La derecha no tiene "nada que celebrar" con el final de ETA

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El líder  del PP, Pablo Casado, durante la sesión de control de este miércoles al Congreso

MadridEs conocido que España está muy lejos de tener un mínimo consenso sobre su pasado. Así, derecha e izquierda tienen visiones completamente diferentes tanto sobre el periodo republicano como sobre la Guerra Civil y, sobre todo, el franquismo. Pero es que estas discrepancias llegan hasta el pasado más reciente, en concreto hasta el final de ETA, ahora hace diez años, que la derecha se niega a conmemorar. Veámoslo.

Para el PSOE, el final de ETA no se entiende sin el proceso de diálogo iniciado por Zapatero y que estuvo encabezado por Jesús Eguiguren y monitorizado por Alfredo Pérez Rubalcaba. La tesis de los socialistas es que ese diálogo ayudó a poner una pista de aterrizaje a la organización, puesto que fortaleciendo el brazo político y reconociendo a Arnaldo Otegi como interlocutor se restaba influencia al aparato militar etarra. En cambio, para la derecha es justo lo contrario: ese diálogo es el que impidió una derrota total de ETA, puesto que se ha pagado el precio de tener que normalizar a la izquierda abertzale como actor político y, por lo tanto, también sus demandas. "Con ETA acabaron los jueces y las fuerzas de seguridad del Estado, no Zapatero", le ha espetado hoy Pablo Casado a Pedro Sánchez en la sesión de control.

Esta fractura que parte en dos al hemiciclo es lo que explica que, diez años después del fin de la lucha armada, ni el Congreso ni el Senado sean capaces de pactar una declaración de consenso sobre el final de ETA. Lo que para unos es una victoria de la democracia (el hecho de que la causa independentista vasca hoy se canalice exclusivamente por vías políticas), para otros es un insulto a las víctimas. En esto la triple derecha actúa de forma unitaria y sin fisuras. Tanto el PP como Vox y Cs exigen a Sánchez que rompa ya con Bildu, cosa que, de paso, le restaría 5 diputados que a veces son imprescindibles para sacar adelante medidas.

El PSOE, sin embargo, también hace sus equilibrios porque sabe que hay una parte de su público que es sensible a los discursos de la derecha. En privado admiten que la retirada de Otegi los ayudaría, porque todavía hoy es un rostro difícil de digerir para algunos, pero a la vez saben que el proceso de paz no se entiende sin un liderazgo como el suyo en la izquierda abertzale. Tampoco es lo mismo en este punto la sensibilidad de los socialistas vascos, que tienen ganas de pasar página y avanzar en la reconciliación, y la de los socialistas de otras partes del Estado. De aquí que los pasos para resolver la cuestión de los presos etarras sean tan desesperadamente lentos para la izquierda abertzale.

Todo ello impide a España tener un discurso institucional unitario sobre la violencia terrorista. Diez años después de su desaparición, ETA sigue marcando el debate público en España, sigue siendo un arma de desgaste de la derecha contra el gobierno de PSOE-UP. "Parece como si alguien no quisiera celebrar el final de la violencia", dijo ayer la portavoz del ejecutivo, Isabel Rodríguez. Y es cierto. La derecha cree que no hay "nada que celebrar".

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