La clase media pierde entusiasmo pero se mantiene lejos de la extrema derecha
En Cataluña y España se sitúa más a la izquierda que la media europea
BarcelonaHay una frase, que se atribuye falsamente al primer ministro británico Winston Churchill, quien dice: "El mejor argumento contra la democracia es una conversación de cinco minutos con el votante medio". Aunque hablaba de los votantes, esta idea apócrifa también se ha aplicado a menudo al rol que juega la clase media en la consolidación y calidad de nuestros sistemas democráticos. Desde Aristóteles hasta Tocqueville, la clase media se ha visto tradicionalmente como el palo de pajar de la democracia, como el grupo social con las preferencias "correctas", situadas entre las supuestas pulsiones conservadoras y de autoritarismo ilustrado de la clase alta y las violentas y caóticas de la clase baja. Así, según la influyente (y controvertida) teoría del politólogo Seymour Martin Lipset, el crecimiento económico permite hacer crecer a la clase media, y es precisamente esa clase media la que más apoyo a la democracia mujer. "Ninguna democracia que ha logrado un PIB per cápita superior al de Argentina en 1975 ha colapsado", recordaría el también politólogo Adam Przeworski.
Este supuesto choca con una idea bastante extendida en los últimos años: que la clase media ya no tiene el entusiasmo que antes había tenido hacia la democracia, lo que le habría llevado a apoyar a partidos antisistema, como el extrema derecha. Sin embargo, tanto en nuestro entorno como en entornos cercanos esta imagen de una clase media dispuesta a abrazar el autoritarismo tiene muchos matices, y en algunos contextos, como el nuestro, no es cuidadosa.
Si miramos la evolución de la confianza en la clase política entre la clase media desde 2002, observamos que ha habido un descenso sostenido, tanto en Cataluña como en el resto del estado español. El cambio se observa especialmente desde la crisis económica de 2008, que generó una tendencia que todavía no se ha recuperado. Por el contrario, en otros países de nuestro entorno, la confianza de la clase media se ha mantenido estable o incluso ha vuelto a valores más positivos.
Un vistazo a la evolución de otros indicadores, de hecho, nos da una imagen incluso contraria a la idea del abrazo del oso de la clase media en la extrema derecha. En el caso catalán, por ejemplo, la clase media ha ido virando cada vez más hacia la izquierda del eje ideológico. En nuestro país la clase media todavía vota masivamente a los partidos tradicionales del sistema. Si lo comparamos con otros países, una vez más se ven las diferencias contextuales. En Francia y en Alemania, por ejemplo, sí observamos un cierto movimiento de la clase media hacia posiciones más derechistas. Sin embargo, se trata de un cambio a rebufo de una derechización general del resto de clases sociales.
¿Podemos dar por muerta la idea de que una parte de la clase media se ha hecho en cualquier parte seguidora de la extrema derecha? Como suele ocurrir, la respuesta tiene muchos matices. Primero, depende del contexto. En algunas contiendas electorales, como en Francia y Austria, cerca del 20% o el 25% de la clase media vota a la extrema derecha. En otros, como en Suecia, Noruega y España, llega en algunos casos al 10%.
La búsqueda realizada hasta ahora nos indica que la clase media vira hacia la extrema derecha en algunas ocasiones. Primero, cuando la percepción de que la situación económica empeorará aumenta de forma importante entre aquellas personas con trabajos manuales o entre los propietarios de pequeños negocios. Segundo, cuando choques económicos importantes (crisis, deslocalizaciones, etc.) afectan a la situación económica real de la clase media baja, pero sobre todo la percepción de que su estatus económico disminuirá en el futuro. Así, buena parte de lo que sabemos es que la percepción de que la situación económica va a empeorar, a menudo no basada en hechos reales e inflamada por proclamas partidistas, es uno de los principales mecanismos que empuja a una parte de la clase media hacia la extrema derecha. Por tanto, en un mundo en el que la política a menudo juega más con las percepciones que con la realidad, la extrema derecha hace tiempo que ha aprendido que inducir a la inseguridad económica de algunos puede ser una buena base de su crecimiento futuro.
Todo el mundo es clase media
Cuando se pregunta en las encuestas el porcentaje de personas que aseguran ser de clase media, el valor declarado suele ser superior a la cifra real. Esta tendencia, bien conocida, ocurre sobre todo entre la clase baja. Así, como muestran los datos del CEO, la clase trabajadora alta se ve a sí misma más clase media que la clase media baja. De hecho, la clase trabajadora media se ve casi igual de clase media que la propia clase media.