CRÓNICA

La indignación de la señora del collar de perlas

El 'president' no hace concesiones en una plaza hostil

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La ministra portavoz, Isabel Rodríguez, durante la intervención del presidente Aragonès

MadridEl Club Siglo XXI es una de estas instituciones del Madrid más rancio que, por contraste, acaba sirviendo de plataforma de los presidents de la Generalitat para presentarse en la capital. Entre el público, mujeres de edad avanzada con abrigos de piel, collares de perlas y mascarillas blanca con un ribete con la bandera española. Una de ellas hace una pregunta que uno de los moderadores no se atreve a leer entera por miedo a incomodar a un president que, al estilo Mitterrand, adopta la postura de la esfinge. Ni se inmuta. La señora se indigna y exige que se lea entera. Es la siguiente: “Los catalanes votaron la Constitución, que dice que España es una nación unida. Puesto que no conseguirán separarse, ¿por qué no se dedican a hacer de Catalunya la mejor comunidad de España?” Aragonès responde educado que cuando se laminó el Estatut, muchos catalanes dieron por roto el pacto constitucional.

Cuando acaba la charla, la señora continúa indignada con el moderador. Excepto alguna pregunta más en esta línea, el tono general de la conferencia es amable. Tanto que al final alguna de estas señoras con pulsera rojigualda pide hacerse una fotografía con el president, que intenta ser amable con todo el mundo que se acerca a saludarlo. Alguien remarca que la ministra portavoz, Isabel Rodríguez, no ha aplaudido al final de su primera exposición, en la que ha defendido abiertamente el referéndum. Más allá de los ataques a Ayuso, Aragonès no hace concesiones. Sabe que sus palabras serán miradas con lupa en Catalunya, sobre todo por sus socios de Junts y de la CUP, desaparecidos ayer.

Entre Rodríguez y Subirats

A pesar de esto, Aragonès hace la entrada en el auditorio flanqueado por Rodríguez y el nuevo ministro de Universidades, Joan Subirats. Ante el vacío con el que se habían encontrado otros presidents como Torra, las dos almas del gobierno español hacen de anfitriones de Aragonès y lo tratan como lo que es: un socio imprescindible para la gobernabilidad.

Entre los asistentes hay una mezcla de catalanes en Madrid, empresarios que quieren saber cosas sobre economía, y socios y socias del club que tienen pinta de ir a todas las conferencias que se hacen. Es evidente que a medida que desgrana su discurso, la audiencia va poniendo cara de “¡Siempre con la misma canción, estos catalanes!” Pero justamente es esto lo que ha venido a decir el president, que a pesar del cambio de estrategia el objetivo de fondo continúa siendo el mismo, cosa que provoca una cierta decepción entre un público que esperaba quizás otra cosa.

Aún así, Aragonès está lejos de provocar la hostilidad de algunos de sus antecesores. La maquinaria de demonización que tan bien funcionó con Torra, Puigdemont e incluso Mas lo tiene más difícil con alguien que calcula al milímetro cada palabra que dice, incluso a riesgo de ser aburrido y plano. Ni siquiera cuando quiere ser crítico con Ayuso el president se atreve a llegar hasta el fondo y a decir las cosas por su nombre. Habla con implícitos, con un “Ya me entendéis”.

Impertérrito como es, Aragonès no pierde los nervios ni se deja intimidar, pero tampoco hace ningún gesto para destensar el ambiente. Se mueve en un equilibrio muy fino, entre el hombre que quiere negociar pero, a la vez, no renunciar a ninguno de sus objetivos. Al final, quien respira más aliviada es la delegada de la Generalitat en Madrid, Esther Capella, que ha hecho trabajo entre bastidores. “Hay que saber torear en todas las plazas”, comenta alguien. Y esto hizo ayer Aragonès.

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