BarcelonaLa composición de un gobierno no es solo una sucesión de nombres, sino que esconde múltiples mensajes que deben irse desentrañando en diferentes capas. Así, por ejemplo, el primer ejecutivo de Pedro Sánchez fue el primero en tener más mujeres (11) que hombres (6). Este era el mensaje. ¿Qué nos quiere decir Salvador Illa con el extenso ejecutivo que ha configurado? Pues que el suyo es un gobierno de amplio espectro, que abarca desde nombres de la antigua CiU como Miquel Sàmper en Empresa (ala liberal) o Ramon Espadaler en Justicia (ala democristiana), hasta ERC, con cargos del administración Aragonès elevados al rango de consellers (Francesc Xavier Vila, secretario general de Política Lingüística, pasará a dirigir el departamento de lengua; y Sònia Hernández pasa de Patrimonio a consellera de Cultura). Pero no nos engañemos: el ADN de este gobierno es puro PSC, una formación que hoy se sitúa en el centro del tablero y que aspira a convertirse en un catch all party. Illa renuncia a hacer guiños a los comuns porque tampoco le interesa debilitar su espacio y porque tiene poca sintonía con ellos.
La operación recuerda en algunos aspectos a lo que intentó Esquerra incorporando perfiles como el de Carles Campuzano, Gemma Ubasart o Joaquim Nadal en el Govern tras la salida de Junts del Govern. A Aragonès, sin embargo, no le salió bien la jugada porque tenía dos players a los dos lados, el PSC y Junts, interesados en cortarle el césped bajo los pies, cada uno a su manera. Y también, por qué no decirlo, porque la maquinaria de ERC estaba muy lejos de lo que representa el PSC, un auténtico ejército con cuadros formados en los distintos niveles administrativos, desde el municipal hasta el europeo, pasando por el gobierno español. Porque un miembro del PSC puede ser alcalde, pero también ministro o vicepresidente del Parlamento Europeo. Esto hace que Illa tenga una gran cantidad de nombres para elegir.
Tenemos alcaldes, como Núria Parlon (Interior), exalcaldesas como Eva Menor (Igualdad), o una ex primera teniente de alcalde como Sílvia Paneque (Territorio), pero también cargos de la administración central, como Mónica Martínez (Derechos Sociales), y diputados de la estricta confianza de Illa como Alícia Romero (Economía), Esther Niubó (Enseñanza) u Òscar Ordeig (Agricultura). Y finalmente fontaneros del partido como Albert Dalmau (Presidencia), un ejemplo perfecto de cómo la factoría PSC produce figuras que saben hacer funcionar las demasiado a menudo pesadas maquinarias administrativas. El Pla Endreça del Ayuntamiento de Barcelona es cosa suya.
Y una vez configurado este núcleo duro del Govern con ADN PSC, y ampliado con los fichajes más políticos como el de Miquel Sàmper (que abandonó Junts a principios de año), y con perfiles técnicos pero con contenido político (como los excargos independientes de ERC de Cultura, que lanzan un mensaje claro de continuidad con las políticas culturales y lingüísticas), Illa puede permitirse el lujo de incorporar varios nombres de solvencia técnica contrastada como la médica Olga Pané (Salud), la bioingeniera Núria Montserrat (Universidades e Investigación) o el director de comunicación del Parlamento Europeo Jaume Duch (un auténtico diplomático), en la línea del gobierno de los mejores de Artur Mas, y algún golpe de efecto sorprendente (siempre tiene que haber alguno), como el del ex jugador de baloncesto Berni Álvarez para una conselleria de nueva creación, la de Deportes.
Orgullo de PSC
Como último apunte podemos destacar que el PSC es un partido que ya empieza a tener historia suficiente detrás como para crear sus propias estirpes. El nuevo conseller de la Presidencia, Albert Dalmau, es hijo de Joan Albert Dalmau, quien ya tuvo un cargo del Ayuntamiento de Barcelona con Pasqual Maragall y Joan Clos. Y Ferran Pedret, que será presidente del grupo parlamentario, es hijo de quien fue muchos años diputado en el Congreso de los Diputados Jordi Pedret y de la que fue diputada en el Parlament y negociadora del Estatut Lídia Santos. Esta continuidad familiar es más significativa de lo que puede parecer a simple vista: encarna una cultura de partido muy poderosa, un orgullo de marca PSC, que la convierte en una formación capaz de superar las peores crisis. Tal y como se ha demostrado.