MadridSe ha hecho un grano demasiado de lo que ocurrió en el Congreso en este primer "lleno decisivo" de la recientemente iniciada legislatura. Yo no estoy asustado, no creo que se haya abierto una etapa de permanentes conflictos políticos que hagan peligrar equilibrios básicos del sistema y la paz social. Ni que estemos muy cercanos al juicio universal que derribaría al gobierno de Pedro Sánchez para permitir la llegada al poder de un PP en manos de Vox. Todo esto son caricaturas de la realidad. Inquietantes para unos y divertidas para otros, si lo desea, porque las caricaturas más o menos bien hechas siempre pueden tener estas características. Pero lo que se puso de manifiesto es que hay que negociar de otra forma, con más tiempo y mucho más tacto. Si existe una evidencia derivada de la actual composición del Parlamento español es que deberá dedicarse más atención al tratamiento parlamentario de cada paso importante que se quiera dar. Se ha abierto el mercado del pez. Y cuidado, porque la mercancía no siempre estará en buen estado, ni deben descartarse las intoxicaciones o las también peligrosas indigestiones.
La diferencia entre la sesión parlamentaria celebrada en la sede del Senado –porque la sede del Congreso está de reformas – y una jornada ejemplar reside de forma principal en las formas que se siguieron. La lección para el gobierno es que no puede ir al Parlamento sin haber intentado negociar más a fondo con sus principales interlocutores. Fíjese que no hablo de socios, sino de interlocutores. El PSOE no tendrá socios fieles y fiables a ninguna parte durante esta legislatura. No se debe a que lo diga la situación de los partidos y las razones estratégicas que tenga cada uno de ellos. La carencia de socios empapados de docilidad deriva de la aritmética parlamentaria. ¿Por qué Juntos o Podemos deberían ser dóciles con el PSOE? Lo que deben hacer es jugar con una mínima prudencia por no confundirse, por no medir mal su fuerza. Por cultura popular ya sabemos que el botijo no puede ir ilimitadamente a la fuente sin riesgo de romperse. Pero la tentación de querer acercarse y beneficiarse de la canela de agua es muy natural.
Lo que le ocurrirá probablemente a Junts ya se lo advirtió ERC desde el debate de investidura de Sánchez. Es decir, que tarde o temprano se darían cuenta de que no habían recaudado lo que esperaban, aunque se lo hubieran prometido. No es por instinto mentiroso o depredador, es por ese gran principio filosófico que un torero expresó diciendo que "lo que no puede ser no puede ser, y además es imposible". A Junts se le ha prometido ahora que Catalunya tendrá competencias en materia de inmigración. Se entiende que una comunidad autónoma quiera tener atribuciones sobre todas aquellas áreas que influyen en el buen funcionamiento de los servicios públicos, empezando por los dos más importantes, que se citan siempre, la sanidad y la educación. Ahora bien, quien piense que Cataluña podrá tener una gestión completamente autónoma y diferenciada de las demás comunidades, sin control de la administración estatal para las decisiones más importantes en este capítulo, es que no sabe en qué consiste negociar con el PSOE o con el PP, los dos partidos que han gobernado España desde la restauración democrática (salvo el período inicial de la UCD de Adolfo Suárez). Y los dos que aplicaron en 155 para suspender la autonomía de Catalunya en 2017. Eso hay que tenerlo siempre en cuenta, incluso ahora que estamos en un período de diálogo y negociación permanente. Diga lo que diga el Código Penal y los delitos que prevea, este mecanismo de la Constitución es la verdadera arma legal contra las iniciativas unilaterales.
Sin fidelidad
Lo interesante de la actual fase de la vida política española es que no hace falta jurarse fidelidad para que el entendimiento entre fuerzas políticas pueda durar y tenga que permanecer. La razón es que para los partidos que permitieron poner en marcha la legislatura no existe mejor alternativa. Es esa realidad, esa cláusula, la que da toda la seguridad que pueden tener las fuerzas políticas que rodean a Pedro Sánchez, no tanto por el gusto de construir una mayoría social progresista, como algunos inocentes dijeron inicialmente, como para seguir participando en dicho mercado del pez en beneficio propio. Ahora bien, una vez aceptado que ésta es la regla del juego, lo que resulta exigible es que se trabaje con cierta finura. Ver cómo el superministro Félix Bolaños, mano derecha de Sánchez en el ámbito político, debe esprintar por los pasillos para cerrar acuerdos de último minuto, y cómo debe seguir corriendo después para explicar los pactos echando agua al vino, no es la imagen más exitosa de la estabilidad.
Veremos en qué queda la política de inmigración y el margen que una ley orgánica como la anunciada mujer en Cataluña. Poner letra en la música no será nada fácil. Lo curioso es que dos formaciones que fueron protagonistas principales del Procés, Junts y ERC, compitan ahora en el nuevo mercado del pescado por las capturas preelectorales, y debiendo hacerlo promoviendo acuerdos. La táctica de ir sacudiendo al gobierno puede favorecer la imagen de interlocutor duro y exigente. Pero diría que no conviene abusar de ellos. Poner en peligro la estabilidad para perjudicar a ERC no será un buen negocio para nadie. Tanto hablar de unidad entre las fuerzas soberanistas es incompatible con la exhibición permanente de esta competencia.
Con Podemos y Sumar ocurre algo similar. Juntos no hará caer al gobierno en ninguna circunstancia mientras no se haya aprobado y aplicado la ley de amnistía. Podemos no tiene ese aliciente ni esa motivación. Esto hace más peligrosa su disidencia. Debería ser al contrario, porque las diferencias del PSOE con Junts en materia económica y social son mayores y evidentes. Pero en el caso de Podemos existe un elemento más poderoso como motor de conflictos. Este elemento va más allá de la necesidad de marcar perfil propio. Se trata del deseo de devolver el daño recibido por la salida del gobierno. La izquierda da una vez más un espectáculo de división que es mucho más grave que la lucha de una o varias jornadas de tensión negociadora en el Parlament en busca de réditos políticos. Sánchez, mientras, se apresura por intentar recuperar iniciativa, y este lunes abrirá la semana con una entrevista en Radio Nacional de España. Y en paralelo el PP boxea solo en un rincón del cuadrilátero.