Barcelona

La trampa de abrir 'take aways' como si fueran panaderías en el centro de Barcelona

Ciutat Vella veta nuevas panaderías después de detectar desajustes en más de la mitad de los establecimientos inspeccionados y registrar 14 aperturas en cuatro años

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La calle Joaquim Costa, en el barrio del Arrabal de Barcelona

BarcelonaLa calle Joaquín Costa, en el barrio del Raval de Barcelona, tiene menos de medio kilómetro de punta a punta y en este espacio se concentran 33 bares o similares (se incluyen también los establecimientos que venden comida para llevar), una veintena de pequeños supermercados y fruterías y seis puntos de cambio de moneda o envío de dinero. Todo en los 68 números que tiene la calle. A pesar de que mantiene comercios singulares, como el clásico Casimiro de artículos de danza o el histórico bar Almirall, es un buen ejemplo de la evolución que ha vivido en los últimos años el tejido comercial de todo el barrio, donde –como lamentan los vecinos– muchos locales se han ido enfocando a los visitantes. La manera que han encontrado algunos empresarios de burlar el plan de usos que restringe la apertura de locales de restauración es pedir licencia como si fueran panaderías y, en la práctica, vender comida para llevar.

El plan de usos del 2018 ya impidió que pudieran abrir más panaderías sin obrador, que son los que se consideraba que tendían más a hacer esta trampa, y ahora el distrito ha dictado una moratoria de cuatro meses para poder incluir los hornos que sí que tienen obrador dentro de la limitación. ¿Por qué? Pues porque se ha detectado que muchos funcionan como locales de restauración encubiertos. Es decir, que tienen licencia de panadería, pero realmente venden porciones de pizza, empanadas o hot dogs, por ejemplo. Y que algunos, incluso, tienen mesas y sillas para que los clientes puedan comer en el mismo local.

Desde la limitación del 2018, en todo Ciutat Vella han aflorado 14 nuevos establecimientos de este tipo, que se suman a los 106 que ya funcionaban en el momento de la regulación. Y una inspección municipal hecha en 107 de estos locales detectó irregularidades en cerca del 60%: 17 tenían espacio para la degustación –uno de ellos, incluso con terraza–, 14 vendían más del 20% de productos de especialidades alimentarias que no son las propias de una panadería, dos tenían elementos de cocción pero no chimenea para sacar los humos, dos más no tenían obrador a pesar de tener licencia como panadería con obrador y en 28 más se encontraron desajustes con lo que recogía la licencia.

Comercios en la calle Joaquín Costa del Raval.

El regidor de Ciutat Vella, Jordi Rabassa, defendió en el momento de presentar el endurecimiento del plan de usos que, a pesar de que pueda parecer contradictorio, las limitaciones a las panaderías buscan preservar las panaderías tradicionales y evitar que se utilice esta categoría como pretexto para llenar el centro de la ciudad de nuevos locales de restauración. La mayoría de los nuevos locales han abierto en el Barri Gòtic (6), que es el que más ha sufrido los efectos de la pandemia sobre el comercio, pero también han aparecido tres más en la zona del Born, tres en el Raval y dos en la Barceloneta.

31 nuevos lugares de cambio de moneda en diez años

Estos negocios no son los únicos que han crecido en los últimos años en el centro de Barcelona. También han aflorado las oficinas de cambio de moneda: han abierto 15 en los últimos cuatro años (31, si se hace el cómputo desde el 2013) y, por eso, ahora también se quieren incluir en la regulación, igual que los supermercados de más de 400 metros, que hasta ahora habían quedado exentos y también han proliferado: han abierto una docena desde el 2018.

El compromiso del gobierno municipal es levantar la suspensión de licencias a establecimientos de este tipo en cuatro meses y tener entonces ya los cambios en el plan de usos para fijar las nuevas condiciones que habrá que cumplir para abrir negocios de estas tipologías. El periodo acotado a los cuatro meses de la moratoria fue, de hecho, la condición que el PSC puso a los comuns para apoyar a los cambios, como quiso remarcar la regidora de Comercio, la socialista Montserrat Ballarín: "No podemos poner palos en las ruedas sine die".

El problema del ruido

"Todo lo que va abriendo se orienta cada vez más al turismo, hay muchos súpers, pero no son lugares con unos precios donde los vecinos podamos hacer la compra diaria, y cada vez abren más locales de comida para llevar", lamenta Miquel Prats, de la Red Vecinal del Raval y vecino de la zona, que radiografía como la oficina bancaria se convirtió en una panadería con degustación y el quiosco en un lugar de comida para llevar, como también lo hizo el videoclub o la librería.

"Son lugares que ya no se orientan a los vecinos", lamenta, y asegura que una de las derivadas de estos cambios son los problemas de convivencia con el ruido nocturno. Joaquín Costa es una de las 11 zonas que el Ayuntamiento considera que tienen un problema de exceso de decibelios por la noche y donde se prevén soluciones que, en algunos casos, pueden pasar por adelantar el horario de cierre de locales o terrazas o por desplegar más agentes cívicos en la zona.

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