Cuando el canciller alemán Olaf Scholz, en un discurso ante el Parlamento el 27 de febrero del 2022, describió la invasión rusa de Ucrania como un zeitenwende (punto de inflexión), el riesgo de que la guerra se extendiera ya era evidente. Pero, ¿anticipó Scholz que asistiríamos a una cadena de guerras regionales o que las tensiones entre las grandes potencias empezarían a aumentar casi a diario? Lamentablemente, aquí es donde nos encontramos hoy.
La guerra de agresión no provocada del presidente ruso Vladimir Putin fue simplemente la primera pieza de dominó. El 7 de octubre Hamás lanzó un brutal ataque terrorista contra Israel desde Gaza y mató a 1.400 israelíes –la mayoría civiles– y secuestró a más de 200 más. ¿Cómo podría darse un golpe tan mortal a la potencia militar y de inteligencia más fuerte de Oriente Medio? ¿Puede una organización terrorista como Hamás haber conseguido esta hazaña por sí sola?
Considerad la precisión del ataque y toda la planificación que se llevó a cabo. Claramente, el objetivo no era simplemente montar una exhibición sangrienta de brutalidad despiadada contra civiles israelíes, incluidos niños y abuelas. Más que eso, se pretendía reactivar el trauma judío repitiendo las atrocidades del Holocausto: el intento de los nazis de exterminar a todo el pueblo judío. El mensaje para los judíos es que nunca deberían sentirse seguros, ni siquiera con la superioridad militar de Israel. Por supuesto, Hamás no está solo a la hora de perseguir ese objetivo. Así que, de nuevo, cabe preguntarse si detrás del ataque había un estado. Por razones obvias, las sospechas han recaído sobre Irán.
En cualquier caso, el ataque del 7 de octubre dejó todo Oriente Medio al borde de una gran guerra. Estando en juego la misma existencia de Israel, Estados Unidos y Europa inevitablemente se han visto atraídos. Pero también otros, como China (un importante importador de hidrocarburos iraníes), que, según se ha informado, ha desplegado barcos de guerra en la región.
Por su parte, Israel no tiene mucha más opción que tomar represalias militares para restaurar su poder de disuasión, aunque esta guerra va a costar muchas más vidas civiles y profundizará el odio entre los dos bandos. Quienes planificaron la operación del 7 de octubre contaron sin duda con este resultado, lo que sugiere una vez más que Hamás no actuó solo.
Un paralelismo sorprendente entre las guerras en Ucrania y Gaza es que ambas implican una lucha por la misma supervivencia de un estado nación existente. Pero igualmente importante es que ambos confirman que estamos siendo testigos del surgimiento de un nuevo orden mundial. Si bien Occidente apoya firmemente en Israel, potencias autoritarias como Rusia y China están tomando de forma oportunista el otro bando, al igual que lo hace gran parte del Sur Global debido a sus propios recuerdos traumáticos de la colonización.
Occidente no puede aceptar sin más esta dinámica de nosotros contra el resto, que se hizo demasiado evidente con el ataque de Putin a Ucrania. A largo plazo, esta polarización geopolítica dejará a todos en una situación peor. Pero revertir la tendencia requerirá esfuerzos diplomáticos heroicos. Como parte esencial del nuevo orden mundial, el Sur Global exige reconocimiento y una silla a la mesa.
Además de las guerras en Ucrania y Oriente Medio, también existe la creciente amenaza de un conflicto militar en el mar de China Meridional o el estrecho de Taiwán, que involucraría directamente a dos superpotencias: Estados Unidos y la China. En este contexto, guerras como la que enfrenta a Armenia y Azerbaiyán por el Alto Karabaj corren el riesgo de quedar en el olvido.
Históricamente, los esfuerzos por cambiar el equilibrio global de poder, o por revisar e imponer un nuevo orden internacional, nunca se han producido sin violencia. Esto hace que el tono cada vez más agresivo con el que se tratan las grandes potencias sea aún más preocupante.
El mundo de la pax americana posterior a 1945 parece más vulnerable que nunca. Más que esperar a ver si finalmente se desmorona por sí sola, sus principales rivales tienen ganas de explotar sus evidentes debilidades. En la medida en que todavía existe una comunidad internacional, parece que su voluntad de mantener lastatu quo ha disminuido notablemente.
Es difícil no pensar en 1914, cuando los acontecimientos cobraron vida propia y precipitaron la guerra mundial. El honor y la ambición se anteponen a la razón, que vuelve a ser esclava de las pasiones religiosas y nacionalistas. En la agitación actual vislumbramos un mundo sin orden. Quienes ridiculizan al presidente estadounidense Joe Biden por su edad deberían preguntarse qué pasaría si esta última crisis en Oriente Medio se desarrollara sin un liderazgo tan prudente y experimentado en la Casa Blanca. El mundo sería un lugar aún más incierto y peligroso.
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