Este verano hemos vuelto a los 70

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José María García

Quizás el nombre de Pau Porta Bussoms (1923-2009) no les suena de nada. Pero si tienen más de 40 años, digo "Pablo Porta" y lo asocio al periodista José María García, entonces es muy probable que les vengan reminiscencias de hace casi medio siglo. Porta, falangista convencido, fue presidente de la Federación Española de Fútbol entre 1975 y 1984, hasta que Felipe González lo defenestró con un decreto ad hominem convenientemente camuflado de decreto normal y corriente. Así terminaron las rencillas entre dirigente y periodista, a menudo subidísimas de tono y con réplica judicial. Las estridentes homilías nocturnas de García marcaron el estilo agrio, histérico y desproporcionadamente agresivo que al cabo de unos años recuperarían personajes como Federico Jiménez Losantos y otros. Todo esto me ha venido a la cabeza, obviamente, por el asunto Rubiales. En este caso, y por razones físicas evidentes, no podemos hablar literalmente de caspa, pero sí de caspa simbólica. Cabe decir que el estilo de Rubiales se parece más al de un incontinente verbal como José María García que al del pícaro Porta, que solía dosificar homeopáticamente sus declaraciones. Lo que no podemos olvidar –y se ha hecho estos días– es que estamos hablando de fútbol. El fútbol es un noble deporte, sí, pero también es un inframundo de billetes en bolsas de basura, mariscadas sucias con final feliz, coches demasiado relucientes y cuñados que sujetan la copa de cava levantando el dedo pequeño. Me gustaría pensar que las futbolistas –las veo mucho más sensatas– no se dejarán arrastrar por esta inercia, que tiene un componente ético y otro estético.

También me han hecho volver al 1978 polémicas que nunca han estado del todo muertas y enterradas, pero que a lo largo de considerables períodos de tiempo se encontraban en una situación de coma político inducido. Me refiero a perder medio minuto de nuestras cortas vidas discutiendo si el valenciano tiene más que ver con el catalán que con el código Morse. Todo esto me hace retroceder, más amargamente que melancólicamente, al Once de Septiembre de 1981, cuando empecé el antiguo COU. Es cuando le pusieron la bomba a Joan Fuster en su casa de Sueca. Yo estudiaba en el instituto de Fraga, en la Franja de Ponent, donde, a diferencia de lo que ocurre hoy en nuestra casa, en el patio se hablaba en catalán y en el aula en castellano. Recuerdo lo de Fuster porque, de las escasas tres o cuatro cosas que siempre he tenido claras, la cuestión de la lengua es una de ellas, y a los casi sesenta años no se ha movido. En les Terres de Ponent ya se había sufrido un intento de segregación lingüística a través de un opni (objeto político no identificado) llamado leridanismo, auspiciado por conspicuos falangistas e intelectuales locales de poca monta. Que a finales de agosto del año 2023 tenga que escuchar a analfabetos funcionales que ahora tienen un cargo gracias a que el Once de Septiembre de 1981 brindaron con una copa de sol y sombra de cantina de cuartel militar para celebrar el escarmiento a Fuster, me genera algo parecido a "unes ganes petites de plorar", por citar un verso de mi admirado Vicent Andrés Estellés.

Las noticias sobre la nueva misión que tratará de localizar al monstruo del lago Ness, y que la televisión pública de Catalunya y otros medios han explicado profusamente, también me llevan a esa época, cuando –ya sé que suena raro, pero es rigurosamente cierto– el diario Abc tenía una sección específica sobre ovnis, aunque lo que se observaba entonces, en plena Transición, eran precisamente opnis. El día 6 de septiembre de 1975, poco antes de la muerte del general Franco, el programa de televisión Directísimo, dirigido por José María Íñigo, superó los 20 millones de espectadores durante la aparición del prestidigitador israelí Uri Geller (España solo tenía entonces 35 millones de habitantes, por lo que aquella audiencia impresiona aún más). La imagen de un tipo doblando cucharas debido, supuestamente, a sus poderes paranormales en aquella España tan ingenua y pedregosa, tan violenta y al mismo tiempo tan dócil, constituyó un fenómeno insólito. Que a finales de agosto del año 2023 vuelva como vuelve el alioli, con esta historia putrefacta del lago Ness, me parece alarmante.

Puestos a completar este viaje en el tiempo, he llamado a mi madre a la Granja d'Escarp para ver si conservaba un ejemplar de la revista Lib de esa época donde había un póster de Nadiuska. Pese a haber pasado 45 años, ha simulado no saber dónde las escondía, supongo que por decoro (palabra entrañable en vías de extinción).

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