Crónica

Puigdemont desata por unas horas la catalanidad de Elna

La alegría y la emoción de varios norte-catalanes contrasta con la indiferencia de algunos comercios francófonos

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Algunos de los asistentes al acto de Carles Puigdemont en Elna.

ElnaCarles Puigdemont ha revolucionado a Elna este jueves. La pequeña villa norcatalana ha acogido a cientos de personas llegadas de todo el país con una hora fijada (las siete de la tarde), unas coordenadas (las del ayuntamiento) y, al menos, algo en común, la catalanidad ( obviando que, evidentemente, se trataba de un acto impulsado por Junts). Miquela Frare, visiblemente emocionada, explica que es norcatalana y profesora de lengua mientras camina hacia el acto del expresidente. Procedente de Pià, junto a Perpiñán, se lamenta, acompañada de su hija Céléna, que "la catalanidad está desapareciendo", que "hay mucho francés" y que "nadie responde en catalán en la calle". Ahora tiene 80 años y recuerda cómo aprendió la lengua de sus abuelos: los padres habían hecho el cambio al francés y en la escuela lo tenía prohibido, con castigo incluido.

Rafael Cid tiene 83 años y es un refugiado extremeño que vive en Elna desde los 12 años. Habla un catalán perfecto con acento rosellonés y lamenta que sus nietos le hayan abandonado: "Antes nadie hablaba francés, todo el mundo hablaba catalán y lo aprendí. «Estamos en Catalunya, no Francia», hemos dicho siempre", relata. Su padre se exilió en Elna en 1938 pasando por la montaña –con la entrada de las tropas de Franco–, mientras que su madre llegó después de cinco años a la cárcel por ser militante republicana. Él no es independentista y defiende la unión en España, sintiéndose plenamente catalán y conociendo la realidad de la Cataluña entera partida por el Tratado de los Pirineos. Respeta a Puigdemont pese a tener discrepancias y carga contra los fascistas, de los que tiene muy mal recuerdo.

Aunque el francés es la lengua mayoritaria en el municipio (gobernado, eso sí, por un catalanohablante al que la justicia francesa no deja expresarse en su lengua en los plenos), recorriendo el casco antiguo se puede ver que el catalán todavía está vivo. En la frutería Florigraine, Dominique, aunque es de origen belga y concretamente flamenco, dice que es "catalana", habla un poco de catalán y lo comprende perfectamente. Tiene la bandera en la entrada y simpatiza con la causa independentista y Carles Puigdemont, que sabe que es buen amigo del alcalde de Elna, el comunista y catalanista Nicolas Garcia.

Ahora bien, no todo ha sido fervor hacia Puigdemont. En el restaurante Idea saben quién es, le conocen y no tienen ningún problema, más bien exhiben indiferencia. Al igual que la óptica de Elna, conscientes, sin embargo, del conflicto político catalán. Lo cierto es que varios comercios de la villa, desde la joyería, bares o la floristería, lo viven con cierto desconcierto y sin saber prácticamente nada más allá de obviedades. Son los que no saben catalán y conocen a Puigdemont sólo por haber oído hablar de ello. En la panadería no hablan catalán –sí se ven dulces con la bandera– y pese a no estar demasiado al día del conflicto político están contentos por el incremento repentino de visitantes: "Nos va muy bien para las ventas".

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