MadridFelipe González no es una persona acostumbrada a perder. Por eso la noticia política de la semana es su rendición ante el poder absoluto que Pedro Sánchez ha impuesto en el PSOE. De hecho, Felipe González empezó a perder su ascendencia sobre el partido muy pronto. Si bien impuso que Joaquín Almunia fuera su relevo en 1997, tres años más tarde, un joven leonés desconocido, José Luis Rodríguez Zapatero, se impuso por ocho votos al candidato oficialista, José Bono, en un Congreso del PSOE con tintes dramáticos. Desde entonces, solo en el periodo de Alfredo Pérez Rubalcaba se pudo sentir reconocido en su PSOE.
Aún así, la animadversión que González ha profesado por Pedro Sánchez ha sido mucho más profunda y agria que la que le dedicó a Zapatero, al que consideró como un mero accidente de la historia. El 28 de septiembre de 2016 González declaró que se sentía “engañado” por Sánchez puesto que, según él, le había asegurado que el PSOE facilitaría la investidura de Rajoy. Desde entonces la historia es conocida. Las maniobras para descabalgar a Sánchez chocaron con el sentimiento de la militancia, que considera que González ha evolucionado hacia posiciones conservadoras.
Incomodidad de González
Por todo ello la rendición de González es un hecho excepcional, y él mismo era consciente de ello ayer, cuando no pudo evitar mostrar su incomodidad. El expresidente dice que está alejado de la política y que puede opinar libremente, pero lo cierto es que se ha visto obligado a bajar del burro porque sabe que no puede enfrentarse a Sánchez y al PSOE cuando al otro lado de la puerta están esperando el PP y Vox. Aquel joven secretario general que se impuso a los históricos del PSOE como Rodolfo Llopis es incapaz de entender lo que hacen los actuales dirigentes. Pero sí que sabe que no se puede permitir renunciar al PSOE porque entonces pasaría a ser un traidor a la causa de su vida.
Pedro Sánchez ya es el dueño absoluto del partido, y lo es además practicando la magnanimidad con sus antiguos adversarios. No en vano hay 3.000 cargos públicos que dependen directamente de él, y los barones también saben que su suerte está indefectiblemente ligada a la del presidente español. Hace solo unos años hubiera sido imposible pensar que el PSOE digeriría un acuerdo de gobierno con el Podemos de Pablo Iglesias, que tendría a ERC como socio estable y que indultaría a los independentistas catalanes. Los Lambán, Page o Vara todavía mascullan de vez en cuando, pero van con mucho cuidado para no enfrentarse abiertamente con el líder.
Para el PSC Sánchez es su salvavidas electoral, como en su día lo fueron Felipe o Zapatero. No se puede entender la victoria electoral del PSC en el 14-F sin la llegada al gobierno de Sánchez. Su reto es ahora tener un peso más grande en la sala de máquinas de Moncloa, donde ahora está Francesc Vallès como secretario de estado de comunicación.