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Donald Trump y Joe Biden durante el segundo debate electoral.

En noviembre de este 2024 habrá elecciones a la presidencia de Estados Unidos y, si nada lo impide, Joe Biden y Donald Trump volverán a verse las caras (contra lo que quisieran más del 60% de los americanos, que opinan que, con 81 años, Biden ya no tiene edad de presentarse o que Trump es un peligro público, pero esta es otra historia).

El caso es que ambos están llevando la campaña al mismo terreno: si gana el otro, adiós al país tal y como lo hemos conocido, o sea que si queréis salvar a América, ya me estáis votando.

Este es el terreno de juego electoral y conceptual del que está hecha la política en los tiempos que corren en los países democráticos. Ayer mismo, el PP anunció que enmendará la ley de amnistía con un texto que diga que serán disueltos los partidos que promuevan referéndums ilegales y que se recupera el delito de sedición para conseguir así "el rearme del Estado". Como ven, "rearmar el estado" es el concepto a retener. La sobreactuación popular es táctica (su enmienda a la totalidad será derrotada), estratégica (se presentan como el único partido de estado, los socialistas lo desarman) y patética, porque este “rearme” debe servir para que el Estado se enfrente a independentistas que van desarmados, o que no tienen más arma que el voto y que, por cierto, ahora mismo tienen unas perspectivas electorales que no hacen prever una gran ofensiva, precisamente.

Y lo más triste es que la realidad está llena de causas por salvar en los países tal y como los hemos conocido, como preservar el estado del bienestar, o luchar contra la crisis climática, pero claro, es más fácil crear un muñeco muy malo y hacer vivir a la gente en la oscuridad del miedo que enfrentarse a los intereses económicos. Aparte de que no todo está en salvar un pasado normalmente mitificado, sino en presentar una propuesta de futuro que saque lo mejor de nosotros mismos. Pero ni saben ni quieren.

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