El conseller de Salud, Josep Maria Argimon, ha reconocido este lunes que no se esperaba la escalada de contagios de covid-19 que se ha producido en Catalunya en los últimos 15 días. "Pensaba que habría un repunte, pero nunca esta explosión de casos", ha admitido sin esconder su contrariedad. Y es que el virus corre desbocado en las franjas más jóvenes de la población, con una incidencia acumulada a 14 días por cada 100.000 habitantes de más de 3.000 en el segmento entre los 15 y los 29 años.
Esta escalada ya obligó a la Generalitat a cerrar el ocio nocturno no hace ni una semana, y ahora ha tenido que decretar el cierre de todas las actividades, desde la restauración hasta los actos culturales, a las 00.30 h. También se limitan los encuentros a menos de 10 personas y se toman medidas, como la prohibición de comer y beber en el espacio público, que buscan reducir al máximo las aglomeraciones y la presencia en la calle de los jóvenes de madrugada. En realidad se trata de un toque de queda encubierto, a pesar de que no es nada descartable que se acabe aplicando uno de verdad después de que la justicia valenciana haya avalado el que ha planteado el ejecutivo de Ximo Puig. Queda la duda de si estas medidas no se habrían tenido que tomar todas de golpe ya hace una semana, cuando ya se veía que las cifras subían de forma exponencial.
En todo caso, este "nuevo esfuerzo" que ha pedido el conseller de Interior, Joan Ignasi Elena, llega después de que todos juntos creyéramos que estábamos al final del túnel, y con el sistema sanitario muy desgastado y la población general agotada, sobre todo mentalmente. Y es que lo cierto es que se tiene que reconocer que el virus nos ha vuelto a ganar la partida. La nueva variante delta ha multiplicado la afectación entre la población no vacunada y ha aprovechado la rendija entre la primera y la segunda dosis para multiplicar los contagios a una velocidad vertiginosa entre los jóvenes, irradiando finalmente al resto de la población.
Y la cantidad de jóvenes infectados es tan grande que, a pesar de que solo un 1% necesitan ser ingresados, los hospitales ya están notando esta sobrecarga. Es especialmente significativo que uno de cada cuatro ingresados en la UCI tenga menos de 40 años, mientras que antes eran solo un 4%, y que la media de edad de los hospitalizados haya bajado de los 63 años a los 50. Hay que combatir la idea de que los jóvenes son inmunes a la enfermedad porque no es cierto, y lo podemos ver cada vez más en nuestro entorno más inmediato.
Por desgracia esta "explosión" de casos tendrá una afectación también económica, especialmente en la restauración, pero también sobre el sector turístico en general, que había cruzado los dedos esperando que la vacunación hiciera efecto y sirviera para salvar la temporada. No será así. Catalunya, y especialmente Barcelona, se ha convertido en un foco importante de la enfermedad y es esperable que haya una bajada en las reservas. Toca ser el máximo de cuidadosos y esperar que en pocas semanas, gracias a la vacunación, podamos decir que la pesadilla se ha acabado.