Estabilidad en Cataluña, ¿terremoto en España?

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Pedro Sanchez y Salvador Illa

BarcelonaEs indudable que la decisión de ERC de investir a Salvador Illa abre un nuevo ciclo político en Catalunya. Es un cambio de rasante que obliga a todos los actores a resituarse. Como ya certificaron los votantes el 12-M, cuando el independentismo perdió la mayoría absoluta, la llegada de Isla al Palau de la Generalitat es, ahora sí, el final definitivo del Proceso. Las claves de la próxima etapa son:

Acumulación de poder

La Generalitat es la última institución con peso en Catalunya que le quedaba por conquistar en el PSC: los socialistas gobiernan a tres de las cuatro diputaciones –Barcelona, ​​Lleida y Tarragona–, el Ayuntamiento de Barcelona y la mayoría de grandes ciudades, y ahora el gobierno de Cataluña en solitario. Una acumulación de poder nunca vista en la historia del PSC, a la que debe sumarse el gobierno del Estado y otro elemento: una sintonía entre el líder de los socialistas catalanes –Illa– y el de los españoles –Sánchez– , que hasta ahora ha funcionado como un reloj suizo. Como líder del PSC, Illa ha dado a Sánchez el hito por el que será recordado: acabar con los gobiernos independentistas tras el 1-O y la distensión en Catalunya. Ahora bien, su reto es mantener el romance, porque el nuevo modelo de financiación generará mucha tensión en el PSOE (y en las demás autonomías) y, porque, paradójicamente, la presidencia de Isla puede hacer tambalear al gobierno de España . ¿Seguirá ahora Junts apoyando al PSOE en el Estado?

El regreso de Puigdemont

El expresidente Carles Puigdemont ha prometido volver a Catalunya por la investidura, por tanto, probablemente el miércoles intentará llegar al Parlament con un desenlace anunciado: la cárcel. ¿Aprobará los presupuestos del Estado en esa situación? Difícilmente, a menos que el PSOE le pone sobre la mesa un triunfo aún mejor que lo prometido a Esquerra. Ahora bien, también es cierto que sin la influencia en Madrid –por unas elecciones anticipadas–, Junts se queda sin su principal foco: ahora entrará en la travesía del desierto –sólo gobernará la Diputación de Girona– y centrará sus esfuerzos en erigir- se como "alternativa independentista" en el gobierno de Isla desde la intemperie institucional.

El choque independentista

El objetivo de Junts, pues, pasa por la oposición frontal al PSC, pero también a Esquerra, de la que querrá atraer a las bases más soberanistas. Si desde 2017 el independentismo vive una fuerte división interna, es probable que la hostilidad sea aún mayor a partir de ahora. El divorcio entre Junts y ERC va por largo. El icono de su distanciamiento serán los republicanos votando a Isla y Puigdemont detenido.

La división en ERC

El sí a investir Illa ha ganado en ERC, pero por un margen muy estrecho. Un partido dividido puede convertirse en un polvorín si la legislatura no va sobre ruedas o si el pacto no se cumple a buen ritmo, sobre todo porque los republicanos tienen un congreso en noviembre, y porque lo que han puesto sobre la mesa será lento de poner práctica. El precedente es la amnistía.

Cambio de terreno de juego

El gran salto de la mayoría del Parlament hacia el independentismo –principalmente CiU– estuvo motivado, entre otras cosas, por la imposibilidad de lograr mayor poder para la Generalitat a través del pez al empollo que siempre había practicado Jordi Pujol. Pero tras el fracaso del Estatut y el callejón sin salida del 1-O para ampliar el autogobierno, el pacto entre ERC y el PSC es un regreso al terreno de juego anterior. Pero con una diferencia: los inquilinos en Madrid y en Barcelona –con gobierno monocolor– serán del mismo partido. ¿Llegará a ciencia cierta ahora la tercera vía que nunca llegó?

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