De Tintín a Mandela, el cambio de relato de Puigdemont

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Carles Puigdemont y Toni ComÍn sostienen una pancarta del líder catalán encarcelado Oriol Junqueras durante la primera sesión plenaria como miembros del Parlamento Europeo en Estrasburgo

BarcelonaSi algo hizo daño a la imagen de España después de octubre del 2017 fue la combinación de presos políticos y exiliados en un país de la UE. La cárcel, por supuesto, es más dura que el exilio a escala personal, pero servía una munición muy útil a la causa de los exiliados. El mejor ejemplo de ello es la imagen de los eurodiputados Carles Puigdemont y Toni Comín con un cartel de Free Junqueras.

A pesar del evidente buen funcionamiento del binomio prisión-exilio, desde algunos sectores de Junts, durante los últimos años, se ha intentado contraponer los dos métodos de lucha. El mensaje era que la cárcel era inútil (entregarse al enemigo) mientras que el exilio era la mejor vía para doblegar a España. Y eso que el propio secretario general de Junts, Jordi Turull, es un expreso político beneficiado por los indultos.

Carles Puigdemont también ha alimentado este discurso justificativo del exilio, pero, en cambio, ahora branda la cárcel como un arma política igual de válida para confrontar con el gobierno español. Alguien verá un cambio de estrategia, y es posible que algunos de sus partidarios no entiendan que, después de siete años de exilio, ahora se arriesgue a ponerse en manos de los jueces españoles y ofrecerles la imagen que hace tantos años que persiguen. Pero en realidad no es cierto. La carta de Puigdemont deja claro que el exilio y la cárcel son dos estrategias igual de buenas, y que su activación depende del contexto. De hecho, en la carta el expresidente afirma que él estaba dispuesto a devolver ya el 30 de enero del 2018 si hubiera habido lleno de investidura, un regreso que habría comportado, con toda seguridad, su encarcelamiento. Por tanto, si Puigdemont vuelve ahora es porque piensa que en este momento la cárcel puede ser políticamente más útil.

El ejemplo de Cuixart

La cuestión a dilucidar es si efectivamente lo es, y ahí es donde en Junts pueden aflorar las dudas. Primero porque no es tan fácil pasar del relato del presidente intrépido y el abogado brillante que humillaban a la justicia española por toda Europa (un poco al estilo Tintín), a otro más de tipo mandeliano cuando, insisto, algunos han menospreciado durante años, por ejemplo, en la figura de Jordi Cuixart. El principal reto de Puigdemont es, pues, saber realizar esta transición de relato con éxito y sin perder apoyos, algo como ya hizo con el acuerdo de investidura de Pedro Sánchez.

Lo que no puede ocurrir en ningún caso es que se engañen a ellos mismos. El objetivo es denunciar que la justicia española no aplica la ley de amnistía (pese a que se le dieron mil vueltas al redactado), pero eso no le asegura un breve paso por la cárcel. Un Tribunal Supremo con sed de venganza y en guerra con Pedro Sánchez no soltará tan fácilmente a un rehén tan valioso.

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