Tres días en la burbuja juancarlista de Sanxenxo

Los locales viven la visita con indiferencia y el turismo elitista lo aclama

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Ot Serra
5 min
Joan Carles a bordo del Bribón al Club Náutico de Sanxenxo

SanxenxoEn la marisquería Marlima de Sanxenxo cenó alguna vez Juan Carlos I, y el propietario colgó un cuadro con la fotografía de recuerdo. El negocio pasó de padres a hijos, hicieron una remodelación del espacio y también cambiaron la decoración. No porque los encargados actuales sean menos monárquicos, sino porque pensaron que los cuadros que hay ahora son más bonitos. Es un ejemplo de la indiferencia con la que la mayoría de los vecinos de Sanxenxo han vivido siempre la presencia del rey emérito desde el año 2000 en esta localidad costera pontevedresa. A pesar de ser un habitual, el pueblo quizás se enteraba porque había más policía o porque había regatas, no porque se hiciera ver. Su vida en Sanxenxo se ha circunscrito en el Club Náutico rodeado de un pequeño grupo de amigos que lo han mantenido en una burbuja. Así ha sido también este fin de semana, pero con algunas diferencias.

“No creo que lo reciban con pancartas y banderas”, pronosticaba el miércoles la regidora del PSOE en el Ayuntamiento de Sanxenxo Ainhoa Fervenza. Rápidamente se constató que no era así. Socios del club desplegaron el viernes una gran bandera española en el balcón para recibirlo, como una especie de respuesta a las críticas que los últimos años han condenado al emérito al ostracismo de Abu Dabi. Este sábado también se han acercado visitantes con rojigualdas y gritos de "¡Viva el rey!".

La gente por la calle todavía se sorprende del alud de medios de comunicación que ha revolucionado el pueblo. Incluso una cuarentena de simpatizantes del BNG y republicanos se han concentrado este sábado para protestar contra su presencia, cosa extraña porque no hay una gran oposición a su figura. El PP gobierna con mayoría absoluta y el partido soberanista tiene dos regidoras. Infructuosamente, poco antes de la fuga de 2020, el BNG pidió cambiar el nombre del Puerto Municipal Juan Carlos. “Queremos dejar claro que no es bienvenido a Galicia”, decía el diputado de la formación en el Congreso Néstor Rego, que encabezaba la protesta. Los monárquicos que pasaban por delante murmureaban un “asquerosos” o un “qué vergüenza”, y un hombre levantaba ostentosamente el dedo del medio de la mano por la ventana del coche.  

Más allá de la opinión de Riego, la realidad es que Sanxenxo pone buena cara a Juan Carlos, especialmente por parte de los veraneantes que pasan fines de semana o temporadas en un lugar privilegiado de sol y playa. En la época de bonanza meteorológica, el municipio se llena de familias de clase media-alta que tienen allí la segunda residencia –unas 11.000– y algunos de ellos son socios del Náutico. La estética de camisa y jersey en los hombros, cinturón y náuticos en los hombres predomina en el paseo marítimo. 

Dos caras de Sanxenxo

“No sé de dónde sale eso de que es un pueblo elitista”, asegura al ARA el alcalde, Telmo Martín, uno de los protectores del emérito. “Tenemos hoteles normales y familias que cuidan bien a la gente”, añade. El puerto antiguo quedó atrás, así como las familias que vivían de la pesca, y el turismo centra prácticamente toda la actividad económica. Todavía hay un alto porcentaje de gente que alquila la casa a los turistas para tener ingresos, pero el modelo se ha masificado y hace tiempo que los jóvenes del municipio prefieren buscar durante el verano zonas más tranquilas como San Vicente do Grove o Isla de Arousa.

Juan Carlos en el club náutico de Sanxenxo

La regidora del PSOE admite que antes del boom turístico era más evidente esta cara elitista. De hecho, recuerda su pasado como trabajadora del Náutico. “Llamaban a un timbre para que los atendieras. Querían que los distinguieras”, rememora. Con el regreso del emérito este fin de semana, el PP ha recuperado el discurso de que su presencia repercute positivamente en las inversiones y el turismo. “Me jode decirlo, pero es verdad. Pones a Sanxenxo en el mundo”, reconoce la socialista Fervenza. En el caso del sector náutico es indiscutible, pero Óscar y Jesús, dos chicos jóvenes, discrepan con que Juan Carlos atraiga turistas. La encargada del hotel Panadeiramar corrobora que los anteriores fines de semana también tenían lleno.

Otro sector que sufre una cierta disfunción es el de las parroquias. Se mantienen familias que pasan aquí la Semana Santa, el verano y Navidad, y para las cuales la religión es un elemento importante. La portavoz del BNG en Sanxenxo, Sandra Fernández, habla de un “grupo de presión del Opus Dei” con influencia: en 2017 el gobierno del PP privatizó la gestión de las escuelas infantiles y las adjudicó a Fesan, una fundación con vínculos con esta institución católica. La céntrica parroquia de San Ginés de Padriñán abandonó la iglesia llamada templo pequeño porque la masificación turística se comió espacio, pero esto hizo que el templo nuevo ahora pueda acoger hasta 800 personas. Las familias conservadoras que se instalan durante las vacaciones en Sanxenxo no abandonan sus costumbres y la economía parroquial se beneficia de ello. Fuentes consultadas relatan que el padre del expresidente español Mariano Rajoy –tiene un piso en la localidad– solía hacer visitas con su grupo de juventud. “Eran gente muy religiosa y profundamente piadosa”, anotan. El hijo, dedicado a la política, no siguió la tradición.

Juan Carlos I, protegido

Los problemas de la gente corriente de Sanxenxo sucedían las dos últimas décadas mientras Juan Carlos I disfrutaba del ambiente exclusivo del Náutico. A pesar de haber hecho alguna comida en el D’Berto d'O Grove o A Goleta, el emérito se fue cerrando más y más a raíz de la abdicación con su círculo del club. El deterioro físico ya ha hecho que este fin de semana apenas haya podido trasladarse de la casa de Pedro Campos al puerto y subir al Bribón. En el partido de balonmano de su nieto Pablo Urdangarín en Pontevedra, a quien ha podido saludar, ha sufrido una caída sin daños aparentes bajando un escalón. Quedan lejos los años en los que se permitía fiestas con chicas en el Náutico, dicen las malas lenguas. No hace tanto, el noviembre de 2019, compartía mesa con el expresidente gallego Alberto Núñez Feijóo, pero ahora la única figura institucional que lo ha recibido es el alcalde, Telmo Martín, otro campechano, tal como lo describen.

Pablo Urdangarin, saludando a su abuelo, Juan Carlos I

Dentro de la misma burbuja, la vida de siempre del emérito en Sanxenxo ha sufrido cambios. El principal, tener que esquivar una muchedumbre de periodistas que le pedían explicaciones. ¿Dios lo perdonaría? “Dios perdona si él pide perdón”, responde un sacerdote del pueblo.

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