Aragonès reafirma la apuesta por la mesa de diálogo y reclama "unidad de acción" a Junts y la CUP

Defiende que la única "estrategia ganadora" es la negociación con el Estado para un referéndum "acordado"

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Aragonès y Puigneró este martes

BarcelonaPrimer asalto del debate de política general con el discurso sin límite de tiempo del president de la Generalitat. Aragonès ha llegado al pleno con una propuesta de la CUP encima de la mesa anunciada una horas antes: celebrar un nuevo referéndum esta legislatura aunque no haya acuerdo con el Estado. En definitiva, un retorno a la unilateralidad por la vía de una nueva consulta a los ciudadanos. La réplica del president ha sido diáfana aunque no haya mencionado a los cuperos directamente: Aragonès se reafirma en su apuesta por la mesa de diálogo entre la Generalitat y el Estado y considera que el único referéndum viable es uno que sea "acordado y con el aval de la comunidad internacional". Es decir, no solo no está en disposición de sumarse a los planteamientos de los anticapitalistas, sino que les ha pedido –también a JxCat– que se sumen a la estrategia de la negociación con el Estado a través de una "unidad de acción" que fortalezca la posición catalana.

Esquerra firmó en la primavera dos acuerdos de investidura con la CUP y JxCat con los que creía ganar un cierto tiempo para hacer funcionar la mesa de diálogo con el Estado, pero, en la práctica, no ha sido así. Los cuperos ya han dado el instrumento por amortizado y Junts lo cuestiona a menudo afirmando incluso que ya le queda "poca credibilidad". Ante este escenario, el presidente catalán les ha pedido que recapaciten y den una oportunidad al diálogo. El president acepta que sus dos principales socios políticos lo vivan con "escepticismo", pero no entiende las críticas constantes. Así, les ha reclamado que trabajen para fortalecer la posición catalana en la mesa de negociación, puesto que "lo contrario es debilitar Catalunya en una de las situaciones más complejas" a las que se enfrenta. "Y nadie tendría que contribuir a debilitar Catalunya con sus acciones, conscientemente o inconscientemente", ha resuelto. Si el ex president Artur Mas era conocido por las metáforas marineras, el actual president republicano ha hecho una ferroviaria. Para Aragonès el diálogo es como un tren a punto de salir de la estación y, ahora mismo, el único tren al que considera que puede subir el independentismo sin riesgo de descarrilar. No existen "fórmules mágicas", les ha advertido. "Es el momento de aparcar los tacticismos políticos y subir al tren, de acumular fuerzas y de reforzar, desde dentro y desde fuera, la mesa de negociación", ha concluido.

Aragonès ha vuelto a vincular así su presidencia al futuro de la mesa de diálogo y lo hace convencido de que es la única "estrategia ganadora", a pesar de que es consciente de que el Estado no se lo pondrá fácil. No solo el PSOE, sentado al otro lado de la mesa, sino también el aparato judicial, la extrema derecha y el "deep state español". Ante este hecho, ha pedido al gobierno español que haga lo que esté en su mano para acabar con la represión hacia el independentismo, puesto que, si no lo hace, "será muy difícil hablar". El president de la Generalitat no tiene una respuesta para aquellos que le preguntan qué hará si la mesa no funciona, pero empieza a preparar el terreno por si acaso. Su argumento es que la comunidad internacional avala el diálogo y que, si este fracasa, el proceso de negociación habrá servido para que la Generalitat se cargue de "razones" ante la comunidad internacional a la hora de encarar la siguiente fase del Procés. ¿Cuál es esta fase? El president no ha querido ir tan lejos. Su objetivo es "culminar la independencia", pero sin calendarios preestablecidos.

Cohesió en el Parlament

A pesar de que las turbulencias entre los dos socios de Govern, ERC y JxCat, no han desaparecido con la nueva legislatura, Aragonès y el vicepresidente Jordi Puigneró han querido escenificar que el ejecutivo hace esfuerzos para estar cohesionado y, minutos antes de empezar el plenario, han celebrado una reunión conjunta con los grupos parlamentarios de sus respectivos partidos. Después, todo el ejecutivo, con el president y el vicepresidente al frente, han entrado juntos en el hemiciclo. De hecho, el president ha hecho un ruego que se puede interpretar tanto en clave de la relación siempre complicada que tiene con JxCat como en clave de la relación que mantiene con la oposición. "Abandonemos gestos estériles, la crispación, la polémica y el tacticismo [...] y trabajemos juntos desde los consensos", ha proclamado.

De hecho, uno de los retos que tiene Aragonès en esta legislatura es encontrar un socio fiable que le dé estabilidad y lo ayude a aprobar los presupuestos de 2022. Él quiere que sea la CUP, pero los cuperos ya eran reacios a hacerlo incluso antes de que Aragonès les enmendara de arriba abajo la idea del referéndum unilateral. No parecen, ahora mismo, el socio más factible. El president no ha aclarado si aspira ahora a convencer al PSC o los comuns para que sean ellos los avaladores de las cuentas, y lo único que ha hecho es prometer que serán ambiciosos. Por ejemplo, que incluirán 3.500 millones extra respecto al presupuesto actual –dinero proveniente del Mecanismo de Recuperación y Resiliencia y los fondos REACT– y el compromiso de, en el curso próximo, hacer gratuito el P2, es decir, el último curso del ciclo educativo de las guarderías.

Juegos Olímpicos de Invierno

La cuestión del referéndum no es la única que separa a Aragonès de la CUP. Hay otros elementos que enturbian la relación como la apuesta de la Generalitat por organizar unos Juegos Olímpicos de Invierno. El presidente catalán ha asegurado que sigue adelante con la idea y este martes ha concedido una nueva concreción: el próximo año se celebrará una consulta para conocer la opinión de la ciudadanía. No ha precisado cuáles serán los catalanes convocados a las urnas, es decir, si se los convocará a todos o solo a los de aquellos territorios afectados por la competición. En el terreno de los proyectos controvertidos, Aragonès no ha dado ninguna esperanza a aquellos que todavía aspiraban a que el Estado invierta 1.700 millones de euros en la ampliación del aeropuerto de El Prat. El president ha dado por enterrado el proyecto, a pesar de que ha avisado de que no renuncia a mejorar las infraestructuras aeroportuarias siempre que se respete el medio ambiente.

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