Política

El PSOE enseña los dientes

Los partidos marcan perfil ante la convocatoria de elecciones

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El presidente español, Pedro Sánchez, dirigiéndose al Congreso  con la ministra de Igualtat, Irene Montero, al fondo.

BarcelonaA Eugenio Scalfari, fundador y director del diario italiano La Repubblica, le preguntaron una vez en qué consiste un diario ("Dottore, cos'è un giornale?", le dijeron). Conservo su respuesta enmarcada en la memoria. “Un diario –respondió– es la crónica cotidiana de la lucha por el poder”. No sé si un director inglés o alemán hubiera contestado del mismo modo, porque la descripción de Scalfari me pareció que reflejaba sobre todo la intensidad con la que la lucha para ocupar espacios de poder se produce y se vive en Italia desde siempre. Pero al mismo tiempo me pareció muy precisa, porque detrás –o delante– de la mayor parte de las noticias publicadas –y de las escondidas– está usualmente el latido de un conflicto de y por el poder. Digo todo esto por el carácter y el tono que están cogiendo los diarios, y los informativos en general, en los últimos días, en los que la obligada crónica política es la de una febril lucha por el poder.

Esta situación la reflejan con especial nitidez la actividad parlamentaria en general y las sesiones de control del gobierno en particular. La visión del hemiciclo se parece cada vez más a aquellos momentos en los que, cuando estábamos en la escuela, la clase se había quedado unos minutos sin profesor o profesora y volaban los trozos de tiza y los borradores entre los pupitres, mientras un griterío progresivamente ensordecedor se apoderaba del aula. La pelea que ocupa el espacio central de esta escena es la que en los últimos días han llevado a cabo el PSOE y Podemos dentro del gobierno que comparten, con relación a la reforma o el mantenimiento de la ley del solo sí es sí, mientras en el fondo del escenario siguen los casos de corrupción que afectan a socialistas y populares.

Al abrir el foco, en efecto, la imagen que aparece es la de una trifulca general, en un todos contra todos y una escena que ya no es la de la clase abandonada a su suerte, sino la del típico saloon del Lejano Oeste donde ya no vuelan tizas, sino mesas, botellas y sillas que acaban estrellándose contra el espejo que hay detrás de la barra. Los únicos que en esta secuencia parecen tranquilos, apoyados en un extremo de la barra, son los del PNV, que lo miran todo como si la fiesta no fuera con ellos. Y eso que no se tiene que rascar mucho para comprobar que también tienen sus preocupaciones, porque Bildu ha ido cogiendo un perfil social propositivo que plantea una cada vez más sólida competencia electoral a la clase dirigente tradicional de Euskadi.

Tensión creciente

En Madrid, en paralelo, todo sigue como siempre esta legislatura, pero peor, por la tensión creciente. Las encuestas señalan una subida del PP, que se distancia de un PSOE a la baja. Sin duda, la pelea con Podemos influye decisivamente en esta evolución de la cotización de los socialistas. El gobierno concentra sus esfuerzos en el afán de demostrarnos que toda su ejecutoria se caracteriza por la voluntad de alejarnos de las zarpas de la inflación, pero una sola aparición pública de Irene Montero o Ione Belarra lleva indefectiblemente la atención hacia otro terreno, donde la coalición gobernante no tiene nada que ganar.

Era lógico que a medida que se fueran acercando los momentos clave de la larga precampaña electoral y el final de la legislatura aparecieran las diferencias entre los socialistas y sus aliados, singularmente con los de Podemos, que se tienen que diferenciar para después pedir el voto. Pero esta semana la tensión ha ido muy lejos. La parte socialista del gobierno, y el PSOE como organización, ha querido que su socio principal se sintiera abandonado a su suerte en el Congreso de Diputados. Hemos visto así a Montero y Belarra solas en los escaños azules, los del ejecutivo, en momentos críticos del debate sobre la reforma de la ley que, lamentablemente, ha facilitado centenares de rebajas de penas, y también excarcelaciones, de autores de delitos de agresión sexual. Unos y otros corren a decirnos que la coalición aguantará, pero el mal ya está hecho. Estas décadas de vida democrática en España demuestran que cuando se instala una sensación de desgobierno en el país, baja automáticamente el grado de apoyo electoral del partido o de los partidos implicados en la gestión del día a día.

Por eso Feijóo limita sus intervenciones en este último periodo. No le hace falta hablar mucho, de momento. Lanzando a sus portavoces a recordar constantemente el caso Mediador, mencionando la figura del exdiputado Juan Bernardo Fuentes, dicho Tito Berni, y las corruptelas de las que está acusado como supuesto extorsionador y comisionista, ya casi tiene suficiente, porque el resto se lo hacen, y regalado, entre PSOE y Podemos. Feijóo pasa de largo de los casos Kitchen o de la operación Catalunya, porque son de una época en la que él no estaba, en la que él no estaba en el puente de mando del PP. A la marca le hacen mucho daño, pero al líder del PP personalmente no lo afectan mucho.

Probablemente por eso el presidente español, Pedro Sánchez, sacó en el Congreso la mención de la antigua fotografía en la que Feijóo apareció en un yate junto a un narcotraficante, Marcial Dorado, hace 28 años. Fue un error, pólvora mojada, salvo que el PSOE tenga datos de que aquella relación conllevó algún tipo de consecuencias reprobables. Se tiene que tener en cuenta que, después de aquella fotografía, Feijóo ha ganado por mayoría absoluta en Galicia cuatro veces. Es extraño que Sánchez haya escogido este camino para pasar al contraataque, en vez de buscar otros puntos débiles por los que abrir una vía de agua al PP. El propio caso Kitchen, antes mencionado, es un tormento para los populares, aunque nada tenga que ver personalmente con su líder actual.

La conclusión a la que se puede llegar, por este episodio y el de las tensiones con Podemos, es que el PSOE y la parte socialista del gobierno han sentido esta semana la necesidad de enseñar los dientes. Pero morder, lo que se dice morder, no lo ha hecho del todo. A Podemos le dijeron que estaban cansados de sus "peroratas". Pero después se han quedado en una política de gestos para acompañar la votación de la propuesta de reforma de la ley del solo sí es sí, donde el PP apoyó al PSOE sin que se lo pidieran. Buena jugada del PP, porque esta decisión los centra en el espacio político. Pero enseguida el PSOE quiso acercarse a sus socios de gobierno con el pacto sobre el futuro de las pensiones y los proyectos de ley de vivienda. Ya veremos si estos acuerdos se cierran, pero la coalición acabará la legislatura. Eso sí, con nuevos momentos de tensión, porque marcar perfil propio es lo que toca en un año tan electoral.

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