¿Es posible la ruptura?

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El secretari general de Junts, Jordi Sànchez, ayer en Barcelona

Jefe De PolíticaEn la película Mr. & Mrs. Smith, Angelina Jolie y Brat Pitt son un matrimonio modélico que esconde un secreto capital: los dos son espías y trabajan para lados enfrentados. La situación es sostenible hasta el día que -ya se lo imaginan- reciben el encargo de eliminarse el uno al otro y descubren -oh, sorpresa- que su compañero de viaje es al mismo tiempo la persona que les hará la vida imposible. Esquerra y Junts per Catalunya ya hace mucho tiempo que descubrieron que eran socios pero también enemigos íntimos -como tan bien retratan los compañeros Oriol March y Joan Serra en su último libro-, a pesar de que esto no ha sido impedimento para seguir juntos e, incluso, renovar los votos in extremis el pasado mes de mayo.

La crisis por la composición de la mesa de diálogo que se reunirá hoy es un ejemplo más de esta relación y demuestra que ni sesenta y ocho espacios de coordinación diferentes, ni unas convivencias en la Garrotxa, ni un cambio en el puente de comando de la Generalitat pueden cambiar la dinámica. En poco más de 100 días en el cargo, el president Pere Aragonès ha constatado que está fracasando en uno de sus principales objetivos de este mandato: evitar que el Govern proyecte la imagen de guirigay interno que ofreció en muchas ocasiones durante la legislatura pasada.

Ayer el jefe del ejecutivo catalán quiso hacer un gesto de fuerza dejando a Junts fuera de la mesa de diálogo si no proponía consellers para su delegación, pero no fue suficiente. Junts mantiene su negativa aunque esto pueda socavar la autoridad de Aragonès.

Y, aun así, ayer tanto Esquerra como JxCat esgrimían que la crisis no tenía que poner en riesgo la unidad del Govern. Es cierto que los dos pueden encontrar ventajas en la ausencia de los de Carles Puigdemont -ERC, la de poder negociar con plena autonomía con el gobierno español; y JxCat, la de desmarcarse con todavía más facilidad de la mesa si fracasa-, pero la división entre los dos socios debilita la posición del Govern a las puertas de una mesa de diálogo a la que Pedro Sánchez ya llega arrastrando los pies.

La pregunta inevitable

A pesar de las diferencias, ayer la pregunta entre algunas voces de los dos partidos era coincidente. ¿Es posible la ruptura? ¿Tiene sentido un ejecutivo enfrentado en lo que tiene que ser uno de los pilares de la legislatura? ¿Puede continuar gobernando si tampoco en debates estratégicos como el del aeropuerto hay una posición común? Hasta el 14-F no se pueden volver a convocar elecciones y la aritmética enfría las tentaciones de gobiernos en solitario, así que la amenaza de una ruptura es ahora mismo lejana. ERC y Junts continuarán conviviendo mientras se miran de reojo para vigilar que ninguno de los dos se haga la zancadilla.

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