Cs se conjura para revertir los malos augurios de las encuestas
Arrimadas desembarca en Barcelona para intentar una remontada
Convocada por la gravedad de la situación, Inés Arrimadas ha desembarcado este jueves por la tarde en Barcelona para asistir al candidato naranja, Carlos Carrizosa, en el pistoletazo de salida de una carrera frenética para evitar que se cumplan los malos augurios de las encuestas. La imagen de la presidenta de Cs, que ha recorrido las arterias de Barcelona en teleférico y que tendrá un papel destacado en la campaña, tiene que servir para recordar a los votantes unionistas su gesta del 21-D, cuando ganó las elecciones en Catalunya. Pero a pesar de los 36 escaños que todavía retiene Cs en el Parlament, la moral de derrota está instalada en el partido naranja, asediado por el peligro del efecto Illa en el flanco izquierdo y el auge de Vox en el cuadrante del españolismo más encendido.
A pesar de las malas perspectivas, Carrizosa ha llamado "a luchar" contra las probabilidades. Para esta misión Cs ha recuperado su mantra fundacional: la amenaza de un tripartito si gana el PSC, con quien se disputa el cinturón metropolitano, tradicional feudo socialista que en 2017 se tiñó de naranja. "Este Procés empezó con los tripartitos", ha señalado Arrimadas, que ha agitado los apoyos que los socialistas han obtenido de ERC en el Congreso. "No podemos confiar en un partido supuestamente constitucionalista para que este voto sirva para poner a ERC al frente de Educación o Sanidad", ha dicho, y ha advertido del peligro de que el PSOE indulte a los presos políticos.
Empujar al PSC hacia el unionismo
Ante la dinámica que denuncia Cs, los naranjas se sitúan como el único partido que puede empujar al PSC hacia el unionismo. "La forma de garantizar que el socialismo no se irá con ERC es que Cs sea muy fuerte", ha dicho Carrizosa. No ha hecho referencia expresa, ni tampoco Arrimadas, a Illa, sin duda el adversario que más les preocupa. Su aparición malogró las esperanzas de poder competir con el PSC para liderar el bloque constitucionalista. Sí han cargado abiertamente, en cambio, contra Vox, por haber facilitado con su abstención que Sánchez convalidara esta misma semana en el Congreso el decreto sobre fondos europeos.
El fantasma del batacazo del 10-N, que llevó al anterior presidente, Albert Rivera, a abandonar la política, está todavía muy presente para Cs. Desde entonces el mal ambiente interno se ha apoderado del partido, que ha visto cómo un sector crítico hacía ruido en los medios y cómo la antigua ejecutiva riverista se revolvía contra los acercamientos de la nueva cúpula al PSOE en un intento de desplazar al centro un partido que se había quedado sin aire a la derecha. También en Carrizosa se aprecia este giro hacia una pretendida imagen de moderación. Conocido por su tono áspero con el independentismo en el Parlament, buscará en esta campaña la imagen del consenso ante la situación de pandemia. "Todos la hemos sufrido", ha recalcado en el primer mitin de campaña: "Tenemos la capacidad de colaborar". Una idea que casa con su lema: "Porque ganamos todos".
Los comicios se acercan sin que Cs haya superado todavía la crisis de liderazgo en Catalunya que se abrió con la marcha de Arrimadas al Congreso , que dejó un agujero como líder de la oposición que para el partido fue difícil de ocupar y resolvió desplazando bruscamente a la ganadora de las primarias, Lorena Roldán, para situar a Carrizosa en su lugar. Una decisión que recibió contestación interna. Cs no ha contado esta vez con grandes fichajes estrella, más allá de la segunda por Barcelona, Anna Grau, proveniente de Societat Civil Catalana (SCC). El partido naranja hará valer, pues, su marca, a pesar de los intentos que ha hecho a lo largo del año para diluirla en una coalición con el PP que no fructificó. Fiará a Arrimadas la remontada, que aparece ligeramente por delante Carrizosa en la fotografía del cartel electoral. Un parche para oxigenar a un partido debilitado que no supo consolidar su liderazgo y ahora se enfrenta a un horizonte adverso.