 años, la actriz norteamericana es desde hace cerca de medio siglo una gigante de la gran pantalla, primero porque ha demostrado que puede representar con solvencia todos los papeles del auca, desde la protagonista de Mamma Mia a Margaret Thatcher, pasando por la cocinera Julia Child o el ama del Washington Post Katherine Graham. Y también porque su carrera autoexigente y tendente a la perfección interpretativa le ha convertido en la artista respetada que muchos quisieran ser y en la referencia de la mujer con personalidad que ha triunfado en un mundo de hombres a base de talento y trabajo .

Pero quizás la más bonita de las florecillas de Binoche fue decirle con admiración: “Aún veo alegría en ti”. “Aún” significa a pesar de los años que tienes y la colección de decepciones, fracasos, rupturas, enfermedades y muertes que surcan la vida de cualquier persona cuando se está de camino hacia los 80. No es que la alegría tenga que ser obligatoria, porque todo el mundo se sabe lo que arrastra, pero tampoco la tristeza debería serlo y, en cambio, lo parece. Solemos circular por la vida protegidos detrás de la cara de póquer como si mostrar interés, confianza y ya no digamos entusiasmo fuera una muestra de ingenuidad o inmadurez imperdonables. Como si estar de vuelta de todo y cerca de un final del que no podremos escapar invitara a la resignación. No hace falta tener una carrera como Meryl Streep para tener derecho a sonreír. Sólo hace falta un poco de autoestima y generosidad con los demás.

stats