Barcelona

"Somos una calle conquistada por las terrazas"

La pandemia aumenta la presión sobre vías como Enric Granados o Blai: el paradigma del monocultivo de ocio en Barcelona

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Ambiente en calle Blai del Pueblo-siento  este viernes al atardecer

BarcelonaHasta 160 mesas de terraza, una detrás de la otra, se cuentan un anochecer cualquiera en los poco más de 500 metros que miden la calle Blai y el primer tramo de Blesa, de paso exclusivo peatonal gracias a la que fue una revolución urbanística en el barrio del Poble-sec de finales de los 90 y principios de los 2000. El recuento, sin embargo, cambia en función del momento en que se haga y de la picaresca de algunos locales, que añaden alguna más de las cuatro que tienen como límite cuando lo ven necesario, como denuncian los vecinos. La regulación que se aplicó en esta vía en 2016, cuando las terrazas ya se habían multiplicado de manera exponencial, autorizaba un máximo de 148 mesas, doce más de las que había. Ahora hay bastantes más y aquí ya no hay licencias extras por pandemia, a pesar de que sí que se han ampliado las de las calles adyacentes. Desde la asociación oficial de bares de la zona, conscientes de la picaresca, reclaman que se garantice que todo el mundo cumpla con la limitación de cuatro mesas.

En la calle Enric Granados, otro de los territorios-terraza de la ciudad, la plataforma SOS Enric Granados tiene contabilizadas 331 mesas oficiales, 87 añadidas en pandemia y unas cuantas decenas más (hasta 81) que se pueden contar en una paseada cualquiera. El número varía en función del momento. Fuentes municipales apuntan que las inspecciones que se han hecho han detectado tres terrazas sin licencia durante agosto. "Somos una calle conquistada por las terrazas", lamenta Josep Maria Alcoberro, uno de los vecinos movilizados, que asegura que la problemática va mucho más allá de lo que son las terrazas, que afecta el modelo de ciudad. "El ruido es insoportable", añade resignado Jordi Badia, que también forma parte de la plataforma y que ha tenido que hacer obras para insonorizarse el piso.

Estas dos calles, Blai y Enric Granados, son ahora el ejemplo de lo que se quiere evitar en actuaciones como las de la futura superilla del Eixample: los monocultivos de ocio que arrasan con el tejido comercial. Por eso, el gobierno municipal, repitiendo el mantra de no crear nuevos Enric Granados, ha dictado una suspensión de licencias de nuevos bares o restaurantes en calles que está previsto reformar, como Consell de Cent o Borrell, y se ha decidido a incluir en la medida, ahora sí, justamente Enric Granados. "Se ha creado un monstruo que cada vez crece más. Aunque ahora por fin se haya decidido intervenir y suspender las nuevas licencias, las que ya hay no se tocan y tampoco las que ya estaban en tramitación. Tendremos que ver qué pasa con las que se han ganado en pandemia. Lo que ya había era un exceso", denuncia Alcoberro, cansado de que esta calle pionera de las pacificaciones en el Eixample se ponga como ejemplo de lo que no tiene que ser, pero no se mejore: "Lo que vivimos aquí ya no es un problema de convivencia, sino de salud de los vecinos. Es exagerado".

Recuerda que cuando se impulsó la remodelación, a finales de los 90, Enric Granados era una calle donde la restauración y el ocio nocturno tenía un papel testimonial. Nada especial. Al Ayuntamiento, dice, ya le fue bien la filosofía de crear una vía especializada en bares sin pensar cómo afectaría esto al resto del comercio del barrio, que, con el paso de los años, fue cerrando por la imposibilidad de asumir los mismos alquileres que pagaban los locales de restauración en una zona que ya estaba de moda. En 2018 la calle despidió el que había sido uno de sus espacios más emblemáticos: el videoclub Video Instan, que acabó trasladándose a Viladomat ante la imposibilidad de pagar un alquiler de 10.000 euros mensuales. "Cuando mi padre abrió el videoclub en Enric Granados, en 1982, en la calle no había casi nada. No era una calle muy comercial. Nosotros le dimos mucha vida y después nadie protegió los establecimientos que no éramos bares", explica Aurora Depares, todavía triste y convencida de que el Ayuntamiento habría tenido que limitar de alguna manera la apertura de locales de restauración.

Cierran los históricos

Una reflexión que también hace desde el Poble-sec Lídia López, de la bodega Saltó, uno de los pocos bares de la primera hornada de los que abrieron en la calle Blai que se mantiene al pie del cañón: "La regulación de usos llegó muy tarde, hacía años que la reclamábamos". En Blai, la recuperación de antiguas bodegas y un modelo de restauración con DO propia dio, de forma progresiva, a la extensión de los bares de pinchos a un euro. La calle ha despedido, en los últimos años, a locales que fueron precursores de su boom y tenían alma e identidad propia, como la Lia d'en Vicius, una bodega reconvertida y famosa por sus croquetas, o el bar Tribal, justo delante. Ahora la pandemia ha provocado el cierre de la Bodegueta del Poble-sec, un local centenario que sobrevivía en medio del dominio de los pinchos ofreciendo platos típicos de la cocina catalana y que nunca ha tenido terraza y ahora tampoco relevo generacional. Se ha reconvertido en un local especializado en cocina latina. "La pandemia nos ha hecho mucho daño, hemos tenido que cerrar con mucha pena", explica Pepa, que defiende que Blai continúa siendo una calle que está de moda, pero que ellos nunca han querido abrir terraza ni pasarse a la oferta gastronómica dominante.

Ahora que el Ayuntamiento tiene que tramitar la modificación de la ordenanza para decidir cuáles de las terrazas que se han autorizado durante el covid (3.688) se mantendrán de forma permanente y cuáles no, la Federación de Asociaciones de Vecinos de Barcelona ha puesto en marcha una campaña para señalar los locales que ocupan más espacio de lo que les correspondería o que ponen mesas adheridas a la fachada, lo que complica la movilidad de las persones invidentes. Pere Mariné, de la comisión de terrazas de la FAVB, denuncia que se están dando "abusos escandalosos" que son especialmente notorios en Ciutat Vella, donde muchos locales sacan mesas o bidones a la calle a pesar de no tener autorización, y en el Eixample, que es donde hay más multiplicación de mesas.

El Gremio de Restauración, que defiende la consolidación de la mayoría de las licencias extraordinarias concedidas en pandemia –todas aquellas que se ajusten a la ordenanza y las que se han situado sobre la calzada–, asegura que no avala ningún tipo de trampa en la colocación de mesas no permitidas: "No amparamos incumplimientos, estamos muy cómodos con todas las inspecciones que se hagan. Quien no cumpla que se atienda a las consecuencias". La queja de vecinos de zonas como Enric Granados es que las inspecciones se hacen poco. Desde el Ayuntamiento aseguran que hay sonómetros midiendo la contaminación acústica y que se hace un seguimiento constante por parte de Guardia Urbana y el servicio municipal de inspección.

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