Educación

Adolescentes que ya no quieren irse de su pueblo

Un programa del Parlamento Europeo despierta el orgullo de los jóvenes y cambia la percepción de las oportunidades del mundo rural

Laura Chillerón
3 min
Alpuente, municipio de la comarca valenciana de los Serranos

AlpuenteAlpuente es un municipio de la comarca de los Serranos, en el País Valenciano. Entre la villa y sus once aldeas constan seiscientos empadronados, a pesar de que la gente del lugar calcula que la cifra real se acerca a los doscientos. Cuando se deja atrás la autovía y nos acercamos al puerto de Montalbana, ya se percibe que nos adentramos en una zona deprimida, pero también se intuyen los tesoros naturales que hay entre estas montañas y riachuelos. Este puerto de montaña es, para los pueblos que hay más allá, una especie de frontera no solo física, que los deja aislados cuando nieva, sino también psicológica, entre lo que parece un mundo abierto y conectado y otro profundamente rural y bastante más endogámico.

Los pocos adolescentes de la zona estudian en la sección de secundaria de Alpuente del IES La Serranía. Este año son 42, entre cinco municipios y once aldeas. Una realidad como esta, muchos la perciben como una prisión de la cual aspiran a escaparse y que no permite competir en el ámbito cultural y laboral con adolescentes de ciudades más grandes. O al menos era así hasta hace tres años.

Un proyecto europeo ha cambiado el sentimiento que imperaba entre estos jóvenes. Hoy el centro presume de haber sido escogido mejor Escuela Embajadora del Parlamento Europeo en España, entre una lista de 114 centros. La experiencia y el trabajo no solo han sido enriquecedoras para el claustro y para los alumnos, sino que también ha hecho ver a estos últimos que no solo se consigue destacar desde una gran ciudad.

La profesora Nerea de la Torre explica que los alumnos rurales siempre han tenido complejo de inferioridad. La primera vez que tenían que recibir la visita de la Generalitat se preguntaban, incrédulos: "¿Vienen hasta aquí a vernos a nosotros?", recuerda. Tres años después, los alumnos confiesan a su profesora: "Estamos orgullosos de ser de aquí".

El programa Escuelas Embajadoras, creado hace ocho años, busca acercar las instituciones y los valores de la UE a los jóvenes mediante sus escuelas de secundaria. Que un instituto rural tan pequeño como el de Alpuente recibiera esta atención ya sorprendió de entrada, pero el programa desplegado a partir de la selección, con acogida de estudiantes internacionales y la posibilidad de viajar a Bruselas y Estrasburgo, ha entusiasmado a los estudiantes y ha servido para comparar su realidad con la de otros muchos institutos de todas partes.

Símbolos de la Unión Europea en Alpuente

De golpe, el sentimiento de inferioridad se ha ido desvaneciendo y también las barreras que los jóvenes se imaginaban que tendrían por el hecho de ser de donde son. "Hemos conocido a eurodiputados y hemos visto que son personas normales, muchos incluso criados en pueblos pequeños como el nuestro. Cualquiera de nosotros podría llegar", defienden los alumnos.

Otra percepción que ha desaparecido: el mundo rural como prisión. Elena y Julia, antiguas alumnas embajadoras obligadas a estudiar bachillerato en Valencia y Teruel, se comparan con sus nuevos compañeros y no solo ven que no son inferiores desde el punto de vista educativo, sino también que se han criado con más calidad de vida. "Lo que más deseo del mundo es criar a mis hijos como me he criado yo", comentan.

El programa ha puesto en marcha en Alpuente todo tipo de actividades que han culminado con las celebraciones del Día de Europa, un aniversario que el año pasado los jóvenes celebraron con un concurso de fachadas europeas y que este año han conmemorado con un concurso de cocina. Son actividades que han creado comunidad y que se han vuelto cultura local: el pueblo ya debate cómo celebrará el próximo 9 de mayo.

El caso de Alpuente despierta ideas, inspiración y emociones. El pequeño pueblo muestra una de las caras más humanas y menos evidentes de la europeidad y también la manera más sutil, y quizás por eso más importante, de ofrecer a los jóvenes un lugar en el mundo: la mejora de la autopercepción, el fortalecimiento del orgullo rural y la esperanza en un futuro posible. El deseo de no abandonar el pueblo existe. La cuestión, ahora, es si las políticas lo posibilitarán.

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