Xavier Domènech: "El 15-M y el Procés son dos hijos de la misma problemática"

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Xavier Domènech: “El 15-M y el Proceso son dos  hijos de la misma problemática”

BarcelonaXavier Domènech (Sabadell, 1974) es historiador y vivió de cerca el surgimiento del 15-M. Después dio el salto a la política y llegó a liderar En Comú Podem.

¿Dónde estaba usted el 15-M de hace 10 años?

— En la manifestación que bajaba por Vía Laietana. El 15-M es el primer movimiento de masas que se organiza dentro las redes. Aquella primera manifestación fue absolutamente impresionante, guapísima.

¿En qué momento es consciente de que aquello es algo más que una simple manifestación?

— Creo que la conciencia de estar viviendo un momento absolutamente extraordinario ya viene de un poquito antes. Recuerdo la huelga general del 29 de septiembre de 2010, la eclosión de la PAH... El paso a las plazas, de autoorganización, de debate colectivo, convierte aquello en un fenómeno absolutamente extraordinario. En los momentos más álgidos del 15-M, entre el 70 % y el 80 % de la población del Estado apoya un movimiento que está poniendo en cuestión el conjunto del sistema. Esto no había pasado nunca.

Sin embargo, aquel mismo mes hay unas elecciones municipales y autonómicas en que el PP arrasa. Hay una realidad en la calle y una en las urnas.

— Creo que no. La explosión del 15-M no es solo una impugnación a la derecha, es una impugnación también a la izquierda política en aquellos momentos para aceptar la salida unívoca de la crisis. Por lo tanto, yo creo que se explica aquel resultado por eso.

¿Qué papel juega usted?

— Ahí había gente mucho más relevante, como Gala Pin, Manu Simarro, Hibai Arbide... Yo estaba más implicado en aquellos momentos en la Plataforma en Defensa de la Universidad Pública, pero estoy en el 15-M y en las reuniones de ¡Democracia Real Ya! para preparar aquello.

Muchos de estos nombres acabáis participando en política. Aquel movimiento se acaba traduciendo en unos partidos y unas organizaciones.

— El agosto de 2011, el PSOE y el PP pactan la reforma del artículo 135 de la Constitución. La PAH en aquellos momentos hace un trabajo inmenso de recogida de millones de firmas para hacer una ILP por el tema de la vivienda y llega al Congreso y ahí prácticamente ni se discute. Ante este cierre absoluto del sistema respecto al 15-M, hay iniciativas bastante plurales en todo el Estado como los comuns, las mareas..., y también la articulación de lo que será un espacio político mucho más amplio para asaltar al bipartidismo.

En el caso de Podemos, es una iniciativa que tiene éxito pero que no logra el objetivo de asaltar el poder.

— Está claro, las esperanzas eran tan altas que no se cumplieron. Lo que pasa es que no deja de ser impresionante. Se llega a los ayuntamientos de Barcelona, Madrid, Valencia... Millones de personas pasaron a tener gobiernos que estaban fuera del sistema político tradicional. Y en el Congreso se rompe el bipartidismo.

En Catalunya el movimiento del 15-M tiene unas características propias y se mezcla con el proceso soberanista. ¿Hay tensiones?

— Es una relación a veces confluente y a veces conflictiva. Hay una parte del 15-M que quizás después irá hacia el independentismo, pero a la vez hay una parte de reacción del nacionalismo histórico conservador en Catalunya durísima contra el 15-M. Y después porque está el gran momento de confrontación que es el tema del asedio al Parlament, en el que prácticamente desde la Generalitat se dice que aquello era un golpe de estado. Se acusa mucho al 15-M en aquellos momentos de no aceptar la autodeterminación de los pueblos, y no es verdad, se aprobó inmediatamente. Ahora bien, es verdad que el tema nacional no es central en el 15-M.

Una reivindicación que sí que era central es la de la crisis de representatividad institucional.

— Aquí el 15-M sí que liga mucho con el Procés. Son dos hijos de la misma época y de la misma problemática que expresan, con propuestas diferenciadas, lo que es un gran reclamo de soberanía.

No sé si el 15-M también ha tenido un cierto desencanto con la política. Iglesias, que era el exponente más claro, lo ha dejado.

— En el caso de Pablo hay un análisis político, que él dice la noche electoral: “Mira, es que mi figura ha llegado a ser tan construida como una caricatura por la derecha que está polarizando y generando movilización. Por lo tanto, si yo estoy aquí para ser útil políticamente y no lo soy, pues quizás me retire”. Pero en cuanto a pregunta que hacías: cuando un movimiento político va consolidando un espacio, es normal que también haya gente que diga “Bueno, no era mi perspectiva”, o que haya insatisfacciones y que digan que finalmente no era su modelo de vida.

El otro gran liderazgo es Ada Colau. ¿Cómo ves su caso?

— Es una figura política que consiguió una cosa extraordinaria: ser la primera alcaldesa de Barcelona. Y además protagoniza, desde la PAH, este paso de llegar desde las calles hasta las instituciones. Ahora está el debate de si volverá a presentarse o no. No sé qué hará. Con Pablo tampoco lo sabía, a pesar de que lo sospechaba porque había tenido una conversación muy larga y personal con él en enero y me dijo cosas con qué pensé, “Se irá”.

¿Tienes la misma relación con él que con Colau ?

— No, porque con Pablo hay algo personal. Vivimos muy intensamente el periodo 2015-2016, la entrada en el Congreso. Y aquello es muy salvaje. Las primeras negociaciones con el PSOE son muy salvajes y toda la presión mediática de aquellos momentos es brutal. Y esto genera unos vínculos políticos, y también personales, muy fuertes.

¿Cómo ves desde fuera las negociaciones en Catalunya?

— Es muy triste. Tenemos un gobierno y unas instituciones paralizadas desde hace más de siete meses y a la vez una sensación de bloqueo, porque incluso si hacen gobierno uno se pregunta: “¿Para hacer qué?” Lo que justificaba el gobierno juntos era la unidad patriótica por la consecución de la independencia en 18 meses. Si esto no tiene que pasar ahora, ¿por qué tienen que gobernar juntos?

¿A usted cuál sería el modelo de Govern que le gustaría?

— Un Govern de las izquierdas soberanistas de Esquerra, CUP y comuns. Sería bueno porque lo que nos viene encima es una gran crisis del sistema. Este sí que sería un Govern más fuerte en relación con el Estado, porque habría dos actores del Govern de los cuales depende la gobernabilidad del Estado, y uno además está dentro del gobierno de España. Ahora, está claro, esto supone romper muchos marcos mentales.

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