Era inevitable que más pronto que tarde se tuviera que reformar el sistema de pensiones del estado español, porque los números no salen. Y no había que esperar a que los primeros nacidos en la etapa del baby boom llegaran a la edad de la jubilación para saberlo, porque las proyecciones demográficas, como es obvio, se pueden hacer con décadas de anticipación.
La última de las modificaciones acordadas entre el gobierno español y los sindicatos prevé establecer el llamado mecanismo de compensación intergeneracional, que subirá las cotizaciones un 0,6% y tiene por objetivo rellenar la llamada hucha de las pensiones, que el gobierno de Mariano Rajoy dejó bajo mínimos. Hoy hay 2.100 millones de euros y en 2011 había 67.000 millones. Supuestamente, con este mecanismo se pretende conseguir ahorrar 50.000 millones hasta 2033. Sobre este parche, nadie se puede creer que pasados diez años se dejará de aplicar, porque las dificultades de sostenibilidad del sistema serán todavía más graves. Pero, además, teniendo en cuenta que la factura anual de la Seguridad Social supera los 100.000 millones de euros anuales, nada permite pensar que el dinero ahorrado en la hucha de para mucho.
El tema de las pensiones es nuclear en el estado del bienestar, pero no se habla claro a los ciudadanos. Entre mucha gente existe la creencia de que todo el esfuerzo que hace pagando las cotizaciones durante su vida laboral es guardado por el Estado y que, cuando le llegue la edad de jubilarse, se le devolverá este esfuerzo en forma de pensión. La realidad, sin embargo, dicho sin matices, es que con las cotizaciones cobradas el mes anterior se pagan las pensiones del mes siguiente. Siendo así, es evidente que además del número de personas que cotizan también es muy importante cuál es el importe de su cotización, que está directamente relacionado con el importe de su salario. Por eso, cuanto más precarios son los trabajos y los salarios, más bajas serán las pensiones. En resumen, con salarios precarios solo se pueden esperar pensiones de miseria.
Si el sistema de pensiones tiende a ser insostenible por él mismo, parece fácil intuir que pasarán tres cosas: primera, se subirá (a expensas de reducir sueldos) el importe de las cotizaciones; segunda, se reducirá (complicando los criterios) el importe de las pensiones, y tercera, se irá alargando todavía más la edad para acceder a la jubilación. Otra alternativa posible, si lo que se ingresa por cotizaciones no es suficiente para atender todos los pagos, será usar el dinero de los presupuestos, por lo tanto de los impuestos, para poder atender todos los pagos. Si esto pasara, está claro que se resentiría todavía más la calidad de los servicios públicos, que ya estarán muy tensados por las necesidades que exige una sociedad muy envejecida.
Que las generaciones más jóvenes, las posteriores al baby boom, que tienen de 40 años para abajo, vean lejos el hecho de jubilarse no es un motivo para olvidarnos de ellas, porque las decisiones que no se tomen hoy serán las que les afectarán en el futuro, cuando el margen de maniobra para corregir el rumbo será muy limitado o inexistente. Hoy, a estas generaciones más jóvenes nadie les puede convencer de que pueden estar tranquilas. Los grandes indicadores más bien son un mal augurio, pero se merecen que se les diga la verdad.
Especialmente en un estado como el español el futuro no es tranquilizador. No hay que hacer previsiones apocalípticas ni convertir las incertidumbres en miedos, pero hay elementos objetivos que son preocupantes. Por ejemplo, el Reino de España acumula una deuda pública de récord, de 1,42 billones de euros, que puede comprometer todavía más las finanzas públicas si a medio plazo los tipos de interés se ensartan como en otras etapas. También el hecho de estar a la cola del mundo en tasa de natalidad o ser de los países donde los jóvenes entran más tarde al mercado de trabajo y donde el paro juvenil y el paro estructural son más elevados son factores que van en contra de un sistema sólido de pensiones.
El tema de las pensiones no es algo que solo afecte a la gente mayor, sino que concierne a todas las generaciones. De hecho, las que tienen menos motivos de preocupación son aquellas que ya están recibiendo pensiones o las que lo harán en los próximos años. Lo que es inaceptable es que no se explique cuál es la realidad a la que se enfrentan las generaciones más jóvenes cuando hablamos de pensiones o que no se tenga la valentía de plantear escenarios que permitan tomar decisiones con tiempos, sin que sean traumáticas. Pero, sin duda, la mejor manera de asegurar las pensiones de las generaciones más jóvenes es poner las bases para tener un mercado de trabajo de más calidad, con sueldos dignos. Si no, los salarios bajos de hoy serán las pensiones de miseria de mañana.