La batalla en el área metropolitana de Barcelona decantará el 14-F

El PSC busca consolidar todo el terreno ganado a Cs mientras que ERC aspira a seguir creciendo

QUIM BERTOMEU / ANNA MASCARÓ / CESC MAIDEU
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Un cartel electoral de Salvador Illa con el lema “Hagámoslo” en una valla publicitaria de la localidad metropolitana de Cornellà de Llobregat.

BarcelonaEl área metropolitana de Barcelona es el principal granero de voto en unas elecciones y, por lo tanto, uno de los territorios más codiciados por los partidos. En las últimas elecciones en el Parlament, las formaciones con representación se repartieron 1,8 millones de votos: quien gana en esta zona tiene muchas posibilidades de hacerlo en todo Catalunya. En los 30 primeros años desde la restauración de la democracia, el PSC reinó con mano de hierro -con incursiones de CiU en algunos comicios-, pero en la última década se ha convertido en un territorio bastante más imprevisible. En 10 años han vencido hasta cinco colores políticos diferentes: CiU, el PSC, los comunes, ERC y Cs. De caras al 14-F se puede prever que los socialistas recuperen gran parte del terreno que Cs se llevó hace tres años, pero Esquerra ya hace tiempo que llama a la puerta para disputarle este territorio. La batalla está servida.

Si se mira atrás, el primer resultado sorprendente se produjo en 2014 cuando, en unas elecciones europeas en clave de previa de la consulta del 9-N, ERC ganó contra todo pronóstico. Pero no sería el único cambio de tendencia. En el ciclo de las generales de 2015 y 2016 los comunes ganarían con su propuesta de referéndum pactado, mientras que en 2017 Cs irrumpía con unas cifras que hicieron recordar las del PSC de las mejores épocas. El dominio de los naranjas, sin embargo, ha sido efímero y, en los últimos tiempos y con el efecto Pedro Sánchez, los socialistas han recuperado el pulso.

Lo primero que hay que tener claro es que el PSC y Cs se han convertido en vasos comunicantes en esta zona. De los 1.100.000 votos que en 2017 dieron a Cs la victoria en las urnas, casi la mitad provenían del área metropolitana: 520.973. Lo rebautizaron de “cinturón rojo” a “cinturón naranja”. Sin embargo, como en un efecto dominó, Cs ha ido sufriendo sacudidas desde la moción de censura de Pedro Sánchez a Mariano Rajoy, que cogió el partido desprevenido. En paralelo, la llegada del PSOE a la Moncloa enardeció los socialistas catalanes. Desde entonces, la correlación de fuerzas entre los dos partidos se invierte.

Illa contra Ciudadanos

La lucha del candidato del PSC, Salvador Illa, por mantener y ampliar votos en el que antes había sido un feudo socialista inexpugnable se ha notado en la campaña. La pandemia lo ha hecho optar por celebrar mítines de manera telemática, pero esto no le ha impedido dirigirse constantemente al electorado que hace tres años puso su confianza en Cs reivindicando el “reencuentro” entre independentistas y los que no lo son -por ejemplo, alguien no independentista “que vive en el Hospitalet o en Santa Coloma de Gramenet”, dijo en una entrevista al ARA . “Hay que decir basta, pasar página, que Catalunya vuelva a dialogar, a acoger, que se reencuentre con lo que fue y nunca ha dejado de ser”, recomendaba ayer -pasándose un momento al castellano- en un acto: “El único voto de cambio es el voto del PSC”. Los llamamientos al voto unionista también las ha hecho en forma de reproche al partido naranja. “Ciudadanos tuvo una oportunidad en la legislatura pasada y huyó, yo en cambio vuelvo”, lanzó Illa en el primer debate entre candidatos en La Vanguardia, en un reproche a Inés Arrimadas por haberse ido de Catalunya después de ganar las elecciones.

Y mientras Illa busca el voto que no hace mucho fue naranja, Cs sabe que se lo juega todo en el área metropolitana. El partido de Arrimadas ha vuelto a la fórmula original: una retórica dura con el independentismo. Con este discurso en 2017 encontró en el cinturón rojo un aliado, a pesar de que entonces el PSC caía en las encuestas -todo el contrario que ahora-. El argumento de Cs para debilitarlo es insistir con la amenaza del tripartito y desencantar, así, el efecto Illa. Sumado a esto, buena parte de sus actos han sido en las cercanías y, incluso, lleva en su programa un plan de choque para el sector industrial, cuando en 2017 casi ni lo mencionaba. Prometiendo ampliar el suelo industrial o un plan de ayudas, Cs no solo intenta rescatar empresas del cinturón industrial, sino también los votos que ahora están en riesgo.

El encargo de Junqueras

Y el tercer actor en discordia es Esquerra. Si le hubieran dicho hace 10 años cuáles serian sus expectativas electorales ahora mismo en esta zona del país, pocos se lo habrían creído. De los 70.000 votos que consiguió en las catalanas de 2010, a los más de 350.000 de las de 2017. Crecer y volver a crecer en esta área ha sido una de las obsesiones de Oriol Junqueras, que siempre se ha puesto a sí mismo de ejemplo: si él había podido ser alcalde del municipio metropolitano de Sant Vicenç dels Horts, el partido algún día tenía que poder ser decisivo en la zona.

“La vía la abre Oriol en Sant Vicenç. Desde entonces nuestro crecimiento es lento pero persistente”, analizan desde la dirección del partido republicano. Y en esta campaña el área metropolitana ha vuelto a ser una de las prioridades, una decisión que es más “estratégica que táctica”. Es decir, que está pensada no solo en términos de rendimiento inmediato, sino poniendo la “mirada larga” en el próximo ciclo electoral. ERC ya ha hecho mítines en Badalona y en el Hospitalet con un objetivo evidente: cargar una vez y un otra contra el PSC para intentar captar aquel votante que está cansado de las “mayorías eternas” de los socialistas. El mismo Junqueras lanzó uno de los ataques más directos a los socialistas del Hospitalet, aprovechando los problemas con la justicia que tiene su alcaldesa: “Esta ciudad hace muchos años que vive una epidemia, la epidemia de la corrupción”.

El resto de partidos que sentarán en el Parlament quizás no tienen tantas opciones de ganar en el área metropolitana, pero todos tienen algún motivo para soñar con un buen resultado. Por ejemplo, JxCat batió todos sus récords en la zona en las últimas europeas, con Carles Puigdemont de candidato, y, si consigue aproximarse y tener un buen resultado en el resto del país, sus opciones de victoria estarían reforzadas. También los comunes pueden apelar a los viejos tiempos cuando, con Xavier Domènech de candidato, miraban a los socialistas por el retrovisor. Incluso el PP y la CUP han tenido buenas experiencias no muy lejanas, a pesar de que en las últimas citas electorales acumulan sobre todo decepciones. Quién quiera dormir bien la noche del 14-F sabe que tiene que cultivar el área metropolitana. Hay muchos votos en juego que ya hace tiempo que dejaron de ser previsibles.

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