¿Por dónde vas, por dónde vas?

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Un hombre mira el móvil en su casa.

Afirmo que puedo, con un destello, saber si el ser humano que tengo delante es o no es lector. Porque los ojos del lector son distintos a los del no lector. Ser lector. Tener siempre un libro entre manos. Leer whatsapps, leer las últimas horas que te llegan al móvil en forma de pienso de gato, estudiar, no es ser lector. Es leer cosas. No es lo mismo conducir que ser conductor, cocinar que ser cocinero. Es evidente que leer (transformar signos en todo un mundo, a suficiente velocidad y con suficiente competencia para olvidar, por completo, que lo estás haciendo) te pide un tipo de esfuerzo diferente (al principio) que ver una historia en una pantalla.

He descubierto algo que me gusta mucho hacer en la vida. Recomendar. Cuando el primer libro resulta un acierto (encontraré un libro para cada una de las personas que conozco, después de dos o tres preguntas) y el segundo, sin pausa, también, sé que lo he conseguido. Durante la lectura voy preguntando aquello, lo que preguntas: "¿Por dónde vas, por dónde vas?" Intento comunicar a los de mi entorno el vicio -que primero, como todos los vicios, es un hábito- de la lectura. Para ello, claro, debe dejar el móvil que tiene en la mano, constantemente, cuando va al inodoro, al trabajo, a clase, a una reunión, a la cama, mientras cocina, mientras camina por una ciudad que no conoce , mientras está en el teatro, mientras ve una serie, cuando desayuna en el bar... Cuando lo consigo, cuando alguien coge un libro y rige, el tercer día me dice “estoy más concentrado” o “estoy menos enojado”. El cerebro, con la lectura, realiza conexiones y relaciones. Así es. Un lector habitual siempre, siempre tendrá una mirada panorámica. Y perdona la triste metaforota, pero quien tiene siempre el móvil en frente de los ojos tendrá la mirada del caballo adornado con cerraduras, que son aquellos elementos de cuero que se le pone a la bestia para que no se asuste o no se distraiga. ¿Por dónde vas?

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