Trump: tropas contra democracia
Al tiempo que se propone como candidato al Nobel de la paz con su plan para Gaza, Trump militariza las ciudades y los estados gobernados por los demócratas, y que él percibe como desafectos a su liderazgo obsesivamente personalista. Es importante no perderlo de vista, porque en cuanto Hamás anunció que aceptaba las condiciones propuestas por el presidente estadounidense –en connivencia con Netanyahu– aparecieron los aspirantes a trumpistas celebrando que el único capaz de hacer avanzar el conflicto de Oriente Medio no era la OTAN ni la Unión Europea, sino el sheriff Trump. Pero no es cierto que lo que se esté negociando sea un plan de paz propiamente dicho (la creación de un estado palestino, por ahora, ni siquiera se prevé: han explicado muy bien las implicaciones del plan de Trump, por ejemplo, los investigadores del Cidob Samuele C. Abrami y Moussa Bourekba). Y es menos cierto que Trump sea un líder favorable a la causa de la paz.
Por el contrario, el talante y el perfil ideológico de Trump son absolutamente belicistas y autoritarios. Es un personaje que siente fascinación por la violencia y las armas, que ha defendido en varias ocasiones la tortura como medio para imponer el orden y la ley, y que no duda en recurrir a la coacción ya la violencia institucional contra adversarios políticos y medios de comunicación. Sobre su plan para Gaza habrá tiempo suficientemente de hablar, porque hay algo seguro, y es que después del genocidio que el gobierno de Israel ha perpetrado y sigue perpetrando contra los palestinos la idea de llegar a una pacificación estable de la zona es quimérica.
Pero lo que sí avanza es la militarización de la vida política de EE.UU. Con la excusa de responder a disturbios supuestamente provocados por inmigrantes, Trump descalifica a alcaldes y gobernadores demócratas y envía a la Guardia Nacional a desplegar tropas por calles y plazas de ciudades estadounidenses. Esta misma semana le ha tocado recibir en Chicago, y el enfrentamiento que se ha generado entre el alcalde de la ciudad, Brandon Johnson; el gobernador del estado de Illinois, JB Pritzker, y Trump, es tenso y agrio: más macarra naranja que nunca, Trump ha llegado a pedir que Johnson y Pritzker sean encarcelados, al tiempo que medio millar de soldados se desplegaban por el centro de la ciudad. Chicago se añade a una alarmante lista de ciudades militarizadas en las que ya están Memphis, Portland, Los Ángeles y Washington, capital federal. Nueva York y Nueva Orleans están bajo amenaza de desplegar tropas.
El mensaje de Trump es el de cualquier dictador: se puede estar con él o contra él, y si está contra él hay que atenderse a las consecuencias. Las extremas derechas son guerracivilistas y el flirteo del trumpismo con la idea de un enfrentamiento armado interno es más que evidente. De hecho, el asalto al Capitolio del 2021, del que ha salido impune, era ya un aviso en este sentido. Alerta a esta deriva: no olvidemos que Trump es, hoy en día, el referente de las derechas (extremas y supuestamente no tan extremas) del mundo.