El PSC: el partido que abraza (y se abraza) a todo el mundo
BarcelonaEl pasado lunes, todavía bajo el impacto de la aparición fugaz de Carles Puigdemont en el Arc de Triomf y la investidura de Salvador Illa, que acababa de hacer público su gobierno, la cuenta de Junts per Sabadell pió una imagen de su líder con este mensaje: "El teniente de alcaldía de Promoción Económica y Proyección de Ciudad, Lluís Matas, durante esta semana asume las funciones de alcalde accidental de Sabadell. Trabajamos por la ciudad desde el gobierno". En Sabadell, el PSC tiene mayoría absoluta y no necesita a nadie para gobernar. Sin embargo, la alcaldesa, Marta Farrés, dio entrada a Junts a su gobierno. Sin embargo, Sabadell no es una excepción. Se trata de una política de partido. En Santa Coloma de Gramenet, por ejemplo, Parlon dio entrada a los dos concejales de Ciudadanos en su gobierno. En Sant Boi y Cornellà, donde el PSC tiene mayorías incontestables, abrieron la puerta a los comunes.
Entender por qué lo hacen es básico para entender el PSC y su cultura política, que bebe de esa máxima que Vito Corleone enseña a su hijo Michael: "Mantén cerca a tus amigos, pero aún más cerca a tus enemigos". En realidad se trata de una estrategia para desactivar a la oposición ofreciéndole cargos y prebendas. Por eso el PSC siempre aparece como un partido generoso: no le importa renunciar a cuotas de poder si a cambio saca algo más valioso, como tener bajo control quién podría hacerle sombra. La consigna: cuanta más gente dentro, mejor, y cuanto más contentos, mejor aún. Da igual con quien. Aparcan siempre cualquier tentación de revancha o las malas relaciones personales, porque esa política de partido está por encima. Puede ser Junts en Sabadell o Cs en Santa Coloma, aunque lo habitual es que sean los comunes, a los que consideran sus hermanos pequeños. Por eso, también, cuando alguien negocia con el PSC siempre encontrará facilidades. Es habitual que si alguien pide x, le acaben dando x+y. En los pactos, en su cultura política, también debe ser generoso con el objetivo de que todo el mundo quede satisfecho, porque ésta es la forma de asegurar su estabilidad y durabilidad. Porque ¿quién romperá con quien te ha dado más de lo que pedías?
Cultura de poder
Lo que existe en el fondo de este comportamiento es una profunda cultura de poder, y un conocimiento también profundo de los mecanismos psicológicos que intervienen. Esto hace que, por ejemplo, cuando el PSC está en una posición minoritaria en un ayuntamiento, la consigna que reciban desde arriba sea la de entrar en el ejecutivo a cualquier precio. Los ediles del PSC no están programados para hacer oposición, no forma parte de su ADN. Por eso después de las elecciones municipales del 2019 el entonces primer secretario, Miquel Iceta, dio la orden de pactar con todos y entrar al máximo de gobiernos municipales posibles. Y así es como el PSC podía pactar con Cs en Tarragona o Lleida, con Junts en Vilafranca, o con la CUP y ERC en Sant Cugat del Vallès. Incluso en su peor momento, ellos tuvieron la clave de la gobernabilidad de numerosos municipios que se disputaban Junts y ERC. Y esta política de apertura la siguen aplicando ahora: en septiembre del 2023 el PSC pactó con el PP y con unos independientes para formar gobierno en Montcada i Reixac. Da igual que Feijóo diga que el PSC es un partido independentista.
El PSC, pues, es un partido que abraza (y se abraza) a todo el mundo. Que intenta tratar bien a todo el mundo y que todo el mundo le deba siempre algo. No en vano ha mantenido en la parrilla de la XAL, que depende de la Diputación de Barcelona, el programa que presenta la esposa del expresidente Carles Puigdemont, Marcela Topor, asegurándole así unos ingresos en un momento complicado. Pero no nos engañemos: no es un gesto puramente altruista. Es política. Su cultura política. Y también la de Salvador Illa, como se ha visto en la conformación del Govern. Y no les ha ido mal, al contrario.