Un constructor de puentes que se dedica al embalaje

De mecenas de entidades soberanistas a líder del Procés

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El presidente de Òmnium Cultural, Jordi Cuixart, en una imagen de archivo.

BarcelonaComo la cerámica que aprendió a modelar en prisión, Jordi Cuixart (Santa Perpètua de Mogoda, 1975) ha dado forma a la vida con sus propias manos. Descubrió la cultura cuando abrió la puerta de la librería de su tío; con 16 años cogió una escoba en un taller y se ganó el primer sueldo, que se gastó haciéndose socio de Amnistía Internacional. Se declaró insumiso al servicio militar y con 28 años, ya graduado en diseño industrial, abría su empresa: Aranow, de embalaje. En los 2000, su nombre se oía por los círculos soberanistas. Se comentaba que era un empresario de éxito que daba dinero a entidades por la causa. Así lo conocieron Oriol Junqueras y Elisenda Paluzie en 2007: iniciaban la plataforma Sobirania i Progrés y llamaron a su puerta buscando financiación. Un ejemplo: los coches que transportaban a los observadores internacionales en la consulta Barcelona Decideix del 2011 estaban cubiertos por un vinilo que la empresa de Cuixart puso gratis.

Acto de Sobirania i Progrés en 2007 en Sabadell, con Jordi Cuixart en la primera fila del público y Elisenda Paluzie, Ramon Tremosa y Oriol Junqueres entre los conferenciantes

Un año antes, Muriel Casals fue elegida presidenta de Òmnium y Cuixart la acompañó como tesorero –renunció a todas las subvenciones públicas–. Y nacieron los Jordis. Antes de la dupla con Sànchez, Casals la acuñó para referirse a Cuixart y Jordi Bosch, de la junta de Òmnium. “Ya lo negociaréis con los Jordis”, decía en las conversaciones sobre la hoja de ruta en 2015, narran fuentes presentes. Allí, Cuixart demostró que era “un constructor de puentes”, “y no lo ha dejado de intentar”. “Es un hombre de ingenuidad transformadora: todo está por hacer y todo es posible”. A finales del 2015 llega a la presidencia de Òmnium y hace de las luchas compartidas su lema. El Cuixart “enérgico y carismático” empezó a salir por la tele: “Es tal cual”.

El peor buen año

Los días más duros fueron en la prisión de Soto de Real. “Estaba delgado y muy espiritual”. Estaba con Sànchez, pero en módulos diferentes. Es decir, solo: el 8 de enero del 2018 los fueron a ver los abogados, y los Jordis llegaban por separado. Cuando se vieron, se abrazaron y se desearon buen año; no se veían desde antes de Navidad. Después de una declaración en el Supremo, Cuixart cambió de actitud. Volvía a ser “expansivo”. El del “Lo volveremos a hacer” en el juicio.

En Lledoners era “el preso más querido por los presos”, que escuchaban cómo le cantaba canciones por teléfono a su hijo. Camí nació cuando él estaba en prisión. Allí nunca se quitó el “sombrero” de Òmnium, el “de engrasar relaciones”. Pero “la amabilidad va en paralelo con la firmeza”. “Cuando se enfada, se enfada”, dicen personas cercanas. Cuixart es “optimista”, levanta de buena mañana por la Diada los ánimos a miembros de las entidades, dubitativos con el covid y la asistencia. Y abraza, “abraza mucho”.

Con el indulto cumplió la promesa de no permitir que el Estado escogiera el presidente de Òmnium. En Lledoners, sin embargo, ya dejaba entrever en conversaciones que no se presentaría de nuevo. Los presos no se lo creían. Ahora, a muchos les ha cogido por sorpresa. A otros no: “Tu silencio me desborda, Jordi”, le escribió una persona el jueves. Un Cuixart que en una manifestación en diciembre le preguntaba a Paluzie cómo iba su relevo al ANC – habrá elecciones en abril –. Ahora abre una nueva etapa que ya ha descartado que sea en la política institucional. Hay personas que lo animan y otros que no lo ven. “Es el más líder de los nueve presos políticos”, afirma una voz cercana. “Yo lo votaría”, insiste.

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