Un ciudadano depositando una papeleta en una urna.
13/05/2024
2 min

BarcelonaEl resultado de este domingo es un cambio absoluto de rasante de la política catalana. Un antes y un después porque nada volverá a ser igual. Desde el 2012 el independentismo sumaba mayoría absoluta en el Parlament, y eso es lo que dio el pistoletazo de salida a lo que se llamó Procés. Un período histórico que implicaba básicamente que los independentistas reunieran más de 68 escaños en la cámara, que además se articularan para gobernar la Generalitat y que todo fuese acompañado de una movilización social.

Doce años más tarde, no se cumple ninguna de estas condiciones. Esto no significa que se haya terminado la reivindicación de la independencia ni mucho menos, pero es un hecho que esto ya no se traduce políticamente en mayorías en el Parlament. Junts, ERC y la CUP alcanzan solo los 59 escaños, frente a los 68 diputados logrados por los partidos a favor de la unidad de España –PSC, Vox y PP–. De hecho, ni siquiera los partidos que defienden el referéndum de autodeterminación suman mayoría absoluta: Junts, Esquerra, la CUP y Comuns se quedan en 65. Ni sumando a la ultraderecha de Aliança Catalana superan al unionismo en ninguno de los dos casos. La único cosa a la que se puede agarrar el conjunto del independentismo este 12-M es que, a priori, no parece que haya habido un cambio masivo entre los bloques, sino que el resultado es fruto de una desmovilización que tarde o temprano se puede volver a activar.

El detonante de la implosión del independentismo es la caída de Esquerra, el partido que, de hecho, creció más dentro del soberanismo entre el 2012 y el 2021. El partido republicano ha pasado de tener la presidencia a retroceder hasta la tercera fuerza, con una caída de trece diputados (de 33 a 20) que solo es comparable al batacazo que sufrió después del segundo tripartito. Probablemente ha perdido en el flanco independentista a favor de Junts y en el ideológico a favor del PSC. Es decir, no ha capitalizado el Govern monocolor del último año y medio y abre un período de reflexión con la incógnita de a quién arrastrará: si a Pere Aragonès o también a Oriol Junqueras y Marta Rovira.

Gestionar los resultados

La CUP también sufre, con una pérdida de hasta cinco escaños, mientras que Carles Puigdemont es el único en el independentismo que resiste. Suma tres diputados –de 32 a 35–, pero se queda corto respecto a las expectativas de atrapar al PSC que Junts había generado en los últimos días.

Puigdemont dijo que se marcharía si no era presidente, pero de momento parece que se quedará para gestionar el escenario postelectoral y, sobre todo, para volver a presentarse si hay una repetición de elecciones. Hay que ver si Salvador Illa será capaz de articular pactos para ser presidente, pero lo que parece altamente improbable es lo que ha insinuado este domingo Puigdemont: que Illa se abstenga para facilitar una presidencia de Junts por la amenaza de derribar a Pedro Sánchez en Madrid. La otra cara de la moneda de la noche fue Ciudadanos: un partido que pretendía acabar con el Procés y que, lejos de conseguirlo –esa medalla se la querrá poner Pedro Sánchez–, habrá sido el Procés el que habrá acabado con él.

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