Puigdemont no lo tendrá fácil

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Puigdemont hoy en Elna

MadridEl anuncio de la presentación de Puigdemont en las elecciones catalanas prácticamente monopoliza la atención política en Madrid desde el jueves por la tarde, con insertos en los informativos sobre el curso de la novela por entregas relativa a la presidenta de la Comunidad de Madrid , Isabel Díaz Ayuso, y el fraude fiscal de su pareja, ahora ya judicializado. Esto último no tendrá grandes consecuencias de momento, porque no se ha puesto de manifiesto que el novio hiciera negocios con la administración autonómica y porque la mayoría absoluta del PP en Madrid es tan cómoda que puede aguantarlo casi todo. La cuestión catalana, en cambio, es lo que llamamos pelota viva, que puede acabar en un tejado o destruir todos los cristales de la precaria legislatura de Pedro Sánchez. Lo que está claro de salida es la determinación de Puigdemont y el nuevo reto que lanza al Estado en general y al gobierno socialista en particular. Sin despreciar el pulso que también le ha planteado a ERC, presentándolos de entrada como los flojos y entregados de la familia independentista, ahora mucho menos motivada que en el 2017. El propósito de resucitar ese espíritu de revuelta es lo que impregnó acto de presentación del candidato Puigdemont, que no sé si saldrá adelante porque las cosas han cambiado, como recogen las encuestas, en las percepciones de la sociedad catalana en estos últimos seis años largos.

Este factor, que el calor social no es el mismo, plantea la primera diferencia sustancial con el que vivimos entonces. No tendrá fácil conseguir movilizar en los términos que le facilitarían la vuelta y eventualmente la investidura en el Parlament, porque lo de ponerse en medio del campo de batalla tiene el inconveniente de que sólo llegar todos disparan contra ti. Ya se vio el poco tiempo que tardó ERC en rechazar la propuesta de una suma de activos con Junts. Una iniciativa, cabe decir, que Puigdemont hizo a título retórico para que no sea dicho, pero sin la más remota esperanza de que los de Esquerra la vieran con buenos ojos. Pere Aragonès acababa de consumir turno en uno de estos desayunos característicos de la capital española, donde la gente se va a golpear en la espalda, y no pudo ir más lejos que proponer un sistema de financiación singular para Cataluña , en línea con el concierto del País Vasco y el otro gran privilegio en la materia en la Península, el que gozan los navarros.

Ha sido, sin duda, una mala coincidencia. Lo digo porque las reclamaciones de Aragonès duraron dos minutos en manos del PSOE, que las lanzó a la papelera en la primera esquina. Una lástima, porque la propuesta, que no es nueva, merece atención y ser discutida, aunque sólo sea por cortesía. Pero la vicepresidenta primera del gobierno y ministra de Hacienda, María Jesús Montero, dejó claro que la negociación del nuevo sistema de financiación autonómica –si algún día comienza realmente– será “multilateral”. Tanto como decir que nada de sistemas singulares. Me recordó aquella visita que debía ser histórica de Artur Mas a Mariano Rajoy, en la que le dijo que la negativa a aceptar un tratamiento individualizado de las finanzas catalanas tendría consecuencias, y tuvo, con el desarrollo del Proceso.

Riesgos políticos y judiciales para el expresidente

Esa advertencia no sirvió de mucho, como pudimos comprobar, y el peor del nuevo intento de buscar por ese camino una situación más favorable dentro del estado autonómico es que sólo ha tenido el efecto de provocar respuestas de rechazo. Quienes ya han hecho del tráfico hacia el independentismo un viaje sin retorno habrán confirmado sus nulas expectativas de que el diálogo con el gobierno tenga posibilidades de llegar a importantes compromisos. Pero la gran pregunta es si lo que propone Puigdemont resulta una alternativa más realista. Ir a tocar en la puerta del gobierno con proposiciones concretas no garantiza ningún avance, pero buscar rehacer el hilo conductor con el 2017 tampoco tiene mejor pronóstico. Un referendo de autodeterminación nunca lo asumirá el PSOE, y la vía unilateral también quedó constatado que no lleva muy lejos. En concreto, en la sala de plenos del Supremo, aunque haya desaparecido el delito de sedición. Y también lleva a la aplicación del artículo 155 de la Constitución.

Todo esto lo debe tener en cuenta el votante de este 12 de mayo. Camino fácil no hay. La cuestión es cuál de las respuestas que puede dar Catalunya a las urnas pueda ser más útil para contar con instituciones fortalecidas, desde las que seguir trabajando para incrementar el autogobierno. La Moncloa tendrá que medir bien sus pasos, pero no sería raro que Pedro Sánchez quisiera participar directamente en la carrera electoral con varios actos. Ya se vio con sus primeras reacciones, el pasado viernes, cuando puso todo el acento de sus mensajes en que Catalunya debe decidir si quiere "mirar al pasado o al futuro". Lo hizo subrayando que la segunda opción, la del futuro, la representa exclusivamente su candidato, Salvador Illa, y aún añadiendo como apuesta que tendrá un resultado mejor que el que le pronostican las encuestas como primera fuerza el 12-M . El presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, que siempre está a la que salta, decía en paralelo que si Puigdemont vuelve "para intentarlo, el ridículo al que nos exponemos es histórico". El reto del líder de Junts, en definitiva, es doble, porque primero deberá ser capaz de animar a la gente, pero, en segundo lugar, tendrá que saber qué hacer después si obtiene el grado de confianza al que aspira.

En todo caso, el mayor riesgo de Puigdemont, a corto y medio plazo, es el derivado de la aplicación que hagan los jueces, y en particular el Supremo, de la ley de amnistía cuando entre en vigor. Esto podría suceder en torno al mes de junio, lo que dificultaría su asistencia al Parlamento, si realmente tiene opciones de optar a la investidura. El Constitucional ha dicho que una candidatura de este tipo debe defenderse de forma presencial. Y en paralelo puede haber consultas a la justicia europea –también por parte del Supremo, por ejemplo– que supongan una paralización de la efectividad de la amnistía. Todo esto condicionará la campaña de Puigdemont, tan insólita por este cúmulo de circunstancias y tan potencialmente decisiva para la sociedad catalana y para la continuidad de la legislatura estatal en términos asumibles.

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