"Más castellano solo perjudica a los estudiantes castellanoparlantes"

Directores de escuelas e institutos aseguran que el catalán es la lengua minorizada en muchos territorios y mantienen su compromiso con la inmersión

Un montón de alumnos al patio de una escuela de Barcelona en una imagen de archivo.

BarcelonaLas direcciones de escuelas e institutos apenas tragan la decisión del Tribunal Supremo que obliga a dar el 25% de las clases en castellano. Maestros y profesores coinciden en que el modelo de inmersión ha demostrado su éxito para que el alumnado de origen castellanoparlante u otros idiomas extranjeros tenga asegurada una exposición al catalán que de otra manera no tendría.

En la escuela primaria Mercè Rodoreda de Martorell en el patio reina el castellano, "incluso entre alumnos catalanoparlantes", que cambian de lengua casi sin darse cuenta cuando aparece un solo compañero castellanoparlante, explica la directora del centro, Gemma Lajarín, para quien, si se acaba aplicando, la sentencia judicial supondrá un "retroceso" de todo lo que se ha avanzado en la competencia lingüística. "¿Contará el patio como hora lectiva en castellano?", pregunta esta directora.

Esta escuela está en medio de uno de los barrios de nueva construcción, donde se han instalado una mayoría de familias que tienen el castellano como lengua materna. Sin embargo, la dirección de la escuela tiene claro que el catalán tiene que ser la lengua vehicular, tanto en las aulas como en las reuniones con los progenitores. "Si alguna de las familias tiene algún problema de comprensión, intentamos hacer traducción simultánea o explicarle las dudas cuando se acaba el encuentro", explica Lajarín.

En Ciutat Meridiana, Toni Camacho, director de la Escuela Ferrer i Guàrdia, constata que el catalán también se abre paso con trabas en las aulas. Casi ningún alumno del centro tiene el catalán como lengua principal, y tampoco se oye ni en la calle ni en las tiendas de este barrio periférico de Barcelona. Pasa lo mismo en Badia del Vallès, donde está Las Seguidillas, un centro de primaria con "una o dos familias catalanohablantes", apunta la secretaria del claustro, Núria Melo. Son dos ejemplos, coinciden los dos responsables, en los qué si se reduce la presencia del catalán en las clases, por poco que sea, tendrá un gran impacto porque los centros son casi el único punto donde los niños del barrio tienen contacto con el catalán. Sin embargo, en Badia las pruebas de competencias básicas señalan que los alumnos tienen mejor nota en catalán porque lo aprenden de una manera académica con reglas y gramática, mientras que arrastran un castellano de argot.

En las dos escuelas explican que las plantillas de maestros están concienciadas sobre la importancia de utilizar el catalán en el interior del centro, a la hora de explicar materia curricular pero también para dirigirse a los alumnos. Para Camacho, que asegura que él mismo es un "orgulloso producto de la inmersión lingüística", los esfuerzos tienen pequeñas recompensas porque los estudiantes acaban "asumiendo el catalán" a pesar de que "a menudo se les tiene que recordar que es la lengua vehicular".

Consciente de que en su instituto de L'Hospitalet de Llobregat menos de un 5% de sus alumnos son de familias catalanohablantes, Carme Montroig trata de utilizar el catalán en sus clases pero los estudiantes casi sin excepción "preguntan en castellano" en sus intervenciones. "Me he de esforzar para responderles en catalán –admite–. Al final hago una mezcla pero siempre con predominio del catalán".

Sin problemas con las familias

A pesar de los obstáculos, Camacho subraya que en los 13 años que hace que está en la dirección de Ferrer i Guàrdia nunca ha tenido una queja de ninguna familia sobre la inmersión porque, asegura, son conscientes de que es un sistema que pedagógicamente funciona. Prueba de ello es el éxito que ha tenido la iniciativa personal de una maestra para enseñar el catalán a las familias en una actividad extraescolar. Si el año pasado atrajo 22 progenitores, hoy son 40 los que siguen sus clases. "La decisión del Supremo es un ataque a un modelo que funciona muy bien", concluye el director.

La comunidad del Institut Montilivi de Girona es, a diferencia de los otros ejemplos, de mayoría catalanohablante tanto en cuanto al alumnado como al profesorado. En los pasillos hay una mezcla de idiomas, pero a menudo el catalán es la lengua de acogida. Como el resto de sus colegas, para el director del centro, Rubèn Pino, si se obligara a aumentar las clases en castellano, "el perjuicio solo sería para los estudiantes castellanoparlantes, que perderían horas de exposición a una lengua que les es ajena".

En el IPSI, una escuela concertada de la Esquerra del Eixample de Barcelona, la sentencia se lee como un "embate" contra "todo lo que tenga tufo de identidad, lengua o cultura catalana", afirma su director, Oriol Blancher, para quien establecer cuotas de uso de las lenguas "es una barbaridad”. Como todos los responsables de centros consultados, afirma que “el dominio de la lengua castellana es bueno" en toda Catalunya, mientras que "no se puede decir lo mismo del conocimiento del catalán" en algunas zonas. "Nosotros nos debemos a la conselleria de Educación y, de momento, no pensamos cambiar la manera de dar clase", dice la directora Núria Melo.

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