Soberanismo

10 años del abrazo que hizo posible el 9-N

Artur Mas y David Fernàndez rememoran la primera consulta nacional sobre la independencia

Barcelona“Al final del día fui a saludar a la gente que había colaborado con la jornada. Y entonces me encontré con ese personaje allí. Se levantó, me hizo un saludo a distancia, nos acercamos y salió el producto de una emoción contenida”. Era un abrazo y se convirtió en símbolo de lo que había representado esa jornada. "No estaba planificada, fue espontánea", insiste quien era presidente de la Generalitat durante la consulta (finalmente proceso participativo) del 9-N, Artur Mas. El ARA le ha reunido diez años después con el otro protagonista de la imagen, el entonces diputado de la CUP David Fernández. Durante esta década no han dejado de abrazarse, explican ambos desde el auditorio del Institut Goethe de Barcelona, ​​que ha cedido sus instalaciones para la conversación.

Captura de vídeo del abrazo entre Artur Mas y David Fernàndez, la noche del 9-N

El abrazo

CiU y la CUP, antagónicas ideológicamente, unidas en una misma causa. “Era un buen mensaje de cara a España: una unidad democrática en torno a una urna”, dice Fernández. Con Mas les unió más que la defensa del derecho a la autodeterminación. Aquel abrazo, de hecho, simbolizaba la comunión de dos personas que nunca se levantaron de la mesa cuando más difícil parecía.

Llegar al 9-N no fue fácil. En primer lugar, por los obstáculos del Estado. "El verano del 2014 hice un último intento", recuerda Mas. Se reunió con el presidente del gobierno español, Mariano Rajoy, para recibir un último “puertazo”. “Le dije que si no había forma de acordar nada con él, yo intentaría hacer una lista unitaria del mundo soberanista. Me miró y se echó a reír. Él encontraba inconcebible que nos pusiéramos de acuerdo a gente tan diferente”.

Pero los obstáculos también fueron internos. Tres semanas antes del 9-N, se celebró en el Palau de Pedralbes una reunión decisiva. Allí Mas explicó a sus interlocutores (CDC, Unió, ERC, ICV y la CUP) que la consulta no podría celebrarse tal y como estaba convocada por los problemas legales que implicaría y que debía encontrarse una solución. “Recuerdo cuando nos quedamos solos. Yo estaba con Isabel Vallet, comunicando que nosotros no nos moveríamos de esa mesa”, dice Fernández. Oriol Junqueras y Joan Herrera, los líderes de ERC y de ICV, abandonaron el encuentro al sentirse estafados por Mas. "Nosotros veníamos con el mandato de una asamblea que decía que el 9-N votaríamos aunque fuera en una caja de zapatos".

El Govern se quedó solo con la CUP. "Presentamos nuestras condiciones y el presidente nos dijo que las aceptaba todas menos una". "¿Cuál?", pregunta Mas. "Una vez pasamos de consulta a proceso participativo dijimos "Si prohíben el proceso participativo, desobedecemos", y tu respuesta fue que todavía no nos lo aceptabas, pero que sí decidiríamos juntos qué haríamos".

Unidad

Para el 9-N se puso de acuerdo todo el soberanismo, de derecha a izquierda, sumando el espacio que ahora representan a los comunes. “No habríamos podido llegar hasta allí si mundos tan distintos, antagónicos, no hubiesen puesto por encima de su doctrina un bien superior. En ese caso, más que la independencia, era el derecho natural de cualquier pueblo a decidir su futuro”, dice Mas.

A pesar de su semántica, el concepto unidad es el arma más arrojadiza dentro del soberanismo desde hace años. Unos partidos acusan a otros de haberla dinamitado a partir del otoño del 2017. “Estaba democráticamente más tranquilo y más esperanzado cuando en la Moncloa veían la unidad política catalana. Hace años que se están fumando un puro”, dice Fernández. “En ese momento tocaba entenderse. Y ahora también, lo que ocurre es que todo aquello se ha ido dañando”, añade Mas, que recuerda, sin embargo, que los caprichos del destino han hecho que en un momento de descenso electoral el independentismo sea decisivo en Madrid.

“Muchas veces priman los intereses de partido, pero allí primó el reclamo social y un deseo que supimos descodificar, que era que la gente tenía ganas de salir a votar”, afirma convencido el cupero, que reivindica todas las “ unidades” que han hecho avanzar al país, como la Assemblea de Catalunya durante el franquismo. Pese a las reticencias a los cambios introducidos por Mas, ERC e ICV se acabaron sumando al proceso participativo. “Hubo un preludio importante de esa unidad: cuando presentamos la pregunta. Al día siguiente de esa rueda de prensa recibí la primera llamada desde Madrid. ¿Qué estaba pasando? Pues que estábamos juntos desde el anticapitalismo de la CUP hasta Duran i Lleida y todo lo que hay en medio, que es la corriente central del país”, dice Fernández.

Artur Mas anuncia la pregunta del 9-N el 12 de diciembre del 2013 en el Palau de la Generalitat, acompañado de representantes de los partidos soberanistas

“¿Quiere que Cataluña se convierta en un estado? En caso afirmativo, ¿quiere que este estado sea independiente?” La pregunta doble de esa consulta –el 81% de los catalanes respondieron afirmativamente a ambas preguntas– permitió sumar organizaciones no independentistas partidarias del derecho a la autodeterminación.

Camino del 1-O

El Tribunal Constitucional suspendió primero la consulta –convocada a través de una ley específica aprobada en el Parlament– y el proceso participativo en el que se convirtió después de ese veto. Sin embargo, el 9 de noviembre de 2014 hubo urnas en Catalunya. "El Estado estaba totalmente en contra, pero todavía no había pasado la frontera de enviar a la policía", dice Mas. La principal diferencia entre el 9-N y el referéndum del 1-O es, de hecho, la represión policial y judicial que le siguió. “Entonces ya lo combatió con la Fiscalía –Mas fue uno de los inhabilitados en el proceso judicial posterior y uno de los multados con más de 6 millones de euros por el Tribunal de Cuentas– y ya estaba la operación Catalunya en marcha, pero no envió a la policía y la Guardia Civil”, insiste. Según él, el 9-N hizo que el Estado quedara con “el orgullo tremendamente herido” y sus estructuras “se conjuraron por no encontrarse nunca más con esa situación, y cuando llegó el 1-O enloquecieron”.

La violencia policial que se vio el 1-O no se vio el 9-N. “El 1 de Octubre se vio a un pueblo que quería votar pacíficamente sobre la independencia por segunda vez y un estado represor que no permitió que la gente votara con tranquilidad”, dice Fernández.

Ambos ven claro el hilo conductor entre los dos intentos de referéndum. "No se entendería el 9-N sin las consultas que se hicieron antes, y no se entendería el 1-O sin el 9-N", detalla el exdiputado de la CUP, que aprovecha para poner en valor el su partido, contra el que a veces no ha escondido las críticas: "Hubo 9-N porque la CUP aguantó la mesa e hizo lo mismo el 1-O".

Hacer partícipe al no

El 9 de noviembre de 2014, 2,3 millones de catalanes votaron en la primera consulta sobre la independencia de ámbito nacional. “Hemos hecho dos consultas generales sobre la independencia, en 2014 y 2017. Y fue a votar mucha gente, más de dos millones, pero estamos en un país en el que pueden ir a votar casi 6 millones de personas”. La reflexión es de Mas, y enlaza con el movimiento posterior al 9-N: las elecciones plebiscitarias del 27 de septiembre del 2015. “En la consulta votan fundamentalmente a los que quieren la independencia y se quedan en casa los que no. En cambio, en unas elecciones vota a todo el país”, apunta.

Personas haciendo cola para votar el 9-N en un colegio electoral del barrio de Gràcia en Barcelona

Casi el 75% del electorado participó en aquellos comicios del 2015 en los que el independentismo logró la mayoría absoluta en escaños pero se quedó en el 48% de los votos. "Cuando sacas mayoría absoluta votando el 80%, la legitimidad ya la tienes", indica. “Pero tienes que saber encauzar bien. Y eso es lo que ha fallado en los últimos años en el independentismo, coinciden ambos, que recuerdan también los comicios del 2021 en los que se logró el 51% de los votos pero con una muy baja participación electoral. “Hemos recogido lo que se ha labrado. Cinco años sin ponerte de acuerdo hacen que sea normal que la gente se vaya a casa”, explica Fernández.

La papelera de la historia

La CUP nunca se levantó de la mesa para hacer posible el 9-N, pero la alianza estratégica con Mas acabó tras las elecciones del 2015. Los cuperos sacaron pecho de haber enviado a Mas “a la papelera de la historia”. “A mí la CUP no me envía a la papelera de la historia. Soy yo quien decide marcharse”, dice el expresidente. Ciertamente, tenía una alternativa: no aceptar el veto de los cuperos y provocar la repetición electoral. "Cuando estás en un punto tan crucial, debes tener un sentido de la trascendencia", responde Mas.

¿Habría vuelto a hacer lo mismo? “Viendo todo lo que ha pasado, ¿habría actuado igual? Yo no lo sé, pero no podía presuponer que cuando el Estado anulase la autonomía catalana dos años después, la conclusión de los partidos sería «a partir de ahora cada uno en su bola»”. Fernández no ha escondido que él no compartió el veto de la CUP: “En mi primer artículo en el AHORA defendí que se cedieran dos votos”, recuerda. Eran los dos votos que necesitaba Mas, pero que acabó recibiendo a Carles Puigdemont.

La conversación, cordial en todo momento, llega a su fin y regresa al 9-N, “el día que este país se abrazó a sí mismo”, dice David Fernández. “Ahora hay más veces que abrazos”, lamenta Artur Mas.

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