El Camp Nou, el punto más inseguro para las mujeres

Un colectivo feminista del barrio señala los alrededores del Camp Nou como los puntos más hostiles para las mujeres

Una joven andando  por una solitaria calle de la Maternidad con el móvil a la mano

BarcelonaEl Camp Nou, que las guías turísticas de Barcelona incluyen como imprescindible –de hecho, su museo es el más visitado de la ciudad–, es, por el contrario, un punto claramente a evitar para muchas vecinas de Les Corts. Como lo es también el tramo de medio kilómetro por Carles III entre la plaza Maria Cristina y Mejía Lequerica. Así, hasta 67 ubicaciones “poco seguras”, ya sea por un paisaje hostil o un paisanaje agresivo. Convocadas por el grupo Cortsenques Dissidents, medio centenar de mujeres del distrito de entre 17 y 64 años analizaron, debatieron y pusieron en común cuáles eran los tramos que evitan, ya sea por la noche, cuando van solas o con amigas.

La iniciativa surgió alrededor de los actos del 8-M y “busca una respuesta y una propuesta política” para la planificación urbanística y de usos a los que se destinan las calles y las plazas, explica Ester, una de las participantes que prefiere no dar su apellido para reforzar la idea de colectivo. En definitiva, hacer visible el miedo y la incomodidad que sienten una parte de las residentes en un distrito de clase media y estadísticamente con poca criminalidad como es Les Corts.

Una mujer andando sola por una calle de Les Corts.

“Es un barrio con mucha vida comercial diurna, pero cuando se hace oscuro hay muchas zonas que quedan desérticas”, argumenta Ester, de 25 años, que admite que el grupo se tiene que “ultrajustificar” porque a menudo la reacción con la que se encuentra es “que no hay para tanto”. Subraya que los alrededores del estadio del FC Barcelona son el paradigma de cómo una equipación utilizada solo en días –sobre todo noches– concretos puede llegar a ser un trance para las mujeres. De hecho, indica que es el punto que más consenso levantó en el debate entre mujeres. En este sentido, la activista feminista explica que paradójicamente también es un territorio inhóspito cuando hay partido y las calles van llenas. “Es el epicentro de la testosterona”, ilustra la joven para perfilar el público que molesta a las mujeres asediándolas verbalmente, mayoritariamente hombres, con grandes dosis de alcohol en el cuerpo. 

¿Hay solución? Aplicar al urbanismo la perspectiva de género y entender que “una ciudad segura para las mujeres lo es para todo el mundo”, afirma Marta Fonseca, una de las socias del Colectivo Punto 6, una cooperativa de mujeres profesionales que abogan por diseñar unas ciudades más inclusivas a partir de metodologías propias, a nivel cuantitativo, participativo y cualitativo. En este caso, el estadio es el ejemplo de “la apropiación del espacio por parte de los hombres” y, en consecuencia, la inseguridad sentida obliga a “hacerse un mapa mental” de trayectos diferentes “en función de sí es de día o por la noche”. 

Los factores que hacen que se pase por una calle o no son varios, expone la arquitecta: la iluminación, el mantenimiento de la vía pública, la señalización para encontrar fácilmente los itinerarios o cuestiones como las conexiones o los horarios y las frecuencias de paso del transporte público. También la configuración y la longitud de las fachadas, y los rincones que “no dejan ver pero sí ser vistas”.

Trayecto seguro

En el fondo, se trata de “hacer ciudades feministas”, un concepto que se traduce, según Fonseca, en poner al mismo nivel las esferas de la vida productiva del trabajo remunerado –la que ocupa el espacio central y ha configurado el urbanismo tradicional–, la reproductiva –de las tareas domésticas y trabajo de cuidado–, la de participación política y la de la esfera personal. “El urbanismo puede ayudar a empoderar a las mujeres, a dar respuestas a sus necesidades”, apunta.

Dentro de este empoderamiento, las Cortesenques Dissidents han puesto en marcha un grupo de Telegram en la que una setentena de miembros informa al resto que inicia un trayecto en el cual se siente poco segura. “Es una manera de sentirte acompañada, de saber que si al cabo de un rato no das señales se pondrán en alerta”, dice Ester. “La autogestión es la solución porque el sistema no nos da respuesta”.

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