Galicia: una fórmula que le sirve a Rueda pero no a Feijóo

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El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, en un mitin en A Pobra de Trives (Ourense).

MadridEl PP gallego es muy PP y no solo una simple máquina de poder: es un partido que se confunde con el paisaje hasta convertirse en inseparables el uno del otro. Viendo el resultado de ayer, se entiende mejor por qué Alberto Núñez Feijóo está tan fuera de sitio en Madrid: en su mundo, Vox no existe y la gente normal vota al PP. La concentración de voto en un solo partido es la clave del éxito de los populares gallegos, pero esta fórmula, para desgracia de Feijóo, no es reproducible en otros territorios y eso explica su fracaso el 23-J.

De momento, sin embargo, Feijóo se ha salvado y no habrá terremoto en Génova. Pero eso no quiere decir que Madrid reciba esta semana al líder gallego como el salvador que debe llevar el partido a Ítaca-Moncloa. El patinazo de los indultos ha dejado heridas. En primer lugar, con la prensa. Los periodistas madrileños no son cualquier cosa, y se han sentido atacados por el PP de Feijóo en su credibilidad. La relación de la dirección del PP con la prensa ya no volverá a ser la misma. Y los periodistas han perdido todo el respeto a Feijóo, incapaz de mantener en público lo que les dijo en una comida privada (y autorizó a publicar). Alguien dirá que esto no llega a la gente, pero es muy difícil hacer carrera política en Madrid si no tienes un apoyo absoluto de los tuyos, y eso ahora mismo a Feijóo no le ocurre. Se han escrito decenas de artículos criticando un patinazo que no se borrará de hoy para mañana.

Líder poco fiable

Pero, sin embargo, lo más importante no es eso, sino la sensación de que Feijóo no es un líder fiable y de que los errores de la campaña del 23-J no fueron casualidad porque se han repetido ahora (por suerte para él, sin consecuencias graves). ¿Y quién puede confiar en un líder que suele cometer errores y ser carne de meme cuando tienes que enfrentarte a una bestia como Pedro Sánchez? Ese es el motivo por el que sostengo, en contra de muchos de los análisis que se publicarán estos días, que Feijóo ha salido peor parado de Galicia que Pedro Sánchez. Eso sí, la crisis se pospondrá hasta las europeas, o incluso más allá, porque el PP primero querrá tener claro quién debe ser su sucesor o sucesora.

Sánchez, mientras tanto, siempre puede decir que con los indultos y la amnistía la correlación de fuerzas entre derecha e izquierda es la misma en Galicia que en el 2020. Lo ocurrido es que el voto progresista se ha concentrado en la opción que era más creíble, el BNG, el mismo fenómeno que ocurre en la Comunidad de Madrid con Más Madrid, por cierto. El problema es que el PSOE no puede permitirse tener tantos agujeros negros.

Mayoría granítica

Tampoco cabe duda de que el mapa político gallego es más nacionalista y de que los resultados avalan a Ana Pontón para intentarlo de nuevo dentro de cuatro años. El BNG ha encontrado cuál es el camino del crecimiento, la concentración de voto no necesariamente soberanista, pero para derribar al PP necesita erosionar un espacio conservador que es granítico. En el 2020, la suma de PP, Vox y Cs alcanzó el 50,7%, y ayer descendió hasta el 49,5%. Pero el punto que falta no ha ido a la izquierda sino a Democracia Ourensana. Y esto es así porque la hegemonía popular en Galicia no es solo política, sino cultural. Y esto, paradójicamente, resta mérito a las cuatro mayorías absolutas de Feijóo. No era él. Era el partido camaleón.

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