ANÁLISIS

Así alimentó el PP el discurso que nutre al movimiento ultra

La estrategia de la crispación permanente y el odio hacia Sánchez desborda a los dirigentes populares en la calle

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Batalla campal en Ferraz

BarcelonaFue en 1980 cuando el estadounidense Sidney Blumenthal lanzó el concepto de "campaña permanente" para describir cómo la política se había enfocado ya de forma inequívoca a una carrera para ganar las siguientes elecciones. En la misma época también empieza a ponerse de moda entre los sociólogos el concepto de "polarización", primero basado en la desigualdad económica, pero que después se extendió a otros ámbitos. Podríamos decir que la fusión de ambos conceptos es lo que define la política actual, con ejemplos extremos como el de Donald Trump, pero que en el caso español tiene unas características propias que han derivado en el estallido de violencia frente a las sedes socialistas de los últimos días por parte de elementos ultras.

La galaxia ultra que hemos visto en las manifestaciones no nace de la nada, sino que se alimenta de un ecosistema mediático y de un discursos que no han sido elaborados en ningún sótano sino en las plantas nobles de la calle Génova, es decir, en la sede del PP español, desde hace décadas. La estrategia de la crispación se ensayó con éxito en el período 1993-1996 para forzar un adelanto electoral y echar a Felipe González. Pero fue a partir de 2004, con la llegada a la Moncloa de José Luis Rodríguez Zapatero tras los atentados yihadistas del 11-M, que se pone en marcha con todas las consecuencias.

Fijémonos en que la derecha nunca dudó de la legitimidad de los gobiernos de González, simplemente consideraba que eran perjudiciales, pero en el caso de Zapatero esto cambia: ese gobierno español era ilegítimo porque había llegado al poder a causa de un atentado terrorista que tenía como objetivo castigar el PP por la invasión de Irak e influir en el resultado electoral. José María Aznar fue el padre intelectual de esa idea, pero fue el periodista Pedro J. Ramírez quien se encargó de alimentar la teoría de la conspiración durante años. Mientras, en el Congreso, Mariano Rajoy acusó a Zapatero de "traicionar la memoria de los muertos" de ETA. El binomio gobierno ilegítimo/gobierno traidor ya estaba en marcha.

El objetivo del PP fue, tanto en ese momento como ahora, crear una situación irrespirable que comportara un adelanto electoral como el de 1996, pero solo salió adelante cuando llegó la crisis. Con Pedro Sánchez aplicaron la misma plantilla desde el primer día pero ahora las cosas habían cambiado. Ni en los años 90 ni en el 2004 estaban las redes sociales. Cuando llega el 2018, con la moción de censura, ya han proliferado los medios de derecha y extrema derecha que compiten por ver quién la dice más gorda y las redes son el medio ideal para hacer inocular discursos de odio a la audiencia. El Proceso, además, tiene una consecuencia inesperada para el PP: el electorado de derecha dura se siente humillado la jornada del 1-O y pasa primero a Cs y después hacia una formación inequívocamente ultra como Vox.

Alianza con los poderes económicos

Durante los últimos cinco años, en distintos grados, el PP ha mantenido el mismo discurso y la misma estrategia, con una sólida alianza con los poderes económicos. Desde programas de prime time cómo El hormiguero y El programa de Ana Rosa se ha demonizado a Sánchez y se han deshumanizado tanto podemitas como independentistas. Desde la radio de la Conferencia Episcopal española, la cadena Cope, personajes como Carlos Herrera han insultado día sí día también a Sánchez ya sus aliados, al igual que Federico Jiménez Losantos desde EsRadio. Articulistas como Jorge Bustos en El Mundo han dibujado a Sánchez como un autócrata. Y, finalmente, Vox y sus terminales mediáticos hablan abiertamente de "golpe de estado" y llaman a la policía a desobedecer las órdenes de sus superiores. ¿A alguien le puede extrañar que después de años con estos discursos haya gente que se sienta interpelada y crea que debe salir a la calle a defender a España?

El error del PP es pensar que podría cabalgar al tigre y graduar ese discurso a conveniencia, pero ahora se encuentra que la protesta la ha desbordado en la calle y Vox y el movimiento ultra por lo general le ha robado la cartera. Jugó con fuego y se quemó. Y, encima, enfrente se encuentra a una persona, Pedro Sánchez, que se mueve bien en la polarización y sabe sacar rédito, tal y como se vio en la campaña electoral. La técnica de Sánchez es la del judoka: se trata de aprovechar el impulso del otro para sacarle del tatami. El resultado para el PP no puede ser más desesperanzador: ha fracturado la convivencia en España, ha dividido el espacio de la derecha y ha forjado un bloque progresista/plurinacional que le cierra el pase a la Moncloa. Además, Alberto Núñez Feijóo ha ido demasiado lejos por ahora echarse atrás y virar la nave, lo que le obligaría a declarar la guerra en el eje Aznar-Ayuso. Ahora está obligado a mantener el rumbo, aunque sea por chocar contra las rocas.

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