El lío del apóstol Feijóo

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El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, en un mitin en A Pobra de Trives (Ourense)

MadridHay que reconocer que en los últimos días Alberto Núñez Feijóo ha animado mucho a la campaña gallega. Lo ha hecho mediante el encuentro de una "alta fuente" del PP con dieciséis periodistas que podían publicar lo que oyeron, pero no desvelar quién lo dijo. En todo caso, la fuente en cuestión reconoció que el PP había estudiado el pasado agosto la propuesta de amnistía, y que había terminado descartándola por inconstitucional en 24 horas. Pero sobre la alternativa de nuevos indultos, dijo que "el indulto es una posibilidad". "Si es legal y hay un compromiso explícito de volver al estado de derecho, podría haberse considerado. Si tienen interés en reconciliarse de verdad, si quieren, hablemos", añadió. Ahora bien, tres días más tarde el propio Feijóo manifestó: "Yo no soy Pedro Sánchez, yo no acepto la amnistía ni la aceptaré”. Y subrayó: "Yo no acepto a los indultos ni los aceptaré". La pregunta es : ¿por qué el líder del PP dejó caer primero que su partido estudió la propuesta de amnistía?¿Por qué valoró la hipótesis de los indultos?Y, finamente, ¿qué hizo que poco después negara radicalmente todo deseo de hacer experimentos políticos ¿en esta materia?

Quienes tengan fe en los videntes, que vayan a consultar a uno.Posiblemente será el camino más recomendable para interpretar estos juegos de palabras, en el contexto de una campaña electoral que ha abierto nuevas expectativas en Galicia Los más maquiavélicos dicen que Feijóo tenía miedo de que Junts acabara explicando las conversaciones del pasado agosto, los contactos para saber qué pedía Puigdemont para acercarse al PP.Esta tesis consiste en decir que Feijóo quiso pinchar cualquier posible filtración sobre aquellas conversaciones siendo el primero en admitir que algo hubo, que las palabras amnistía y indulto se utilizaron esos días en las maniobras de aproximación. Pero todo esto me parece pura ciencia ficción. Ya fue suficientemente ingenuo pensar que Junts y ERC pudieran decantarse por Feijóo cuando al otro lado del río había un pescador llamado Pedro Sánchez dispuesto a hacer de todo y más para obtener el apoyo de los partidos independentistas y seguir con la tarea de gobierno en la Moncloa.

Para el líder popular, el gran drama sigue siendo la existencia parlamentaria de Vox. Mientras para conducir su partido tenga que estar mirando constantemente a su derecha, será difícil que Feijóo la vida –la vida política, claro– le sonría. Su sueño será que los de Vox pidan algún día el ingreso en el PP –para algunos sería un regreso a casa– o, sencillamente, que sigan el camino de Ciutadans.

Por eso Pedro Sánchez se hartó de reír en el Congreso cuando oyó que Feijóo decía lo de "Yo no he sido presidente porque no he querido". Para algunas cosas, el líder del PSOE tiene en Vox un aliado objetivo. Y para Feijóo la extrema derecha es como una bola de hierro atada al tobillo, por mucho que hayan pactado en muchos municipios y comunidades autónomas. Vox estorba más que servicio al PP. Y para acercarse a los independentistas, era un obstáculo insalvable. Basta con ver cómo reaccionó el líder de Vox, Santiago Abascal, en las informaciones sobre el juego de manos del PP con las palabras amnistía y indulto frente a dieciséis periodistas. Le reprocharon lo mismo que el PSOE, es decir, que hubiera estado engañando a la gente que convocaba para manifestarse contra los pactos del PSOE con Junts y ERC, y su derivada de las medidas de gracia y la ley de amnistía .

Resolver el problema con Cataluña

El otro gran problema paralelo del líder del PP es que en relación a Catalunya quiere y duele. Desde que llegó a Madrid ha intentado varias veces empezar a tocar esa garra con el resultado de que siempre se le quedan los dedos perdidos entre las cuerdas. Feijóo, reconozcamoslo, es voluntarioso. Él ya lo dijo muy claro en el debate del intento frustrado de obtener la investidura, donde tendió la mano a una Catalunya que, ciertamente, existió, pero que políticamente cambió de piel hace ya tiempo. La esperanza del líder popular es que el independentismo vuelva a una estrategia de larga mirada, tan larga que no se vea el horizonte, y que mientras tanto, como los que esperan el advenimiento de la revolución, se conforme al seguir estirando la cuerda del estado autonómico sin romperla. Dicho de otro modo, Feijóo podría seguramente sentarse con Carlos Campuzano –en una conversación en la que aparecieran las palabras amnistía y indulto–más fácilmente que con Jordi Turull.

En todo caso, lo más importante es que el ministro Félix Bolaños se reunió con Turull para un nuevo intento de pactar el blindaje de la amnistía. Sigue siendo difícil, pero mientras en el PP están dedicados a los fuegos artificiales de las versiones contradictorias sobre lo que se intentó o no para hacer presidente a Feijóo, puede resultar más productivo lo que intentan el PSOE y Junts, es decir, seguir poniendo hilo en la aguja, a ver si se logra recosir la pieza y alcanzar un acuerdo definitivo.

Mientras tanto todo el Madrid político está expectante por lo que pueda ocurrir en las elecciones gallegas. En el PP dicen estar tranquilos, pero por lo que se les ha oído en los mítines y las entrevistas, no lo parece. Al candidato del PSOE, José Ramón Gómez Besteiro, le han mirado poco, pero a la cabeza de lista del BNG, Ana Pontón, no le han quitado el ojo de encima. Obviamente Feijóo tiene mucho en juego, en estas autonómicas. Llegó al liderazgo del PP como el apóstol reclamado, como la apuesta definitiva, pero no hizo el milagro en las elecciones generales del pasado julio. Y en la campaña gallega se ha envuelto sobre Catalunya. Los socialistas lo miran con ironía, porque se juegan menos. Para ellos, el reto es echar al PP del gobierno gallego y, de rebote, debilitar a Feijóo para que comiencen las especulaciones sobre los posibles sucesores.

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