La autoridad de la policía, cuestionada tras el covid

Los delitos de resistencia y desobediencia a los agentes se duplican con escenas más violentas

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Agentes de la Guardia Urbana de Barcelona en una intervención este verano para desalojar las Fiestas de Gràcia.

BarcelonaUn grupo se enfrenta a los vigilantes de una discoteca de Mataró porque el aforo está lleno y no pueden entrar. Cuando llega un coche patrulla de los Mossos d'Esquadra, el vehículo recibe una lluvia de botellas y golpes que acaba con cristales rotos, motivo por el que los agentes tienen que pedir refuerzos. Es una escena de hace dos semanas, pero la policía asegura que es constante. El año pasado, con las medidas más restrictivas por el covid –como por ejemplo el confinamiento total–, los delitos de resistencia y desobediencia a los agentes se dispararon. A pesar de que en los últimos meses no se ha logrado el mismo récord –tampoco se han repetido unas restricciones tan estrictas–, la violencia dirigida hacia la policía ha continuado. Según datos de los Mossos y las policías locales, los delitos contra los agentes se han duplicado respecto a antes de la pandemia.

Los Mossos reconocen una pérdida de la autoridad hacia ellos y los compañeros de otros cuerpos. Incluso, un mando explica que en los incidentes de las últimas semanas han visto cómo se ha intentado saquear una ambulancia del SEM, como ya se ha intentado hacer con los vehículos policiales. Entre los Mossos recuerdan que hace 15 días un grupo intentó coger el arma de un agente de una patrulla que intervenía en una pelea en el Barri Gòtic de Barcelona. ¿Por qué se da este enfrentamiento con la policía? “Hay una crispación, no solo de los jóvenes sino general, por la crisis del covid, de la que empezamos a salir”, considera el presidente del Colegio de Criminólogos de Catalunya, Daniel Limones. Según él, desde la pandemia la actuación policial se interpreta como el símbolo de “que se ha acabado la fiesta, se tiene que llevar mascarilla o, cuando estaban las medidas, no poder estar en la calle”.

“Quizás se ha debilitado la confianza y la legitimidad de la policía, que tenía que hacer de filtro de las restricciones sanitarias”, opina Limones. El portavoz del sindicato Fepol, Toni Castejón, asegura que, después del confinamiento, se ha notado “una violencia extrema en peleas y robos”. Castejón cree que hay gente que percibe que “tiene una impunidad absoluta con la policía: no ven que sea un delito”, motivo por el que cree que “la autoridad se ha perdido”. Limones añade que esta falta de respeto también se repite fuera de Catalunya. “Es una realidad que pasa en todas partes. Hay un 99% que no participa, pero con la normalidad salen los conflictos”, dice.

Gráfico de los delitos de resistencia y desobediencia a los agentes en Cataluña
Gráfico de los delitos de resistencia y desobediencia a los agentes de la autoridad

Los datos estatales recogidos por el ministerio del Interior reflejan la misma tendencia. El año pasado los delitos de resistencia y desobediencia a los agentes llegaron a un máximo, a pesar de que en los últimos meses –ya sin las medidas más restrictivas de la pandemia– no se han distanciado tanto del récord. En Catalunya, desde enero y hasta agosto de este año se han contado 1.010 delitos de resistencia y desobediencia según el Código Penal –que acostumbran a implicar detención–, el doble que antes de la pandemia. En 2018 y 2019 solo habían sido unos 550 delitos de este tipo en el mismo periodo, pero en 2020 se dispararon a 1.501. Entre enero y el agosto de este año también se han puesto 4.459 sanciones de acuerdo con la ley mordaza –que son multas– por resistencia y desobediencia a la policía. En 2018 y 2019 habían sido menos de 1.300, por eso este año se han multiplicado casi por cuatro. En 2020, en pleno estado de alarma por la pandemia, se ensartaron a 16.275.

“En peligro” la seguridad

El portavoz del sindicato Sicpol –de mandos de policías locales catalanas–, Valentín Anadón, considera que el problema es “grave” no solo por “la credibilidad” de los cuerpos y los agentes, sino por “poner en peligro” la seguridad pública. Según Anadón, la policía “tiene que trabajar con el máximo de neutralidad” a pesar de que hace años que ven “un intento constante de instrumentalización partidista”. Cree que esto ha hecho “erosionar la legitimidad y el principio de autoridad, que es básico e imprescindible”. Coincide con él el portavoz del sindicato Uspac de los Mossos, Albert Palacio, que considera que “la culpa del odio” hacia la policía “es política y de los mandos”. Palacio atribuye una parte del problema a los desahucios, porque considera que “muchos partidos lo han utilizado para atacar a la policía cuando no se hace nada más que cumplir una orden judicial”.

De hecho, los sindicatos de los Mossos y las policías locales han convocado una manifestación para este sábado por la tarde, que irá desde el Parlament hasta la Plaça Sant Jaume, para quejarse de “la actual situación de crisis” de la seguridad pública, para “huir de la instrumentalización política” y porque echan de menos más apoyo de los partidos del Govern contra los ataques que reciben los agentes.

La imagen que se tiene de la policía

El profesor de la UAB y experto en movimientos sociales Jordi Mir apunta que esta percepción de pérdida de la autoridad puede explicarse por la gestión de la policía de las movilizaciones de los últimos años. Mir también cree que se ha cargado a los Mossos la responsabilidad de conflictos “que van más allá del ámbito policial”. Según el profesor, “las fuerzas policiales tienen un problema cuando se recorre habitualmente a ellas para desconvocar y echar a la gente, porque los recursos que acaban utilizando pasan por el enfrentamiento físico”. Por eso Mir apuesta por entender la seguridad “de una manera más amplia que no incorpore y desemboque solo en la actuación policial”.

El presidente del Colegio de Criminólogos admite que acostumbra a hablarse de la policía cuando intervienen los antidisturbios. “Esto es una parte pequeña de la policía”, destaca Limones, que concluye que hay que “romper” esta percepción y falta más rendición de cuentas, “no solo de cara a los políticos sino de la ciudadanía”.

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