Todo lo que un presidente de mesa electoral necesita saber antes del domingo

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Reunión en Santa Coloma de Gramenet para informar sobre las mesas electorales

BarcelonaLa democracia es la sensación de que existe un contrato. Quiero decir que la democracia agoniza en los Parlamentos y en las redes sociales, pero quizá siga viva en el respeto mutuo que siento cuando pregunto algo a un desconocido en una plaza y el desconocido me responde amablemente. No era mi intención rebajar la dureza de este cuaderno electoral en la última de las crónicas, pero he ido a una sesión de formación para vocales y presidentes de mesa que no es obligatoria de ninguna manera y estaba tan llena que había gente de pie.

La jornada ha durado dos horas de powerpoint, que multiplica la duración del tiempo por siete como los años de perro, y ha transcurrido en la conciliadora franja de ocho a diez de la tarde. Había chicos y chicas que habían cumplido dieciocho años hacía menos de un mes, y señores y señoras con las canas, pero ni un alma se ha ido hasta que se ha levantado la sesión. Ante mi escepticismo, una cincuentena de personas en la sala de plenos del Ayuntamiento, con la única voluntad de cumplir lo mejor posible el deber ciudadano que les ha tocado este domingo. Están sentados en las mismas sillas de madera antigua y forro rojo donde normalmente se sientan los concejales, una imagen que me convencería de lanzar a Hobbes a la basura y volver a leer a Rousseau.

El Ayuntamiento es el de Santa Coloma de Gramanet, villa orgullosa del disputadísimo barcelonés. La comarca está disputada políticamente, pero Santa Coloma no: Núria Parlon lleva años reinando con mano de hierro, y el episodio de Gabriel Rufián presentándose en las últimas elecciones es de esas cosas de la política catalana que no sabes si fue un sueño o realidad. Charlo con un militante del PSC que trabaja en el consistorio y que habla como si no quisiera que una ilusión excesiva llevara mala suerte, que sufrió mucho cuando Pedro Sánchez les anuló un acto de campaña (coincidió con uno de los cinco días que el presidente estaba profundamente enamorado), y que el secreto de Salvador Illa es que es un señor de orden.

Por si no tuviera motivos suficientes para recuperar la fe en la conciencia social, en la plaza me encuentro una veintena de señoras con muchos complementos de color lila: son miembros del Grupo de Mujeres Ártemis, que se reúnen cada primer martes de mes para denunciar a los feminicidios desde hace diez años. Les pregunto si la causa feminista condicionará su voto, responden que sí, y que no les hace mucha ilusión votar nada en positivo pero que ni una fallará en las urnas mientras todavía ocurran casos como el de Rubiales. Muchas están jubiladas y se quejan de que octogenarios se puedan presentar a cargos políticos mientras que a partir de 65 años dejen de llamarte a las mesas electorales: "Podríamos ayudar mucho".

Cosas que no sabía

La sesión de formación tiene una energía que me recuerda el chiste de Tip y Coll sobre las instrucciones para llenar un vaso de agua. Pero el sentido de responsabilidad ciudadana dignifica la comicidad. Cosas que no sabía: existen dispositivos para votar en braille; si pediste el voto por correo y no pudiste votar, ya no podrás hacerlo en las urnas; estas elecciones son las primeras en las que los miembros de la mesa deben aceptar los votos de cualquier discapacidad acompañado (pueden hacer constar si dudan sobre la autonomía del voto, pero deben admitir la papeleta), y los presidentes cobran diez euros más que los vocales porque deben llevar las actas a los juzgados.

Se repite muchas veces la expresión “sentido común”, y el chiste prefabricado es que al acabar el día se podrán llevar los bolis. Cuando se acaba, pregunto a los dos casi menores de edad: Gabriel se enteró de que había elecciones al recibir la carta, dice que no sabe lo suficiente de política para votar y que lo hará en blanco, pero que siente mucho de compromiso con todo ello y quiere hacerlo bien. Le pido a Rocío qué diría a los que votarán el domingo, y me dice que cree que todos deberíamos reflexionar por nosotros mismos y no dejarnos llevar por las presiones externas. Me hacen pensar en un verbo que utiliza la admirada Itziar González, que dice que la política deberíamos coproducirla entre todos, y que hoy me suena verosímil.

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