Los vientos de guerra que recorren el mundo no parecen haber perdido a la gente las ganas de hacer vacaciones en verano. Hace unos días se celebró en Berlín la ITB, la Feria Internacional de Turismo, en la que nuestras fuerzas vivas volvieron a mostrarse exultantes. España, como unidad de destino en lo turístico, aspira a batir la cifra récord de los cien millones de turistas en la temporada que nos espera. Solo en Baleares se esperan veinte millones, que serían dos millones más que el año pasado, cuando hubo protestas bastante serias de buena parte de la ciudadanía, denunciando que la masificación, la saturación y el colapso de Baleares y Pitiusas eran insoportables, invivibles y, por supuesto, insostenibles. Es difícil vivir en unas islas que cada año quedan literalmente agotadas (en cuanto a sus servicios, a sus recursos naturales, a la calidad de vida de las personas que residen en ella) y que cada vez consiguen recuperarse menos durante los pocos meses de relativa tranquilidad invernal. Algo parecido, salvando obviamente las proporciones, le sucede en la ciudad de Barcelona, que hace tiempo (muy particularmente durante los mandatos de los alcaldes Clos, Hereu y Trias) se balearizó fuertemente en lo que se refiere a su industria turística. Se trata de una forma de entender el turismo "que tiende a priorizar la experiencia de los visitantes por encima del bienestar de los residentes locales".
Estas últimas palabras las he reproducido entre comillas porque no son mías, sino de la guía turística americana Fodor's, una de las pocas que todavía logran mantenerse como un referente internacional en su ámbito. Fodor's publica una No List de lugares que desaconseja visitar, y hace apenas mes y medio incluyó Baleares y Barcelona. También Canarias y Venecia. Los expertos de Fodor's consideran que conviene evitar todos estos sitios precisamente por tres motivos: masificación, saturación y colapso. Tres términos que, al menos en lo que respecta al turismo, podemos leer como sinónimos, y que en cualquier caso se pueden resumir en una sola idea: agotamiento. Agotamiento de un modelo turístico que ya ha dado todo lo que podía dar de sí, y que ahora se vuelve contra los mismos que le han abrazado sin pensar nunca en ponerle, si no alternativas, al menos algún tipo de contrapeso. Pero también agotamiento de los lugares, de las personas, de los propios paisajes.
Sin embargo, nuestros gobernantes piensan persistir. En Catalunya el Gobierno está determinado a llevar adelante una ampliación del aeropuerto que, hoy por hoy, sólo parece servir el propósito de aumentar el turismo de bajo coste. En Baleares la presidenta Prohens llegó a admitir el pasado año que estas islas estaban masificadas y que (palabras textuales) se había "llegado a un límite", pero este año lo niega, presionada por los hoteleros, y afirma que "si recibimos más turistas, pero más repartidos, iremos por el camino correcto". Parece que el mundo se prepare para dar un trueno, pero si nos apresuramos, nosotros lo podemos hacer antes.