Turismo: y ahora, ¿qué?
La primera vez que cuestioné que el turismo tuviera un impacto económicamente positivo sobre las economías del Mediterráneo español fue en 2013, en un libro en el que ponía de manifiesto que las comunidades autónomas más dependientes de este sector económico presentaban crecimientos más bajos de la renta per cápita y tasas de paro y abandono escolar más altas. En ese momento, las voces que cuestionaban el turismo eran marginales y sobre todo marginalizadas a base de etiquetarlas como “turismofóbicas”.
Once años después, esa mirada crítica se ha convertido en dominante. Por si fuera necesaria alguna prueba, el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE) acaba de publicar una monografía sobre la distribución geográfica de la renta en España donde encontramos conclusiones como las dos siguientes:
- “Las regiones, provincias y municipios que tienen una dependencia excesiva del turismo presentan niveles bajos de bienestar, lo que probablemente es un reflejo de que los beneficios de esta actividad no se trasladan a la población que reside en ella”
- "El turismo es otra de las actividades económicas fundamentales que puede llevar a un modelo de crecimiento peligroso y causar una alta gentrificación de la ciudad"
El IVIE es una institución prestigiosa académicamente y secundada por la Generalitat Valenciana, CaixaBank, BBVA y Ford España, entre otras instituciones nada sospechosas de simpatías antisistema.
Ya hemos hecho lo más difícil y lo más importante, que es cambiar de paradigma: el turismo ha dejado de ser la gallina de los huevos de oro que nadie podía cuestionar y ha pasado a ser un sector económico que genera problemas agudos y que, tanto, debe gestionarse.
Ahora lo que hace falta es claridad de ideas sobre la forma de hacerlo. Los dos párrafos del IVIE nos describen los dos principales problemas a resolver: cómo trasladar la riqueza generada por el turismo al conjunto de la población que lo soporta día a día y cómo al evitar que impacta demasiado negativamente en el mercado del vivienda.
La clave nos viene dando introduciendo en la ecuación un elemento clave: la demografía. Cada año se jubilan a más personas que jóvenes entran en el mercado laboral. Por eso, desde hace un par de décadas, todos los puestos de trabajo generados por el turismo mediterráneo han tenido que ser ocupados por inmigrantes, los cuales han impactado negativamente sobre el mercado de la vivienda y sobre la calidad de los servicios públicos, particularmente educación. No sólo no necesitamos que el turismo cree más puestos de trabajo, sino más bien que lo reduzca.
Por tanto, lo primero que hay que hacer es detener y progresivamente reducir el número de turistas que visitan las zonas tensionadas, que incluyen la ciudad de Barcelona y la práctica totalidad del sol y playa. ¿Cómo? Reduciendo la oferta de vivienda a su disposición. En Barcelona, Colau abordó el tema limitando las licencias para construir nuevos hoteles –el polémico PEUAT, que ya nadie cuestiona– y ahora Collboni se propone eliminar a la totalidad de los pisos turísticos. El reto realmente importante lo tenemos en la costa, donde es necesario reconvertir hoteles y bloques de apartamentos obsoletos –hay muchos– en espacios públicos y en viviendas para los trabajadores del sector. De esta forma mejorarían el entorno urbano, la experiencia del turista y el coste de la vivienda. Se trata de una operación de gran calado que espera que la Generalitat se ponga.
¿Cómo se puede financiar? También en este caso el Ayuntamiento de Barcelona ha abierto camino imponiendo un recargo a la "tasa turística" de 4 €/noche que aporta 100 millones a las arcas municipales sin impacto alguno sobre el número de turistas que visitan la ciudad. Un recargo impuesto al turismo de sol y playa permitiría financiar la compra de blogs y su reconversión. Los primeros beneficiados serían los propios empresarios turísticos, porque la reducción de la oferta subiría los precios y alargaría la temporada (que la infraestructura turística esté dimensionada para el pico del verano es un disparate mayúsculo).
Esto nos lleva al segundo objetivo: trasladar los beneficios del turismo a la población que lo soporta. La reducción del volumen representará ya un beneficio. Pero lo importante debe ser la mejora de los sueldos. No existe ningún motivo que exija que, en Cataluña, los del sector sean un 33% inferiores a los del resto.
Alguna vez se me ha dicho que lo que propongo es un turismo restringido a los ricos. Lo que propongo es que las camareras de piso ganen 1.500 €/mes (el sueldo mínimo a 25 km de Figueres), que todas las camas de hotel sean elevables y que los turistas que no puedan o no quieran pagarlo. vayan a otro destino. No nos quedaremos sin ella.
Ahora lo que hace falta es que estas ideas no tengan que esperar once años a formar parte del pensamiento ortodoxo.