Una situación política envenenada: cuatro opiniones sobre el futuro de la legislatura

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Pere Aragonès y Damià Calvet al Palament

Desde repetir elecciones hasta reeditar una fórmula de los años ochenta: son algunos de los escenarios que, a propuesta del ARA, plantean cuatro opinadores a raíz del bloqueo de después del 14 de febrero.

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El resultado del 14 de febrero daba la posibilidad al independentismo de revalidar la fórmula de gobierno de la legislatura anterior. Ahora bien, también abría otros escenarios. En todos Pere Aragonès se situaba como presidenciable: es el único que puede articular una mayoría parlamentaria para la investidura. Tres meses después de haber ido a las urnas, las negociaciones entre JxCat y ERC continúan embarrancadas. Las tensiones dentro del espacio posconvergente, en disputa entre las pulsiones más institucionales y otras más activistas, explican en parte las dificultades para avanzar.

Paralelismos

ERC ha anunciado que acepta la oferta de Jordi Sànchez de gobernar en minoría. Si la propuesta prospera, Aragonès podría emular al Jordi Pujol de 1980. Después de unas elecciones traumáticas, consiguió forjar un sólido liderazgo a partir de la acción de gobierno. Hizo camino con la construcción de grandes consensos y la articulación de acuerdos en el marco de una geometría variable. Cuatro décadas después hay algunas similitudes: un escenario en transformación acelerado donde hay margen importante para construir e innovar. Aprovechar al máximo los fondos europeos y gestionar la pospandemia requiere la suma de inteligencias colectivas.

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Es falso que el tiempo transcurrido desde el 14 de febrero no haya servido de nada. En términos de actividad legislativa no, evidentemente; pero en términos de dibujar con una cierta claridad quién es quién, sí. Durante la campaña electoral se afirmaron rotundamente algunas cosas, se insinuaron otras y hubo también una gesticulación que cada uno podía interpretar como quisiera. Ahora ya sabemos, con una cierta exactitud, qué pretende ERC y qué pretende Junts. También sabemos que hay actores políticos que no se presentan a las elecciones pero que actúan como si se hubieran presentado. Todo ello es más importante de lo que parece a la hora de tomar una decisión en firme.

Repetir elecciones

Ahora creo que un pacto de ultimísima hora carecido de justificación programática y sin ninguna estrategia real comuna es una manera muy poco digna de salvar los muebles. En este sentido, repetir las elecciones no solo no me parece dramático, sino que, atendidas las circunstancias, es quizás la única manera de resolver la situación. Ahora ya sabemos que las abstracciones llamadas independentismo y unionismo no existen. Lo que hay son partidos, personas, programas, actitudes... relacionadas con un proyecto o con otro, pero nada que los cohesione más allá de todo. Aclaremos las cosas, pues.

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Lo más extraño fue que ERC y el universo de Junts se entendieran en su día para formar gobierno. Pero tenían un objetivo común definido, el 1-O. Ya pasado 2017, aquello que los une es la disputa para imponerse sobre el socio y enemigo íntimo. La guerra sostenida que mantienen por una hegemonía del independentismo que, a corto plazo, poco o nada tendrá que ver con el dominio que CiU tuvo en el catalanismo. Pero unos y otros aspiran indisimuladamente. La batalla permanente explica el cero entusiasmo que ERC y Junts tienen para llegar a un nuevo acuerdo. Pero mientras que Esquerra tiene alternativas, los de Carles Puigdemont no. Ir a elecciones implicaría una campaña ya sin disimular con cara de perro, después de la que Junts solo podría gobernar si obtuviera una improbable mayoría absoluta o se acercara a ella.

La excusa para ERC

Si no pasa esto, los de Oriol Junqueras habrían tenido en el no de Junts a investir a Pere Aragonès la excusa perfecta para sacarse de encima a un socio incómodo e indeseado. Como forzada por las circunstancias, ERC podría abrirse a pactar con las izquierdas y así intentar dar forma institucional a aquello de ensanchar la base, un argumento que les puede justificar años de gobiernos sin Junts para intentar imponerse definitivamente. Y así van.

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Por más complejo que pueda parecer, el debate sobre la formación de gobierno en Catalunya gira alrededor de una pregunta clave: ¿sobre qué eje se quiere generar la mayoría de gobierno? Es esto que explica que ERC domine las negociaciones sin ser el partido más grande del Parlament: es el partido situado a los dos lados del eje que tienen mayoría para gobernar, el independentismo y las izquierdas. Cualquier mayoría de gobierno pasa por su espacio y justifica que Pere Aragonès sea el principal candidato a la presidencia. Sin embargo, esta posición privilegiada viene con el coste de no poder evitar el debate de qué tipo de eje necesita tener mejor sintonía con sus socios de gobierno.

ERC, entre los dos ejes

Una decisión, la que tiene que tomar Esquerra, nada agradable por la dificultad de ignorar un eje territorial muy abierto hoy por hoy por el cierre en falso de la crisis de 2017, pero también por la dificultad de ignorar que, sin sintonía en el eje económico, la coalición con Junts no ha podido impulsar un programa de gobierno coherente que pudiera dar soluciones a la ciudadanía la legislatura pasada. El intento de gobierno en solitario de esta semana pretendía buscar una solución flexible al dilema, pero parece evidente que ninguno de los potenciales socios pondrá tan fácil la elección a ERC.

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